anímicas, por una percepción espiritual nacida de su inocente pureza. Del mismo modo, en sus
primeros años, los niños pueden "ver" los mundos suprafísicos, y muy a menudo charlan
acerca de lo que ellos ven, hasta que la burla y el ridículo de los padres, o el castigo
por "decir tonterías" les obliga a callar.
Es verdaderamente deplorable que los pequeños se vean reducidos a mentir (o al menos
negar la verdad) debido a la incredulidad de sus "sabios" mayores. Asimismo, las investigaciones
de la Sociedad de Estudios Psíquicos (Society for Psychical Research) han dado por resultado
el descubrimiento de que los niños, frecuentemente, tienen compañeros invisibles, que
les visitan a menudo hasta que alcanzan algunos años de edad. Durante estos años la
clarividencia de los niños es, lo mismo que la de los médiums, de carácter negativo.
Lo mismo ocurre con las fuerzas que trabajan en el cuerpo de deseos. La pasiva facultad
del sufrimiento del dolor físico se halla presente en ellas, mientras que el sentimiento de
emoción está casi por completo ausente. El niño, por supuesto, exteriorizará su emoción a
la menor provocación, pero la duración de tal sentimiento es sólo momentánea. Todo está
en la superficie. De este modo podemos ver que todas las cualidades negativas se hallan
latentes en la entidad recién nacida, pero antes de que sea capaz de utilizar sus diversos
vehículos, las cualidades positivas deben madurar.
El niño posee el eslabón de la mente, pero es casi incapaz de mostrar ninguna actividad
individual de pensamiento. Es excesivamente sensitivo a las fuerzas que actúan sobre el
polo negativo de la mente, y por lo tanto es imitador y enseñable.
No debemos imaginarnos, por lo tanto, que cuando el pequeño cuerpo de un niño ha nacido,
el proceso del nacimiento ha terminado. El espíritu, habiendo construido ya muchos cuerpos
físicos, los construye muy rápidamente, pero el cuerpo vital es una adquisición posterior
del ser humano. Por esta razón, no estamos tan especializados en la construcción del
último vehículo Por consiguiente necesitamos más tiempo para construir el cuerpo
vital de los materiales no utilizados en la delineación del arquetipo y no viene a la vida
hasta la edad de siete años, o sea el período en el que el niño echa su segunda dentición.
El cuerpo de deseos es aún una adquisición posterior del complejo hombre y no es traído
al nacimiento hasta la edad de catorce años, es decir, la edad de la pubertad; y por último,
la mente, que hace al hombre lo que es: "Hombre", no tiene lugar su nacimiento hasta los
veintiún años. Según la ley ésta es la edad reconocida como la más temprana para que el
individuo esté capacitado para ejercer sus derechos civiles.
Respecto a la influencia que el nacimiento de los diversos vehículos tiene sobre la vida,
podemos decir: aunque los órganos han sido formados a la hora en que el nuevo ser viene a la vida,
durante el tiempo del nacimiento a los siete años, o cambio de los dientes, las líneas del crecimiento
del cuerpo físico se determinan. Los órganos de los sentidos toman formas definidas, las
cuales nos dan las tendencias de su estructura e inician una u otra dirección en su desarrollo.
Después aumentan de tamaño, pero todo su crecimiento sigue las líneas determinadas
en estos siete primeros años, y las equivocaciones o negligencias de las oportunidades de
este período no podrán ser rectificadas después en la vida. Si los miembros y órganos han
tomado la conformación debida, el cuerpo total después de su desarrollo completo será
armonioso; pero si ha habido alguna deformación, entonces el cuerpo físico de la persona
será más o menos desproporcionado. Es un deber del pedagogo y educador proporcionar al
niño la debida atmósfera en este período, según la naturaleza lo hace antes del nacimiento,
pues solamente esto puede dar al sensitivo organismo la dirección justa y tendencias
apropiadas de crecimiento.
