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General: Cyril Scott (ALGO SOBRE EL)
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De: moriajoan  (Mensagem original) Enviado: 09/08/2016 19:59





Painting of Cyril Scott by George Hall Neale, photo credit: National Portrait Gallery, London

A composer, author, poet and occultist, Cyril Scott was an extraordinarily creative man. Ahead of his time both in his music and in his thought, Cyril Scott was one of the more remarkable men of his generation. Described by Eugene Goossens as "the father of modern British music", Cyril Scott was admired by composers as diverse as Claude Debussy, Richard Strauss, Igor Stravinsky and his lifelong friend  Percy Grainger.
site design: Amanta Scott 
© 2016  all rights reserved: Cyril Scott Estate



La pintura de Cyril Scott, George Hall Neale, Crédito de la foto: National Portrait Gallery, Londres

Un compositor, autor, poeta y ocultista, Cyril Scott era un hombre extraordinariamente creativo. Por delante de su tiempo, tanto en su música y en su pensamiento, Cyril Scott fue uno de los hombres más notables de su generación. Descrito por Eugene Goossens como "el padre de la música británica moderna", Cyril Scott fue admirado por compositores tan diversos como Claude Debussy, Richard Strauss, Igor Stravinsky y su amigo de toda la vida - Percy Grainger.

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Capítulo II

Moralidad y Supramoralidad


"Como muchos de Udes. saben ahora., muchas de las enseñanzas que les imparto en estas tardes son de tal naturaleza que pueden ser comprendidas por lo que no pertenecen a nuestra Orden particular.

Suponer que los Maestros existimos sólo para enseñar a unos pocos discípulos a desarrollar sus centros psíquicos (M.H. utilizó la palabra Chakrams) "es de suponer un engaño. Realmente, a la mayoría de Vds. intento disuadirles de tal desarrollo, como un obstáculo para alcanzar la meta más que como un medio para llegar a ella. Para lo que realmente estamos aquí los Maestros es para guiar a la humanidad y para enseñarles tantas ideas de tipo moral, espiritual y ético como se requieran en un determinado momento.

¿Cómo se lleva esto a cabo? Por medio de nuestros chelas (discípulos), que moviéndose en el mundo y utilizando su discreción esparcen tantas porciones de nuestras enseñanzas como juzgan conveniente y como ofrece la oportunidad.

Así ayudamos a nuestros discípulos y, recíprocamente, nuestros discípulos nos ayudan a nosotros. Si son escritores, algunas de sus enseñanzas se reflejan en sus libros; si son poetas aparecen en sus poesías, y si son músicos 1o manifiestan en su música. Cuando investigo en esta pequeña comunidad, veo miembros de varias profesiones, y todos me ayudan lo mejor que saben", y añadió mirando maliciosamente, " ¡ eso espero! Es a ellos a los que intento ayudar, trayendo nuevas ovejas al redil, por así decirlo, no solo para extender discretamente nuestras enseñanzas, sino para persuadir a los incrédulos del mero hecho de nuestra existencia. Naturalmente no hay duda de que los buscadores de sensaciones preferirían que apareciésemos milagrosamente antes nuestros futuros discípulos y dijéramos: Yo soy tu Gurú, ven y sé mi discípulo. Pero este no es nuestro modo de actuar y nunca lo será. A menos que los discípulos sean clarividentes y puedan vernos sin tener que materializarnos, supondría un derroche de energía, y nos haría culpables de exhibicionismo. Una de nuestras normas es no hacer las cosas de un modo extraordinario, si pueden hacerse de un modo ordinario. Lo que hacemos después que el discípulo y el Maestro han llegado a estar estrechamente unidos es otra cuestión."
M.H. encendió un cigarrillo.

