Hoy en día, el éxito se asocia a consumismo y diversión,
pero la realidad para la gran mayoría, sus vidas transcurren en medio de sus
problemas de dinero, incomunicación, exceso o falta de trabajo. La vida se vive tan a prisa, que a casi nadie
se le ocurre pensar que la vida es el don más maravilloso que Dios nos otorgó,
no como un valle de lágrimas sino “como la esfera donde nacen los espíritu
eternos e inmortales en su ascensión al Paraíso, es el valle donde se forjan las
almas”1675 porque “la existencia equivale al crecimiento”1280
Pero para que nuestra vida tenga sentido, es preciso
aprender a vivirla, lo cual en verdad, es un arte y que como tal, debemos
cultivar con paciencia y perseverancia para que dé los frutos deseables, porque
“las formas no tiene valor, al igual que no hay pollito sin cáscara, pero el
cascarón ya no vale de nada una vez que sale el pollito”554
“Cuánto más compleja se vuelva la civilización, más
difícil será el arte del vivir. Cuánto más rápidos los cambios en los hábitos
sociales, más complicada será la tarea del desarrollo del carácter. Si la evolución del arte de vivir no se mantiene al
ritmo de la técnica de la existencia, la humanidad volverá a caer rápidamente en
el simple impulso de vivir” 1772.
Desgraciadamente,
en este momento la humanidad ha caído en el simple impulso de vivir y ha
trastocado los verdaderos valores, el consumismo obliga a trabajar muchísimo
para poder consumir todo lo que se nos ofrece, y como esta fiebre es devoradora
se termina agotado y casi no queda tiempo para la comunicación con nuestros
seres queridos, originando así el vacío interior que produce la incomunicación
dentro de la familia y de donde se derivan casi todas las lacras sociales como
el alcoholismo y la droga, porque ellas pretenden ser el sustituto a la soledad
y a la falta de cariño. La gran mayoría
de los padres, nos hemos convertido en buenos proveedores, pero a la vez, en muy
malos compañeros de nuestros hijos.
La peor de las soledades es la que se crea con
la incomunicación no sólo con los humanos, sino con nosotros mismos al no
mantener cercanía con el Espíritu del Padre que en nosotros reside, si
sintiéramos su presencia jamás nos sentiríamos solos.
yolanda silva solano yosis282@gmail.com