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General: CONCEPTO ROSACRUZ .PARTE 3ª
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 05/03/2016 12:03

 

FUTURO DESARROLLO E INICIACIÓN DEL HOMBRE
CRISTO Y SU MISIÓN
EVOLUCIÓN DE LA RELIGIÓN


En las dos partes anteriores de esta obra nos hemos familiarizado con
el plan, bajo el cual nuestro actual mundo externo vino a la existencia
y cómo desarrolló el hombre su complicado organismo mediante el
cual se relaciona con las condiciones exteriores. Hemos también
estudiado, hasta cierto punto, la Religión de la Raza Judía.
Consideraremos ahora la más grande y divina medida tomada para la
salvación de la humanidad, esto es, el Cristianismo, que será Religión
Universal del futuro.
Es un hecho notable que el hombre y sus religiones han evolucionado
paralelamente en igual grado. La religión más primitiva de cualquiera
raza se verá que es tan salvaje como el pueblo gobernado por ella, y
conforme el segundo se hace más y más civilizado, su religión se hace
más y más humana y se armoniza con más elevados ideales.
De este hecho han deducido los materialistas que la religión nunca ha
tenido un origen superior al del hombre mismo. Sus investigaciones
de la historia primitiva les dieron la convicción de que, conforme el
hombre progresaba, civilizaba también a su Dios, modelándolo a su
propia imagen.
Este razonamiento es defectuoso, porque no tiene en cuenta que el
hombre no es el cuerpo, sino un espíritu interno, un Ego que utiliza el
cuerpo con creciente facilidad conforme progresa la evolución.
No hay duda alguna de que la ley para el cuerpo es la "supervivencia
de los más aptos". La ley de la evolución del espíritu pide "Sacrificio".
Mientras el hombre crea que la "fuerza es un derecho", la Forma
prosperará y se hará fuerte, porque derrumbará todos los obstáculos
sin tener en cuenta para nada a los demás. Si el cuerpo fuera todo, esa
manera de vivir sería la única posible para el hombre. Sería además
incapaz de la menor consideración para los demás, y se resistiría por
la fuerza contra cualquier tentativa de usurpación de lo que el
considerará sus derechos: el derecho del más fuerte, que es el único
tipo de justicia bajo la ley de la "supervivencia de los más aptos". No
tendría para nada en cuenta a los demás; sería absolutamente
insensible a cualquier fuerza externa que tendiera a impulsarlo a
ejecutar algún acto que no le condujera a la satisfacción de su
momentáneo placer.
Es pues, manifiesto, entonces, que cuando quiera que el hombre se
inclina hacia un modo de conducta más elevado en su trato con los
demás, el impulso debe venir de dentro, y de una fuente que no es
idéntica a la del cuerpo, pues de lo contrario no lucharía contra éste
haciendo prevalecer ese impulso sobre los intereses más obvios del
cuerpo. Además tiene que ser una fuerza más fuerte que la del cuerpo,
o no podría triunfar y sobreponerse a los deseos impulsando al
sacrificio en beneficio de aquellos que físicamente son más débiles.
Que tal fuerza existe, seguramente no lo negará nadie. Hemos llegado
a tal estado de desarrollo que en vez de considerar la debilidad física
como un medio de asegurarnos una buena y fácil presa, reconocemos
en esa misma debilidad una buena razón para proteger al débil. El
egoísmo va siendo corroído lenta pero seguramente por el Altruismo.
La Naturaleza es muy segura en la realización de sus propósitos. Si
bien lento, su progreso es ordenado y cierto. En el pecho de todos los
hombres esa fuerza Altruista está trabajando como una palanca. Está
transformando al salvaje en un civilizado y a su debido tiempo
transformará a éste en un Dios.
309Si bien nada que sea verdaderamente espiritual puede ser
comprendido perfectamente, puede por lo menos ser entendido por
medio de una ilustración.
Si tenemos dos diapasones templados con el mismo tono exactamente
y golpeamos uno de ellos, el sonido inducirá la misma vibración en el
otro, el que empezará a vibrar débilmente al principio, pero si
continuamos golpeando al primero, el segundo diapasón emitiendo un
sonido cada vez más claro, hasta que por último emitirá un volumen
de sonido igual al primero.