Esta noche voy a hablarles del mayor obstáculo, prácticamente, para la Sabiduría oculta" usó el término Yoga Vidya "logro espiritual y progreso místico. Ese obstáculo es el Convencionalismo en cualquier forma que pueda tomar, en relación con la moral o la religión. Los escritores del Nuevo Testamento retrataron a los fariseos como los adictos más típicos, y Jesús dijo que las rameras estaban más cerca del reino de los Cielos que estos fariseos lo que, siguiendo la hipérbole oriental, está de acuerdo con los hechos. Si miramos el cuerpo mental de mucha gente convencionalista encontraremos su contorno duro y rígido, y el cuerpo en sí mismo pequeño y desnutrido. Si intentamos impresionar esos cuerpos con nuestras enseñanzas, nuestros pensamientos no pueden penetrar la barrera de esa su superficie dura; y a veces el único medio de poder romperla es la música de naturaleza moderna y bastante discordante. Es ahí donde varios compositores modernos están haciendo un buen trabajo.

¿Cómo crece la semilla de esta, cizaña del Convencionalismo? Por la pereza mental, temor a lo que otros puedan pensar; vanidad o capacidad de sentirse herido por lo que otros digan; y superstición o la falsa idea de que lo que piensa la mayoría debe ser lo correcto. El Convencionalismo en su relación con la religión no lo vamos a tratar ahora: lo que discutiremos esta tarde es su relación con la moral.

Como Vds. saben, la moral convencional existe y es practicada por las masas en mayor o menor grado; pero para el estudiante que está hollando el Sendero, o en sus proximidades, se requiere algo mucho más elástico y elevado. Algo que podemos bautizar con el nombre de Supramoralidad. Mientras que esta última se fundamenta en el altruismo y obtiene su criterio del altruismo, la primera, con bastante frecuencia, aunque pretendiendo estar basada en el altruismo, es el resultado y la excusa del egoísmo. Por eso hay muchas razones por las que la gente elige ser moral -pero sólo puede haber una razón por la que la gente elija ser supramoral. Un hombre puede ser moral porque teme lo que puedan pensar de él sus vecinos -lo que indica que es gobernado por la vanidad combinada con la cobardía. Otro hombre puede ser moral porque le viene bien a sus conveniencias -es decir, porque obtiene alguna ventaja de ser así. Pero, al contrario, un hombre no puede ser supramoral por tales razones; y no recibirá probablemente más que puntapiés y calumnias. Y esto porque al individuo de la calle el moralista le parecerá un inmoralista; pues los extremos indiscriminados parecen semejantes, igual que la luz más brillante puede ser tan cegadora como la oscurida más densa."

Aquí el Maestro se levantó de la silla y paseó por la pequeña plataforma durante un rato, hasta que prosiguió.

"¿Qué rasgo es, pues, el que distingue la moralidad de la supramoralidad? es el desinterés de la motivación. Laprimera proviene del cerebro, la segunda del corazón; la primera depende de reglas y convenios, la segunda depende enteramente de las circunstancias. Sirva este ejemplo como muestra. ¿Son Vds. tan inocentes como para suponer que yo mismo, al que llaman encantados su Maestro, no les engañaría si creyera que es por su propio bien? Todavía hay quienes levantarían sus manos en señal de horror ante tal idea: ¡Un Maestro engañando o diciendo una mentira¬ increíble, imposible! Pocos de ellos se dan cuenta de que un Maestro en cierto sentido necesita fingirlo que es una forma de engañar- la mayor parte del día. ¿Se imaginan a un Iniciado que ha adquirido esa perfecta, permanente e incondicional Conciencia de Amor (que, como saben, es concomitante con el Adeptado) comportándose de acuerdo con esa conciencia interna? ¿Nos imaginan a los Iniciados arriesgándonos a mostrar el amor que sentimos por todos? ¡Probablemente nos encontraríamos pronto en un asilo de lunáticos, y tendríamos que malgastar nuestros, así llamados, mila¬grosos poderes intentando escapamos de nuevo!"

Un murmullo de risas se dejo oír por toda la sala.

