EL AMOR
Deseo hablaros ahora del tema que es quizá más mágico y misterioso en el mundo occidental; el Amor. Si preguntáis a la gente que os defina lo que es, obtendréis muchas respuestas. Incluso las almas evolucionadas tendrán muchas ideas sobre el amor y lo expresarán en diversos grados, lo que en parte se debe a los condicionamientos del entorno en que viven; pero sólo unos pocos reflejarán acertadamente la interpretación correcta de esa palabra. Sin duda podréis pensar en muchos tipos de amor. Podéis amar a vuestra pareja. Podéis amar a vuestro país. Podéis amar a vuestro hijo. Podéis amar la comida y la bebida. Todas estas actividades implican el uso de la palabra amor, por lo que quizá será mejor empezar por examinar el uso que hace el hombre de esa palabra.
Aceptaréis que no sería correcto el uso de la palabra amor tal como se aplica a la comida y a la bebida, pues al fin y al cabo se trata de gustos personales, y como tales no son dignos de incluirse en el término amor. Si a una persona le gusta algo, se trata de una gratificación personal, y eso no es amor. No debería aplicarse el término amor a las funciones físicas, como ocurre en la vida diaria.
Podría decirse que un hombre ama su país, ama la zona en donde vive o ama su casa, pero ¿acaso no es este tipo de amor de nuevo una gratificación personal de lo que se busca y se desea? Una persona ama una zona particular o ama su país porque es un reflejo del modo de vida que le gusta. Si no fuera el que desease, el que quiere, no lo amaría. Tampoco es correcto, por tanto, el uso de la palabra amor.
Podría decirse que una madre y un padre aman a sus hijos, pero ¿se trata en realidad de amor? Han establecido una relación física de la que se derivó un niño. Pero no es su creación. Ha venido a través de ellos y los ha honrado con su presencia. Eso es todo. Del mismo modo que un animal cuida de lo suyo, una madre y un padre cuidan de sus hijos. Los alimentan, protegen, educan y dan afecto, pero ¿se trata de un acto de amor? ¡No! El amor de un padre por su hijo es amor por la creación. Es el reconocimiento de la perfección de la creación antes de que el niño desarrolle su personalidad y sea influido por la vida física. Es fácil amar a un niño pequeño, pero ¿no es ya más difícil amar a un niño crecido que ha desarrollado su personalidad, que sabe lo que quiere y lo que no quiere y que no siempre lleva a cabo los deseos de los padres? Los padres no dejan necesariamente de amar a sus hijos, pero si son honestos con ellos mismos admitirán que su amor se modera conforme el hijo va creciendo. Quizá esto nos dé una pista de lo que es el auténtico amor. El amor de los padres por sus hijos es el amor a la creación perfecta, el reconocimiento de que hay dentro de ellos, no por sus personalidades sino por sus almas una chispa perfecta de la creación. Es el reconocimiento del poder o el amor de su Creador.
Pasemos ahora a la cuestión del amor entre el esposo y la esposa, entre hermanos o entre amigos; observaréis que incluyo en este grupo a los esposos. Debo decir inmediatamente que el amor, aunque vuestro mundo de hoy pueda pensar de otro modo, no es lo que llamáis acto sexual. Eso no tiene nada que ver con el amor. El acto sexual ni tiene ni tenía nada que ver con el amor. Es una simple función sexual dirigida únicamente a la procreación, para traer hijos a la materia física a través de las almas. Es vuestra sociedad de hoy y el ser menor del hombre los que han elevado el acto sexual fuera de toda proporción, colocándolo sobre un pedestal desde el que gobierna muchas de las funciones de la sociedad. El acto sexual no es amor, y cualquiera que lo considere así se está equivocando y debería analizar la cuestión más seriamente. Sin embargo, dos esposos pueden amarse, del mismo modo que lo hacen dos amigos y un hermano y una hermana. ¿Puede haber grados de amor? ¿Amáis completamente o lo hacéis con limitaciones? ¿Qué es lo que coloca estas limitaciones? ¿Por qué amáis a alguien con mayor intensidad que a otros? ¿Qué es lo que dirige el grado de esa intensidad? ¿Por qué amáis a una persona más que a otra? Examinemos más atentamente
este aspecto del amor.
