Dios mora en el Paraíso, pero su divina presencia también mora en
la mente de los hombres.
Libro de Urantia. Pág.139
“La mente
finita del hombre es incapaz de comprender cómo un Dios tan grande y majestuoso
como el Padre Universal, puede descender de su morada eterna en perfección
infinita para fraternizar con cada criatura humana, por tanto el intelecto
finito debe hallar la certidumbre de la comunión divina en la verdad del hecho
de que un fragmento real del Dios viviente, reside en el intelecto de cada
mortal urantiano de mente normal y moralmente consciente. Los Ajustadores del
Pensamiento residentes son parte de la Deidad eterna del Padre Paradisiaco. El
hombre no necesita ir más allá de su propia experiencia interior de
contemplación del alma de esta presencia de realidad espiritual para encontrar a
Dios e intentar la comunión con él.”62
Desgraciadamente las religiones han transformado estas verdades en
dogmas, en vez de enseñarnos que “ Jesús se autootorgó a nuestro planeta para
enseñarnos que “Dios mora en el Paraíso, pero su divina presencia también mora
en la mente de los hombres.”139 A nuestra mente finita le resulta difícil el
decifrar este misterio, porque es cierto que mientras estemos aprisionados a
nuestro cuerpo mortal no podemos ver a Dios, sin embargo “cuando hayas terminado aquí, cuando tu carrera
haya acabado en su forma temporal en la tierra, cuando concluya tu viaje de
tribulación en la carne, cuando el polvo que compone el tabernáculo mortal
regrese a la tierra de donde provino, entonces, el Espíritu que mora en ti
regresará a Dios que lo otorgó. Habita dentro de cada ser mortal de este planeta
un fragmento de Dios, una parte integral de la divinidad. Aún no es tuyo por
derecho de posesión, pero está concebido intencionalmente para volverse uno solo
contigo si sobrevives a la existencia
mortal.”26
“Es debido a este fragmento de Dios
que reside en ti que puedes esperar, según progresas en armonía con la dirección
espiritual del Ajustador, discernir más plenamente la presencia y el poder
transformador de esas otras influencias espirituales que te rodean y sobrecogen
pero que no funcionan como parte integrante de ti. El hecho de que no tienes
intelectualmente conciencia de un contacto estrecho e íntimo con el Ajustador
residente, no refuta en lo más mínimo tan elevada experiencia. La prueba de la
fraternidad con el Espíritu divino consiste totalmente en la naturaleza y grado
de los frutos del espíritu que rinden en la experiencia vital del creyente. «Por
sus frutos los conoceréis».69
Nuestra
espiritualidad, nuestra cercanía con nuestro Padre no se basa en lo que sabemos,
sino en la forma como nos comportamos en nuestra vida cotidiana y especialmente
con nuestros hemanos, porque “el amor es el deseo de hacer el bien a los
demás.