"Eso está muy bien para todos los Mahatmas que hacen vida de ermitaños en lo más resguardado de los Himalayas: Pueden comportarse como quieran... al menos ellos podrían hacerlo si realmente vivieran como ermitaños pero muchos de ellos no viven así. También tienen sus chelas (discípulos) y no permanecen todo el día en contemplación estática. Eso sería muy agradable para ellos habiendo llegado al fin de su viaje- pero ¿cómo sería para las pobres criaturas que están todavía luchando en el camino? Porque hayamos aprendido ciertas cosas -habiendo dedicado a ello años y quizá siglos- ¿quiere esto decir que debamos seguir haciendo esas cosas por el placer que nos dan y para
enseñar a otros lo que sabemos hacer? No. El supramoralista se da cuenta de que cuando ha adquirido una virtud o facultad, sea por su veracidad o en trance estático qué importa- debe ocultarla o darla a conocer rara vez, según aconsejen las circunstancias. Un Swami me dijo una vez que en una encarnación anterior yo había sido un gran orador. Puede que fuera cierto, o puede que no; pero suponiendo que fuera verdad, y que todavía conservara esas grandes facultades oratorias, ¿sería conveniente para mí alentar sus emociones con grandes discursos en vez de hablar sencillamente con Vds. como lo hago? Si el segundo procedimiento es suficiente, ¿por qué emplear el primero? Si hiciera eso, ¿no estaría recordándoles que puedo hacer algo que Vds. no pueden? La mayoría de la gente, cuando adquiere una virtud particular, se siente inclinada a exhibirla ante aquellos que todavía no la han conseguido. Piensan que eso es bueno para las pobres gentes que no son virtuosas -vano sueño, siendo la vanidad la causa de sus pensamientos. ¿Cómo les sentaría si estuvieran hambrientos y llegara uno de sus amigos con un gran trozo de pastel en la mano y se lo comiera delante de sus ojos?.

¿Sería una acción amable? O si un amigo de Vds. hubiera perdido todo su dinero ¿considerarían justo ponerse delante de él y sonar las monedas de sus bolsillos para beneficio de su amigo? Pues todavía hay miles de gentes religiosas y de elevada moral que hacen esto con sus virtudes.
Hay bastante exhibicionismo de virtudes en el mundo y no es necesario observar mucho para darse cuenta de ello. Pero, ¿qué implica todo ese exhibicionismo de virtudes? Simplemente que un hombre o una mujer necesitan mostrarlas a otros. ¡Una virtud es una virtud!, dicen, por tanto mientras más se den a conocer, mejor. Y luego probablemente citarán escrituras para respaldar su argumento."

El Maestro hizo una pausa y continuó luego en un tono diferente:

"Pero, ¿no hay ninguna ocasión en la que debamos mostrar nuestras virtudes? Naturalmente que la hay, pero depende de porqué, cómo y dónde las mostremos. También hay veces en que debemos descubrir nuestros vicios aunque no los tengamos. Recientemente un discípulo vino a mí y me preguntó cómo podría curar a un amigo que había adquirido el hábito de la bebida, y le di algunos consejos que ocasionaron la ruptura de nuestras nominas. ¿Cómo procedió de acuerdo con aquellos consejos? Se fue y bebió varias veces en compañía de su amigo. Una noche, antes de que él o su amigo hubieran bebido demasiado como para estar completamente borrachos, arrojó su vaso contra el suelo y dijo: Mira aquí, ¿por qué demonios bebemos esta condenada y sucia porquería? Sabe a podrida, nos deja un pútrido aliento, y no merece la pena. No voy a probada más, ¿por qué no haces tú lo mismo? Y aquel hombre dejó la bebida.


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De: moriajoan Enviado: 09/08/2016 20:11
La acción de su amigo tuvo tan fuerte valor sugestivo, combinado con una pequeña ayuda oculta que le proporcioné, que se curo.