El mismo poder del amor puede unir a un hombre y a una mujer, ya sean marido y mujer, hermano y hermana, o extraños que se encontraron y fueron conociéndose mutuamente. Puede unir a dos mujeres, o a dos hombres. Vuestra sociedad quizá frunza el ceño ante esto, pero nada erróneo hay en el amor entre dos hombres o dos mujeres. Ese amor puede ser tan fuerte, tan natural y tan unido como el amor por el sexo opuesto. Es el hombre el que ha colocado una connotación sexual en la palabra amor, el que trata de limitar el amor de ese modo. En la antigüedad, como dice la Biblia, David y Jonatan se amaban profundamente y no se pensaba que hubiera en ello nada equivocado. Sin embargo, hoy en día, si dos mujeres o dos hombres se aman la sociedad lo desaprueba, cuando es realmente posible y muy natural que dos personas estén juntas y se amen sin ninguna relación física.
El hecho de que un hermano ame a una hermana no está motivado por la consanguinidad, pues hay muchos hermanos que odian a su hermana. No es el vínculo familiar el que crea el del amor. De igual modo, el que una mujer y un hombre se casen no crea automáticamente el amor. Parte de la mística que vuestra sociedad ha creado alrededor del acto del matrimonio consiste en que debe haber esa expresión mágica del amor. Se os ha dicho que hay que casarse por amor, y que si éste no existe no debería haber matrimonio De ahí que en todos panes los jóvenes busquen el amor, porque han sido condicionados a pensar que éste es una parte esencial del matrimonio. Si les preguntareis por el motivo de que lo estén buscando no podrían contestaros, pues en verdad que el amor, tal como ellos lo consideran, no existe en el matrimonio, ni entre un hermano y una hermana, ni tampoco entre dos amigos.
Debo mencionar aquí otros dos aspectos del amor. Podéis decir que amáis a Dios y que vuestro Dios os ama. De nuevo tenemos la palabra amor, pero con un significado muy diferente. También podéis decir que amáis la vida, el acto de vivir, de ser. El amor a la vida es potente dentro de todos vosotros, por tanto tenemos de nuevo un aspecto diferente del amor. ¿Qué factor común hay entonces que vincula todos esos modos del amor en una fuerza reconocible? ¿Qué es lo que ha establecido la creencia en el poder que vosotros llamáis amor que puede existir entre las relaciones que he mencionado? ¿No es el acto de reconocimiento de lo que, por falta de una palabra mejor, llamaré la espiritualidad de la persona con la que tenéis relación? ¿No es el reconocimiento del reflejo de vuestro Logos, vuestro Creador, en esa persona? No quiero decir con esto que amáis a una persona porque es buena o porque se supone que lleva una vida espiritual. No es ésa la cualidad de que estoy hablando. Es el reconocimiento en una persona de la misma esencia de nuestro Creador, el aliento mismo de su vida y de la expresión en esa persona del don de su Creador.
Como bien sabéis, una persona puede heriros mental o físicamente y sin embargo podéis seguir amándola. Tal acto no destruye el Sentimiento, el reconocimiento de lo que veis en esa persona. Se dice que dos personas están enamoradas cuando siguen una senda común con un reconocimiento espiritual mutuo. Dos personas que caminan juntas por un momento en el tiempo espiritual, que puede ser una encarnación, parte de una encarnación o sólo unos días, pueden crear el vínculo del amor a través de su reconocimiento mutuo de ese algo que existe por encima y más allá de la envoltura física. Es el reconocimiento del Creador en el otro.