Y esto ocurrirá aun cuando los diapasones
se encuentren a varios pies de distancia, o aunque uno de ellos se
encierre en una caja de cristal. El sonido del uno penetrará a través del
cristal y hará emitir un sonido igual al instrumento encerrado.
Esas vibraciones sonoras invisibles tienen gran poder sobre la materia
concreta. Pueden destruir o crear. Si se coloca una pequeña cantidad
de polvo finísimo sobre una placa de cristal plana y se pasa un arco de
violín por un borde de la misma, las vibraciones producidas harán que
el polvo asuma hermosas formas geométricas. La voz humana es
también capaz de producir esas figuras y siempre la misma figura para
el mismo tono.
Si se toma una nota después de otra en un instrumento musical - un
piano o preferiblemente un violín, pues en éste pueden obtenerse más
gradaciones de tonos-, se encontrará finalmente una tonalidad que
producirá en el escuchante una vibración clara y distinta en la parte
inferior de la cabeza. Cada vez que se toque esa nota, será sentida en
tal parte la misma vibración. Esa nota o tono es la "nota-clave" de la
persona a quien afecta. Si se toca lenta y dulcemente descansa y
reposa al cuerpo, tonifica los nervios y restaura la salud. Si por otro
lado se toca fuertemente y se prolonga más y más, matará a la persona
con la misma seguridad que un pistoletazo.
Si recordamos ahora lo que ya se dijo sobre la música y el sonido con
referencia al problema de cómo se despierta esa fuerza interna
fortificándola, quizá podamos comprender el asunto mejor.
En primer lugar, nótese particularmente que los dos diapasones
templados eran del mismo tono. Si no hubiera sido así, podríamos
haber golpeado uno de ellos hasta romperlo, pero el otro hubiera
permanecido mudo. Comprendamos esto claramente: la vibración
puede ser inducida en otro diapasón por uno del mismo tono
únicamente. Asimismo, cualquiera cosa, o ser, sólo puede ser
afectado, como dejamos dicho, por la nota-clave que le es peculiar.
Sabemos que esa fuerza Altruista existe. Sabemos también que es
menos pronunciada en un pueblo no civilizado que entre gente en un
elevado nivel social, y casi falta en las razas inferiores.
La conclusión lógica es que hubo un tiempo en que faltaba por
completo. Consecuentemente con esta conclusión, surge la
naturalísima pregunta: ¿quién o qué la indujo?
La personalidad material no tiene nada que ver, seguramente, con ello;
en realidad, esa parte de la naturaleza humana está mucho más
confortable sin ella que lo que está o ha estado después que se
despertó. El hombre ha de haber tenido esa fuerza del Altruismo
latente y dentro, pues de otra manera no pudo haberse despertado.
Aún más: debe haber sido despertada por una fuerza de la misma clase
- una fuerza similar que ya estuviera activa - a medida que el segundo
diapasón empezó a vibrar inducido por el primero, después que éste
fue tañido.
Hemos visto también que las vibraciones del segundo diapasón se
hacían cada vez más fuertes bajo los continuos golpes que se daban al
primero, y que la caja de cristal no era obstáculo alguno a la inducción
del sonido. Bajo continuados impactos de una fuerza similar a la que
tenía dentro, el Amor de Dios al hombre ha despertado esta fuerza del
Altruismo y está aumentando continuamente su potencia.
Es, por lo tanto, razonable y lógico convenir que, primeramente, fue
necesario dar al hombre una religión apropiada a su ignorancia.
Hubiera sido inútil haberle hablado en ese estado de un Dios que era
todo amor y ternura. Desde su punto de vista, esos atributos eran de
debilidad y no se habría podido esperar que reverenciaran a un Dios
que poseía cualidades para ellos despreciables. El Dios a Quien el
hombre de entonces reverenciaría sería a un Dios fuerte, a un Dios
temible, a un Dios que tuviera en su poder el rayo y el trueno para
fulminar.
De esta manera el hombre se vio impelido primeramente a temer a
Dios, y se le dieron religiones de una naturaleza tal como para su
bienestar espiritual bajo el látigo del miedo.
El segundo grado fue inducirle a cierta clase de desinterés,
obligándole a dar parte de sus mejores bienes en sacrificio. Esto fue
conseguido dándole el Dios de Raza o Tribu, que era un Dios celoso,
que exigía la más estricta reverencia y sometimiento y el sacrificio de
la fortuna, que el hombre naciente valuaba en mucho. Pero, a su vez,
este Dios de Raza era un amigo todopoderoso que ayudaba a los
hombres en sus batallas devolviéndoles multiplicados los carneros y
granos que le sacrificaban. El hombre no había llegado aún al estado
en el que le sería posible comprender que todas las criaturas son
semejantes; pero el Dios de la Tribu le enseñó a tratar benévolamente
a sus hermanos de tribu y dictar leyes equitativas y amplias para los
hombres de la misma raza.
No debemos imaginarnos que estos pasos sucesivos se dieron
fácilmente, sin rebeliones o desobediencias del hombre primitivo. El
egoísmo está arraigado en la naturaleza inferior, aun en nuestros días,
y debe haber habido muchos fracasos y retrocesos. En la Biblia Judía
podemos encontrar buenos ejemplos de cómo el hombre olvidó sus
deberes , y de cómo el Espíritu de Tribu tuvo que encaminarlo
paciente y persistentemente una y otra vez. Únicamente los largos
sufrimientos del Espíritu de Raza fueron suficientes para encaminarlos
a la ley, esa ley que tan poca gente ha aprendido a conocer y obedecer.
Hay siempre, sin embargo, avanzados que necesitan algo más elevado.
Cuando son suficientemente numerosos, se da un nuevo paso en la
evolución, así que siempre existen varias gradaciones. Llegó un
tiempo, unos dos mil años hace, cuando los más avanzados de la
humanidad estaban prontos para dar un paso más y aprender la
religión de vivir una buena vida para asegurarse una recompensa
futura en un estado de existencia, en el que debían tener fe.