Desde el punto de vista de la moral convencional mi discípulo rompió nuestras normas, engañó a su amigo e hizo una bestia de sí mismo, como dice la frase; pero desde el punto de vista de la Supramoralidad actuó como un heroico samaritano.
Así que es necesario hacer que la gente se dé cuenta de que no hay una verdad moral absolutamente permanente -y, por favor, no confundan las verdades morales con las espirituales; las últimas son permanentes, mientras que las primeras dependen de una gran variedad de circunstancias cambiantes. Por ejemplo, la moral en el Tibet no es la moral de New York. Si aquí en los Estados Unidos una mujer se casa, no sólo con Mr. X, sino también con todos sus hermanos, será vista como un símbolo de depravación. Si, por el contrario, en el Tibet rehúsa casarse con aquellos hermanos, será con¬siderada igualmente como un símbolo reprensible. Y no se puede decir que los tibetanos sean bárbaros y nos neoyorquinos no ésta no es la razón. La razón es simplemente que en el Tibet no hay suficientes mujeres para todos. Y lo que es más, si esta fantástica guerra hubiera durado mucho más, puede que no hubiera habido suficientes hombres en este país, y por tanto un hombre no sólo se hubiera tenido que casar con su amada, sino también con las hermanas de su novia. Ríanse Vds. y hacen bien, pues cada cosa tiene su lado divertido, pero sus menos iluminados compatriotas no se reirían de tan improcedente situación. Dirían que esto era intensa y desagradablemente inmoral.


Seamos honestos y suficientemente valerosos para reconocer los hechos. ¿Es más grave matar a cientos de seres inocentes porque las naciones están en una confusión por rehusar amar a sus vecinos, o es más grave casarse con varias mujeres para salva la población del resultado de aquella confusión.

Déjenme decides lo que pensarían al respecto los moralistas, aunque yo no estoy de acuerdo con su opinión: Durante centurias esa clase de matanza a gran escala ha sido vista como algo grandioso y heroico, porque una cosa que es un mal a pequeña escala es justificado cuando se aumenta de tal manera que no es una cuestión lógica. Pero yo les digo que la causa de esa inconsistencia está en un convenio verbal, o tradición, si Vds. lo prefieren."

"Y por tanto Vds. deben darse cuenta de que quienes estamos intentando hollar el Sendero de la Sabiduría no podemos tener el mismo punto de vista en cuestiones morales que la mayor parte de la gente; lo que requerimos es algo más elevado, más elástico, más espiritual; en vista de que la moral no sólo cambia según el lugar, nación y clima, sino también con los tiempos, necesitamos un criterio diferente al de la moral tradicional, de lo que está bien y de lo que está mal. Y si alguna gente no esta dispuesta a creer que la moral cambia con los tiempos, que busquen en el libro más sagrado de todos los pueblos de Occidente y lean cómo antes el ideal de justicia era" ojo por ojo y diente por diente". O lean más adelante todavía en el libro de Salomón,
considerado como el hombre más sabio -lo que seguramente implica también el más moral- que jamás vivió. Y contéstenme a esto: ¿Cómo consideraría la gran masa de americanos exigentes, con su legislación contra esto y aquello, a un hombre que tuviera setecientas esposas y doscientas concubinas? ¿Considerarían a este hombre como el más sabio de todo el continente? Me gustaría saber cómo podría dicho hombre encontrar tiempo para cultivar la sabiduría, bajo la tensión de tan extensas y eróticas obligaciones."

Estas palabras fueron cogidas con un murmullo de risas, pero el Maestro continuó impasible: "Y, a propósito, ya que hemos tocado el tema de la legislación, debo señalar que ningún supramoralista atenta contra la libertad de los demás  sólo los moralistas hacen eso. Por todos los medios permiten a los hombres hacer tantas leyes como gusten, si eso les divierte, pero les permiten hacerlas para ellos mismos, y no para los demás. ¿De qué manera podemos ser partícipes de los asuntos de los demás? ¿Creen Vds. que forzando a nuestros semejantes a hacer esto o aquello estamos adelantando su evolución? ¿Adelantarían Vds. la evolución de un gran luchador atando sus manos? No. Sólo hay un medio para adelantar la evolución de nuestros semejantes, y es persuadiéndoles, no forzándoles, fíjense bien, a alterar sus motivos: pues el motivo es lo importante, la acción es secundaria. Si pueden enseñar a la gente a pensar con el corazón tanto como con el cerebro habrán hecho algún bien."