Cuando os unís para cumplir un destino común para llevar a cabo una obra o un hecho a los que estáis destinados, o cuando os unís para cumplir con el karma, puede crearse el amor. El acto del amor espiritual no requiere una recompensa ni una respuesta. El verdadero amor, tal como es conocido en este planeta, consiste en darse uno mismo a otra persona, y al darse uno mismo se están dando no sólo la personalidad sino también la conciencia anímica, de modo que, con independencia de la pequeña personalidad que tenga, o de lo que intente buscar, puedes ignorarla sabiendo que no es la acción del alma verdadera sino simplemente la respuesta de superficie.
El amor es poder. El amor es el poder de vuestro creador que está enviando millones y millones de rayos para cada uno de vosotros y para cada ser existente. El modo en que utilicéis ese poder depende de vuestra conciencia individual. No penséis que tenéis que amar, o que os es posible crear amor. No podéis construir el amor; ni establecerlo. El amor es un acto del ser.
Cuando dos personas se unen en el matrimonio, ese amor que las une, que motiva su matrimonio, no es un amor físico, no es un amor de personalidad. Es el reconocimiento de dos almas que han aceptado unirse en matrimonio antes incluso de haber encarnado en la materia. Se dice que algunas personas se enamoran a primera vista. Eso es cieno, pues hay personas que en un instante perciben que están destinadas a casarse. El vínculo del amor se ha creado antes de decir una sola palabra. Lo mismo puede decirse de dos hombres o dos mujeres que se han encontrado en las corrientes de la vida. Cuando conocéis a alguien, a veces sabéis instantáneamente que lo amáis y, con independencia de lo que suceda en los días o años siguientes, ese vínculo no se romperá; antes al contrario, se verá fortalecido.
Por tanto, os pido que tratéis de separar en vuestras mentes lo que llamaría el aspecto espiritual del amor -espiritual no es la palabra correcta, pero es la que más se aproxima en vuestro lenguaje- del aspecto de la personalidad. La personalidad crea su propio tipo de amor porque lo necesita. Crea amor por razones equivocadas, y como tal fracasa,
pues aunque un amor de personalidad puede durar muchos años, si las personalidades cambian ha desaparecido el vínculo común. Todos podéis recordar a personas que creíais que amabais y que, cuando encontráis al cabo de los años, os sorprende que hayáis podido amarlas. Tal es la naturaleza del cambio en vosotros mientras vivís vuestra vida cotidiana. Un amor basado en los deseos de la personalidad no es un amor verdadero y no durará. El amor que dura es el amor de la creación. Si veis a una persona realizando un acto de bondad espiritual sentís amor por esa persona. Esa es la verdadera emoción del amor. Si experimentaseis la emoción de que una persona sacrifique su vida por vosotros, y si supieseis lo que está haciendo esa persona, experimentaríais entonces el sentimiento más alto de amor existente. Algunos de vosotros retenéis esos sentimientos en vuestras memorias anímicas. En otras encarnaciones, muchos de vosotros habéis sacrificado vuestras vidas por otros compañeros, y ése es el motivo de que un vínculo del amor tan grande como ése sobreviva encarnación tras encarnación.
Lo que amáis, lo que amáis verdaderamente, es la espiritualidad de la vida, de las personas, de los lugares, de los actos que suceden entre esas personas y en aquellos lugares. Si examinarais vuestras emociones amorosas desde esta nueva perspectiva empezaríais a apreciar lo que es el amor. Apreciaríais el amor de vuestro Creador. Apreciaríais el amor de muchos Maestros que han bajado a la Tierra para servir a la Humanidad.
Apreciaríais a las numerosas almas grandes que han pasado por la Tierra con el único propósito de ayudar a personas que ni los reconocieron ni, a un nivel de personalidad, desearon conocerlos. Reconoceríais el amor en el acto de un hombre que clavado a una cruz en la más dolorosa de las muertes, aún podía decir «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.» Si entendéis esas palabras, y esa emoción, entenderéis el verdadero significado del amor.
(LA REVELACIÓN DE RAMALA)