Libres de la esclavitud
¿Conoces gente que va a la Iglesia cada domingo
y dice que ama al Señor y no comparte Su amor con otros?
¿Podría ser tú, una de esas personas?
Es fácil aceptar intelectualmente la teología del amor
de Cristo, pero otra cosa es dejar que ese amor fluya
de nuestro corazón hacia el mundo necesitado que nos rodea.
Una de las primeras razones por la que la gente falla
en experimentar el Amor de Dios fluyendo a través
de ellos es por una barrera de amargura y resentimiento.
Cuando tú estás amargado, levantas una muralla
alrededor de tu corazón para protegerte del dolor,
pero quedas completamente aislado. Seguro pero solo.
Tu mecanismo de protección eventualmente
te hace un inútil solitario.
La raíz de esta condición puede venir de un espíritu
no perdonador. Tu trabajo, tu comunión y aún
tu adoración están encarcelados en una celda de rencor.
Sabemos que Jesús vino a liberar
a los cautivos. Él lo hizo a través de un acto divino
de amor y perdón. El poder de Cristo para perdonar
hasta al más depravado, está disponible para ti,
si estás dispuesto a aceptarlo.
Si eres cautivo de tu propio enojo y hostilidad, permítete
cambiar esas actitudes por el amor que necesita
para perdonar. Al hacerlo experimentarás el amor
de tu Padre Celestial y al mismo tiempo, vendrás a ser
un vaso de amor para compartir con otros,
aún con aquellos que te han herido.
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