Con esto terminó la plática por aquella tarde, pero el Maestro abrió el diálogo.

"¿Quieren hacer algunas preguntas?, dijo.
"¿Cómo definiría Vd. una verdad espiritual?", preguntó la muchacha que había junto a mí. "Antes dijo que no debemos confundir las verdades espirituales con las verdades morales."

"Cuando el yogui dice que todo es Bramhan, "contestó, "está expresando una verdad espiritual. O cuando decimos que solamente hay un ser, esto es una verdad espiritual. Ta¬les verdades son permanentes, inmutables; las verdades morales son relativas y, por tanto, sujetas al cambio. ¿Algu¬na pregunta más?"

Nadie respondió, por lo que El Maestro descendió de la pequeña plataforma y todos se levantaron de sus sillas. Hablaron en voz baja y se dirigieron a la gran mesa que había en un extremo de la habitación, en la que se sirvieron sencillos refrescos. Me ofreció bocadillos una muchacha excesivamente bella que, de la forma más natural del mundo, "hizo amistad conmigo" , diciéndome en primer lugar que estaban muy contentos de tenerme entre ellos, y que esperaba que me sintiera como en mi casa, etc., etc. Otros pocos hicieron lo mismo, siendo la base de las conversaciones el deseo de que me sintiera como en mi propio hogar y, por supuesto, así fue.

La mayor parte de los discípulos con los que estaban eran menores de cuarenta y cinco años, aunque había unos pocos con más de dicha edad, y uno de ellos se acercaba a los setenta, Me sentí especialmente asombrado por su as¬pecto saludable en extremo, aunque nadie podría describir¬le como una persona robusta o especialmente musculosa.

El espíritu de afabilidad era particularmente evidente en ellos, y debo decir que mientras estuve en su compañía no encontré ni una sola vez algo que se pareciera a una charla maliciosa.

Después de una media hora de conversación, el pequeño grupo mostró signos de marcharse. Uno o dos de los invita¬dos estrecharon la mano de M.H. antes de irse a casa, pero la mayoría noté que se despedía "a la francesa" o daba las "buenas noches a todos". Como yo tenía la esperanza de una cita con M.H. al día siguiente, me quedé el último y cambié unas palabras con él.

"Bueno, ésta es la forma de hacer las cosas aquí", dijo alegremente, "espero que haya hecho Vd. algunos amigos." Le dije que todos habían sido muy amables conmigo.
"Hay una o dos personas con las que me gustaría que intimara. Veamos ahora", reflexionó, "mañana jueves Viola Brind vendrá a las cinco, y trae una amiga que puede llegar a ser discípulo. Sí, así lo haremos. Vuelva a las cinco también Vd. Y tomaremos el té. Cuando los demás se hayan marchado podremos charlar." Y con esto nos despedimos.

Cuando iba por el vestíbulo, encontré a un hindú cerca del cual había estado sentado; estaba recogiendo sus cosas.

"Sigue Vd. mi camino?", le pregunté. "Adónde va Vd.?"

"Hacia la calle B..."
Me dijo que se dirigía hacia allí y le sugerí que fuéramos paseando juntos. Era un hombre de una naturaleza extraordinaria y de los rasgos más bellos de cuantos había conocido; me preguntaba mientras caminábamos si estaría muy evolucionado. No era hombre muy hablador, aunque su silencio no daba impresión de frialdad.

"Lleva Vd. mucho tiempo con el Maestro?", pregunté.

