Los grandes jefes silfos empujan masas de nubes enormes como montañas a través
del cielo y sus poderosos rostros se dibujan momentáneamente contra el fondo de las
nubes, como si fueran esculpidos sobre un gran peñasco blanco. Su conciencia se
mantiene firmemente atenta al mandato interno que reciben de los grandes
Arcángeles que guían el destino de la Tierra; sin embargo algunas veces responden
a la llamada de la mente humana dirigida hacia ellos y entonces pueden, por un
momento, echar un vistazo abajo, hacia la Tierra y al pequeño ser humano
que los ha invocado, mientras continúan majestuosamente su camino. Los miembros
más pequeños de la Jerarquía de silfos toman forma evanescente en las ráfagas
de viento y en las corrientes de aire que soplan sobre la Tierra y el mar. Los
videntes han observados que en tanto que la humanidad considere a estos Espíritus
elementales como no existentes, no hace verdadero contacto con ellos; pero cuando
comienza a entender que son seres vivientes y sientes que ellos también están
evolucionando, se establece gradualmente un contacto. Parte de la razón del
porqué son invisibles para nosotros, es que ellos mismos no desean ser vistos o
molestados cuando están trabajando. Sus juegos son otro asunto, porque entonces
es cuándo están libres de sus deberes y pueden ponerse en contacto con los
seres humanos, imitando sus costumbres y trajes,representando primorosas
pantomimas con objeto de jugar con el amigo humano.
Sus fiestas del Solsticio de verano son en verdad ejemplo de tales juegos; es
el tiempo en que las hadas ya no trabajan y pueden jugar con los seres humanos.
Los otros Espíritus de la Naturaleza también tienden a obrar en la misma
forma, en su afán de imitar y juguetear.
Al mismo tiempo existe una ley de nuestro propio sistema Solar, tal vez de nuestro
Universo, que decreta que el tipo humano, como lo conocemos, es básico en cierto
estado de evolución para los Espíritus que pertenezcan al sistema. El mismo, tiene
variaciones, pero existe siempre una semejanza básica. El "juego" de los
Espíritus de la Naturaleza, pretendiendo ser seres humanos, es realmente un
entrenamiento que los conducirá a un futuro estado de humanidad para ellos,
en su propio esquema de desarrollo.
La cuarta clase de Espíritus de la naturaleza que se encuentra entre los elementos son
las salamandras, los Espíritus del fuego. Sus cuerpos están compuestos principalmente
de Éter Reflector y podemos decir de nuevo que este éter, junto con el Éter
Luminoso materia con la cual los silfos están principalmente constituidos, forman la
"Luz Astral" descripta por Paracelso; porque así como los dos éteres inferiores
accionan y reaccionan íntima y casi indistinguiblemente, sucede lo mismo con los dos
éteres superiores, el Éter Luminoso y el Éter Reflector, como por ejemplo en el
"Dorado Vestido de Bodas", que conocen los ocultistas.
Las salamandras trabajan en el elemento fuego y en el calor y como en el caso de
los silfos, sus actividades están también asociadas con la electricidad del aire y las
fuerzas magnéticas de la tierra y del agua. En las tormentas eléctricas, se hacen
visibles en el relámpago y con la visión etérica son entonces contempladas en su
aspecto terrorífico, vagamente humano, pero de apariencia demoníaca. Sus
actividades son principalmente subterránea; con los grandes fuegos de la tierra y
con el calor de la misma; en las explosiones de fuego que surgen del interior de
la tierra, las corrientes de lava y demás cosas afines. Sin embargo, existen miles de
usos benéficos derivados del calor, el fuego y las llamas, y de este modo es como
las salamandras vienen a tener un papel vital y constructivo en la evolución de la tierra.
Ningún fuego puede ser encendido sin ellas, en verdad; y por eso nosotros tampoco
tendríamos calor sanguíneo sin sus actividades entre las fuerzas químicas
y vitales del organismo humano.
La leyenda dice que las salamandras son criaturas con forma de lagarto que se ven
cerca del fuego, lo que puede deberse a la tendencia de los Espíritus de la Naturaleza
a imitar los elementos en los cuales trabajan, así como los otros objetos y seres que
encuentran en su ambiente. De este modo es como las hadas de la Tierra que trabajan
con las flores tienen alas, si bien son líneas de fuerzas, asumen una semejanza con
las alas de los insectos, como las abejas y las mariposas y aun con la de los pájaros.
El Espíritu del fuego imitaría de manera semejante el retorcimiento y el rodamiento
de las llamas y del humo del fuego, por lo tanto pueden ser tomadas las salamandras
por lagartos, serpientes o dragones. Puesto que los Espíritus de la naturaleza gustan
de jugar a cambiar de forma, es enteramente comprensible que puedan asumir la
semejanza de los lagartos reales, que son animales que aman el calor
y la de las serpientes también.
Los Espíritus de la Naturaleza pueden variar no sólo de especie sino que su forma
puede ser cambiante de momento en momento según tome una nueva dirección. A
menudo parecen asumir aspectos envejecidos, y esto se debe a su longevidad,
porque aún los gnomos viven siglos; también pueden observarse entre las hadas las
costumbres y vestuarios usados en la Europa medieval, cuando mucha gente podía
comunicarse con los Espíritus de la Naturaleza. Ellos han retenidoevidentemente la
memoria de aquellos tiempos y han transmitido las estilizadas imágenes o las formas
de pensamiento a las nuevas generaciones.