El sonido tiene poder constructor en ambos sentidos, para lo pequeño y lo grande, y por lo
tanto podemos imaginarnos que el ritmo debe tener una influencia enorme sobre el organismo
del niño en crecimiento. El apóstol San Juan, en el primer Capítulo de su evangelio expresa esta
idea, místicamente, en las bellísimas palabras: "En el principio era el VERBO... y sin Él nada de
lo que ha sido hecho fue hecho... y el VERBO se hizo carne." El VERBO es un sonido rítmico, el cual,
emitido por el Creador, resuena por todo el Universo y moldea a incontables átomos en múltiple
variedad de figuras y formas que vemos a nuestro alrededor. La montaña, la margarita, el ratón
y el hombre son todos la encarnación de la gran Palabra Cósmica, la cual resuena en todo
el Universo silenciosamente; y qué silenciosa construye y edifica aunque no sea oída por
nuestros groseros oídos. Pero aunque nosotros no oigamos este maravilloso sonido celestial,
podemos trabajar sobre el diminuto cuerpo del niño por medio de la música terrestre. Los
arrullos de las niñeras no tienen sentido, pero sin embargo, están dotados y llevan en sí
un ritmo hermosísimo, y cuanto más se enseñe y diga al niño que los repita, los cante, que
baile y marche a su compás, cuanta más música se incorpore en la vida cotidiana del niño,
más saludable y fuerte será el organismo de este ser en los años venideros.
Hay dos lemas que tienen aplicación durante este período, uno para el niño y el otro para
los padres: ejemplo e imitación. Nada hay bajo el firmamento que sea tan imitativo como un
niño pequeño, y su conducta en los años posteriores dependerá en mucho del ejemplo
dado por sus padres en los primeros años de su vida. Todo en su alrededor deja su huella,
ya sea bueno, ya sea malo, en la mente del niño, y debemos, desde luego, concebir y
comprender que la acción más insignificante puede producir daño o buenaventuras
incalculables en las vidas de nuestros hijos, y que "nunca debemos hacer nada en presencia
del niño que no deseemos perfectamente que él lo imite". Está fuera de lugar el pretender a esta
edad enseñarle a pensar o moralizar, puesto que todavía no tiene mente, no posee razón
aún. El ejemplo es el único maestro que el niño necesita y que acepta. Es para él tan imposible
dejar de imitar como lo es para el agua el dejar de correr cuesta abajo, porque éste es el
único método de desarrollo a esta edad. La enseñanza de la moral y de razonamiento vendrá
después y el pretender imponérselas a esta edad, es igual que el pretender extraer del vientre
de la madre un niño prematuramente.
Si cualquiera pretendiese extraer a la fuerza un niño de la matriz protectora de su madre, el
ultraje produciría su muerte, porque el niño no ha llegado aún a la madurez debida para
sufrir los impactos del mundo físico. En los tres períodos septenarios que siguen al nacimiento,
los vehículos invisibles están todavía en la matriz de la Madre Naturaleza. Si enseñamos a un
niño de tiernos años a que recuerde o piense, o si nosotros excitamos sus sentimientos y
emociones, estamos, en efecto, abriendo el vientre protector de la Naturaleza, y los
resultados son igualmente desastrosos al respecto como el forzar un nacimiento prematuro.
Los niños prodigios se convierten generalmente en hombres y mujeres de menos que
mediana inteligencia. Por otra parte, no debemos oponernos a que el niño piense o aprenda
"de su propia voluntad", sino que lo que no debemos hacer es estimularles e importunarles
como hacen algunos padres y parientes o conocidos, con demasiada frecuencia, para
satisfacer su propia vanidad. Todo lo que el niño sea capaz de adquirir de pensamientos,
ideas o imaginación, "vendrá por sí mismo", en la misma forma que los ojos u oídos se
desarrollan antes del nacimiento físico.