"Sí", contestó reprimiendo una amable sonrisa como la que aparece cuando un niño hace una pregunta ingenua.
"Entonces supongo que estará muy avanzado."

Esta vez no reprimió su sonrisa.

"Todas la cosas son relativas", contestó sin más.

No soy preguntón por naturaleza, pero si la información incide sobre mi Maestro la busco en cualquier parte que esté, igual que un muchacho hambriento busca comida; por tanto insistí. "Practican Yoga aquí todos Vds?"

"Qué entiende Vd. por Yoga?" "¡ Toma!, pues posturas, ejercicios respiratorios, meditación. "

"No, en absoluto", me miró benignamente y preguntó:

"¿Pueden succionar los elefantes la miel igual que las abejas, o la mangosta llevar un jinete como un caballo?"

 Supuesto que no, y me sentí divertido interiormente con sus sonrisas.

"Entonces que métodos emplea M.H?"

"Los que son más adecuados a cada discípulo, y son tantos Y tan variados como los temperamentos y ocupaciones de los discípulos mismos."

Y esto fue todo lo que conseguí de él, pues acabábamos de llegar a su apartamento o lo que fuera. Para mi pesar nunca volví a verle. Después supe que se, marchó a la India al día siguiente.

Pero aquella primera noche aún me encontré con otro de los discípulos. Lo encontré sentado en el canapé de mi hotel, leyendo el periódico. Era músico y había estado hacien¬do una gira por los Estados U nidos teniendo la suerte de encontrarse con M.H.

"Nos volvemos a ver esta noche", dijo haciéndome señas alegremente, ¿quiere sentarse y charlar antes de marchar¬nos?"

"Por supuesto", contesté, dándome cuenta al momento de que seria más comunicativo que mi amigo hindú. "¿Dónde conoció Vd. a MH?,', pregunté sin más preámbulos.

"En Londres, por medio de un amigo. ¿Y Vd?"

"En Londres, también"

"Entonces ¿se conocen Vds. desde hace tiempo?" Moví la cabeza en señal de asentimiento. "Quién era aquel impresionante hindú?  Paseé un poco con él". "Oh, es el yogui...", mencionó un largo nombre sánscrito, "es un compañero maravilloso."

"Ciertamente le rodea una aureola maravillosa", dijo "y me pareció muy evolucionado."

"Sí, lo es, pero se dará Vd. cuenta con el tiempo de que muchas de las personas que puedan no parecerle muy evolucionadas, son las más avanzadas de todas. Aquel yo¬gui, por ejemplo, fue un hermitaño en la jungla durante diez años, y no habló una palabra en tres, así se me ha dicho."

"El hecho de que M.H. sea su Gurú (Maestro) en vez de uno de los Maestros hindúes parece muy curioso."

Encontrará muchas cosas curiosas aquí. Yo hace tiempo que abandoné la idea de intentar resolver enigmas. Aunque la solución de éste creo que es fácil. ¿Supone Vd. que esta es la primera vida en la que se ha encontrado con MH?"

"No".

"Luego entonces, como el vínculo entre un Maestro y su discípulo es el más fuerte de todos, persiste vida tras vida, ¿no es cierto?”

Me mostré de acuerdo con él.

"Entonces ¿cree Vd. realmente que porque en esta encarnación MH haya nacido en Inglaterra y su discípulo en la India existe algún obstáculo para sus relaciones?"

"No, naturalmente que no, ahora que me lo ha explica¬do".

"Además", prosiguío, "MH estuvo en la India años y años."

"¡Dios mío!, entonces ¿qué edad tendrá?", exclamé.

"Oh, alrededor de cien", contestó con bastante indiferencia; luego, corrigiéndose a sí mismo: "No, realmente sólo lo saben uno o dos de sus discípulos, pero no lo revelarán."

Tarareó una canción y tocó con los dedos en el brazo de su sillón.

Le ofrecí un cigarrillo.

"No, gracias. No fumo", dijo.

"¿No se lo permite?"