Sin embargo, todo esto es "juego". Cuando trabajan, son simplemente fuerzas
semi-inteligentes que actúan bajo la dirección de las inteligencias superiores,
Jerarquías de la Naturaleza y Ángeles; "pintan" los colores de la vegetación,
no con pintura ni con ayuda de un pincel sino combinando las fuerzas vitales
de las plantas en el proceso de fotosíntesis. Similarmente los gnomos pintan colores
en las rocas identificándose con las fuerzas del éter químico, las fuerzas químicas
bien conocidas de la ciencia. Al mismo tiempo, el ocultista diría que sin la presencia
de estos semi-inteligentes Espíritus de la Naturaleza, con su chispa de vida, las
"fuerzas moleculares" no podrán ordenar las moléculas en los patrones que
vemos a nuestro alrededor en la naturaleza.
Un aspecto característico de los cuentos de hadas es la súbita e inexplicable desaparición
de las hadas. ¿A dónde van? ¿Han disuelto su forma y se han desintegrado? Son
absorbidas por el lado invisible de la Vida, de las plantas, del suelo, del agua, del aire,
de las rocas, etc., como un "patrón de fuerza" específico. Parte del trabajo de las
hadas consiste en acumular la fuerza vital (magnetismo y éter de vida), que entonces
descargan sobre las plantas, como lo han descripto muchos videntes. Esto no es
muy distinto a la obra de curación magnética entre los humanos, en la que el curador,
por medio de un acto de voluntad, atrae hacia sí mismo la fuerza vital cósmica que
después proyecta, por medio del tacto u otros medios, en el cuerpo vital del paciente.
La fuerza vital pertenece principalmente al Éter de Vida, pero se acompaña del más
denso Éter Químico, una forma completamente definida de "materia" o sustancia que
puede ser vista por medio de la visión etérica y manipulada por el tacto etérico.
El "fuego élfico", que consiste en chispas de electricidad en las plantas, en los
minerales y en la Luz del Sol, evidencia la actividad de los Espíritus de la Naturaleza.
De paso podemos observar que las palabras inglesas "Fey" y "Faire" son variantes
de una palabra que significa Espíritu, y lo mismo la palabra "Sprite".
Los videntes han hecho notar que los Espíritus de la Naturaleza pueden aparecer
pequeños como grandes en tamaño, pero percibidos por medio de la visión etérica
no significa en términos de física, que ellos tengan la misma dimensión. Es una ley
de los planos internos, desde la región etérica hacia arriba, que cuando la visión es
enfocada sobre un objeto o sujeto, éste parece moverse en dirección hacia el
vidente, haciéndose más grande a medida que se acerca. Por consiguiente, el
vidente puede tener la impresión clara de que él mismo se está moviendo en
la escena, o en presencia de la cosa que está observando, y de hecho el foco de
su conciencia está haciendo eso precisamente.
Así, Max Heindel observa que el vidente que está investigando los mundos internos
conscientemente -específicamente los los registros de la Memoria de la Naturaleza-
envía su voluntad hacia el espacio interno y la cosa que desea ver y permanece frente
a él tanto tiempo como desee investigarla. En el Éter Reflector esta ilusión de
movimiento es especialmente notada cuando la escena contemplada parece
acercarse al vidente que la tiene ante sí.
Así como nosotros tenemos esa ilusión, cuando contemplamos una producción en
el cine o cuando nos encontramos viajando en un avión, mientras estamos sentados,
así el vidente siente que él se está moviendo a través de las escenas del Éter
Reflector, cuando en realidad es el foco de su conciencia el que se mueve.
La misma regla se aplica por lo que toca al estudio de los Espíritus de la Naturaleza
en los éteres. El ojo físico contempla una planta, por ejemplo, o una piedra preciosa;
simultáneamente con el sentido etérico mira al Espíritu de la Naturaleza y a las
fuerzas con las cuales trabaja en el interior de la planta. A medida que continúa viendo
a la planta y al Espíritu de la Naturaleza, éste puede surgir de la planta, evocado por
la fuerza magnética que emana del vidente y entonces parece agrandarse súbitamente
y aún llegar a tener el tamaño humano.
Por lo tanto, encontramos que a través de toda la literatura feérica los Espíritus de la
Naturaleza y las hadas (distinguiendo aquí entre los Espíritus de los elementos, Aire,
Agua y tierra y las hadas propiamente dichas) son a menudo descriptos como
semejantes a hombres y mujeres. Notamos que las salamandras son principalmente
activas bajo el suelo, en los fuegos de la tierra. Únicamente las variedades menos evolucionadas
de gnomos son las feas pequeñas criaturas primitivas conocidas en la literatura; aunque
éstas también tienen sus deleites que ofrecer al investigador del reino etérico, del
mismo modo que las ranas y los insectos constituyen un placer para el
científico interesado en tales materias.
Pero el término "salamandra", como el de "gnomo", ha sido usado para referirse a
bellas criaturas de aspecto humano que aparecen ante la visión con llamas sobre sus
frentes en los tiempos en que, una vez hecho su trabajo en las grandes cavernas bajo
la superficie de la tierra, surgen hacia el aire delgado de los picos montañosos y
se hacen visibles para aquel que ha sido bendecido con la visión interna con la cual
contemplarles. Por lo general son masculinos.
Las ondinas son generalmente vistas como tipo femenino, pero también existen Espíritus
del agua, masculinos. Los silfos tienden a ser usualmente masculinos en tipo,
como las salamandras, pero también tienen representantes femeninos.