Este fue un paso largo y trabajoso. Era comparativamente fácil llevar

una oveja o un novillo al tiempo para ofrecerlo como sacrificio. Si un

hombre llevaba a sacrificar los primeros frutos de sus graneros, de sus

viñas, de sus huertas, sabía que tendría aún más y sabía, también que

el Dios de la Tribu volveríale a llenar sus almacenes abundantemente

a su vez. Pero en este nuevo paso ya no se hacía cuestión sacrificar los

bienes. Se le pidió que se sacrificara el mismo. Ya no era un solo

sacrificio que debía hacerse en el supremo esfuerzo de resistir el

martirio; eso hubiera sido comparativamente fácil. En vez, se le pedía

que día a día, desde la mañana hasta la noche, debía obrar

misericordiosamente con todos. Debía desprenderse del egoísmo, y

amar a su prójimo, como se había estado amando a sí mismo. Además,

no se prometía ninguna recompensa visible e inmediata, sino que se

debía tener fe en una felicidad futura.

¿Es raro que el pueblo encuentre difícil realizar este elevado ideal de

obrar bien continuadamente, cosa doblemente difícil por el hecho de

que hay que relegar completamente el interés propio? Se pide

sacrificio sin aseguramiento alguno positivo de recompensa.

Seguramente es mucho crédito para la humanidad el que se practique

tanto el altruismo y el que éste , esté siempre aumentando. La

sabiduría de los Guías, conociendo las fragilidades del espíritu y su

tendencia a unirse con los egoístas instintos del cuerpo y los peligros

del despotismo frente a tal forma de conducta, dieron, además , otro

impulso beneficioso cuando incorporaron a la nueva religión la

doctrina del perdón de los pecados.

Esta doctrina es rechazada por algunos filósofos muy avanzados que

colocan a la ley de "Consecuencia" como suprema ley. Si sucediera

que el lector estuviera de acuerdo con ellos, le rogamos que espere la

explicación que aquí se dará, demostrando que ambas forman parte

del esquema de mejoramiento o perfeccionamiento. Baste decir, por el

momento, que esta doctrina de reconciliación da a tantas almas

fervorosas la fuerza necesaria para luchar, a pesar de los repetidos

fracasos, por conseguir la subyugación de la naturaleza inferior.

Recordamos que, por las razones ya indicadas, cuando hemos

discutido las leyes del Renacimiento y de Consecuencia, la humanidad

occidental no conocía nada prácticamente de esas leyes. Con un ideal

tan grande ante ella como el de Cristo, y creyendo que no tenía más

que un corto número de años para realizar tan elevado grado de

desenvolvimiento, ¿no hubiera sido la mayor crueldad imaginable

dejar la humanidad sin esa ayuda? Por lo tanto, el gran sacrificio del

Calvario si bien ha servido para otros propósitos que se indicarán - se

convirtió ciertamente en el áncora de la Esperanza para todas las

almas fervorosas que luchaban para realizar lo imposible: para

efectuar en una sola y corta vida le perfección exigida por la religión

Cristiana.

 

 
 



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De: TATIS-7 Enviado: 01/04/2016 16:55
 
 

 

 
 
 


 
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