"No se trata de permiso en este caso. Se me aconsejó que  no lo hiciera: ello agravaría una oscura y obstinada dolencia que tengo."

"No puede curarle MH?"

"Querrá decir si no quiere... Cuando yo haya aprendido a ignorar la dolencia y a trabajar tan eficazmente como si no la tuviera, él se ocupará de su curación. Dice -bueno Vd. sa¬be como dice estas cosas- 'Hijo mío, se adquiere mayor perfeccionamiento haciendo un buen trabajo a pesar de tener un cuerpo enfermo que curándolo'."

"Yo tenía entendido que Buda dijo que la salud perfecta era necesaria para alcanzar la salvación." 

"Quizá lo dijera, y supongo que en nuestra encarnación final tendremos una salud espléndida. No sé acerca de Vd.," añadió con humor, "pero a mi me queda un largo camino que recorrer hasta llegar a eso."

"¡Dios mío!, yo..." exclamé, "sin embargo, como Vd. sabe, Ramakrishna fue un gran santo y murió de cáncer."

"Sí, porque solía asumir el karma de otras personas. Pero entonces no era un Maestro."

"Cómo sabe Vd. eso?"

"MH me lo dijo. Dijo que estaba cerca del Adeptado, pero que no lo había alcanzado todavía."

"¿Espera el Maestro que sus discípulos estudien libros filosóficos durante cierto tiempo cada día, como se hace en algunas escuelas esotéricas?", le pregunté después de hacer una breve pausa.

El músico soltó una carcajada. "No estamos aprendiendo el alfabeto ocultista: la mayor parte de nosotros hemos hecho eso antes de venir aquí. Y o acostumbraba a leer durante tres o cuatro horas al día antes de encontrar a MH -no como un deber, sino porque me gustaba. Cuando Vd. ha extraído todo el conocimiento que puede de los libros, entonces aparece el Maestro. Dice que la gente que escribe os libros sólo sabe hasta un límite. Porque las reglas dadas n los libros son completamente inadecuadas para cierta gente, e incluso hacen daño. He leído en alguna parte, por ejemplo, que, a menos que Vd. medite durante media hora l día, no podrá llevar una vida espiritual. A mí se me ha dicho que no medite más de cinco minutos, porque esa clase
de concentración necesita mucha más energía, y MH dice que toda la energía que tengo debo emplearla en mi traba¬jo."

"Estoy aprendiendo bastante esta noche", observé con sinceridad, "ha sido una gran suerte encontrarme con Vd."

Sonrió de nuevo. "No ha sido suerte. El me dijo que aguardara aquí esta noche - considerando que nos hospedamos en el mismo hotel. Nos entusiasmamos hablando y discutiendo entre nosotros, especialmente cuando llega uno nuevo. Naturalmente", añadió entre paréntesis, "todos nosotros tenemos nuestros secretos, pero si no supiéramos guardarlos, tanto peor para nosotros. El nos dijo un día que, a veces, podíamos aprender más hablando entre nosotros que escuchándole a él. Sobre esto tengo mis dudas  Vd. sabe lo modesto que es pero he encontrado algo de verdad en ello. "

"Bueno, espero que nos encontraremos más a menudo para charlar más."

"Yo también lo espero, y desearía no tener que marcharme pasado mañana para dos o tres meses. Me quedaría aquí para siempre si tuviera suerte. Todavía, como él dice que estos viajes son en beneficio de nuestro trabajo, tengo que consolarme con eso. Después de todo...", dejó de hablar haciendo un gesto.

Seguimos hablando durante otras dos horas, y no nos habríamos acostado a no ser por los sirvientes del hotel, que vinieron y nos miraron disgustados por malgastar la luz.

Texto del libro "EL INICIADO EN EL NUEVO MUNDO"
AUTOR: Cyril Scott

Resposta  Mensagem 3 de 3 no assunto 
De: moriajoan Enviado: 09/08/2016 20:12



 
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