EL MAYA, LA ILUSIÓN, LA CAVERNA DE PLATON (yII)
Volveremos a nuestro espíritu, a punto de entrar en una nueva encarnación; cuando
se le han hallado unos padres adecuados, entonces el espíritu entrará en el cuerpo
en formación del infante por nacer, y con la entrada en aquel cuerpo sobrevendrá una
instantánea cancelación de la memoria consciente de toda la vida anterior. Sería, en
efecto, una cosa terrible que el niño tuviese un recuerdo vivo de quién él había
sido, tal vez muy próxima, íntimamente vinculado con su madre o su padre. Sería
trágico y triste que el niño pudiese acordarse de haber sido un gran rey, mientras
ahora es un pobre entre los más menesterosos. Por esta razón entre varias otras
es un acto caritativo que las personas corrientes no se puedan acordar de sus
vidas pasadas; pero una vez habrán pasado de su vida presente y vuelto
al mundo del espíritu, todo, absolutamente todo, es recordado.Muchas personas
observan estrictamente el viejo mandamiento: «Honrar padre y madre». Si bien
éste es, evidentemente, un sentimiento muy laudable, hay que poner bien en
claro que muchísimas personas, en la Tierra, no volverán a ver nunca
más a sus padres cuando entren en el mundo espiritual.
En los viejos días del mundo, era necesario que los sacerdotes hiciesen todo lo
posible para ganar la cooperación de los padres, a fin de que los jóvenes de ambos
sexos no dejasen la tribu, puesto que la prosperidad de ésta dependía del número
de jóvenes que la componían. Cuanto más numerosa era, más fácilmente podía
dominar a las pequeñas tribus. Así es que los sacerdotes exhortaban a los hijos
a que obedeciesen a sus padres, mientras que éstos obedecían a los sacerdotes.
Afirmemos de un modo rotundo que hemos de prestar nuestro asentimiento al
precepto de que los padres tienen que ser «venerados», con tal de que lo
merezcan. Es cierto que si un padre o madre son explotadores malhumorados
o tiranos, éstos han perdido todo derecho a ser «venerados». De ningún
modo es necesaria la obediencia de esclavo que muchos hijos tienen a sus
padres. Algunos hijos son ya adultos, y casados, llevan ya vivida media
centuria de su vida y todavía tiemblan de miedo o aprensión ante el nombre
de sus padres. A menudo eso conduce a una neurosis, y, en vez de provocar
amor, se produce temor y mal disimulado resentimiento. Así y todo, estos hijos
que pueden pasar de los cincuenta o más años , se sienten culpables
porque han sido criados bajo el precepto de «Honrar padre y madre».
Para estos tan afligidos nos gustaría decir de un modo absolutamente definitivo,
con toda firmeza, que si nos sentimos desgraciados con nuestros padres, no los
volveremos a ver en el mundo del espíritu. En aquel mundo reina la ley de la Armonía,
y es absolutamente imposible para todas las personas encontrarse con otra que
les sea incompatible. Igualmente, si estamos casados y unidos con nuestra
pareja sólo por un casamiento de conveniencia, que no nos atrevemos a romper
por el qué dirán los vecinos, jamás nos volveremos a ver con nuestra pareja en
el mundo espiritual, a menos que uno de los dos cambie y se
establezca de este modo una compatibilidad.
Lo repetimos para que no se den malas inteligencias: Si vosotros y vuestros
padres sois incompatibles, si no existe mutua comprensión, si no os sentís felices
juntos, si no existe afinidad, no os encontraréis en ningún otro plano de la
existencia. Lo mismo se puede decir de los parientes o de los cónyuges.
Tiene que haber compatibilidad y completa armonía para encontrarse de nuevo.
Ésta es una de las razones que tiene el espíritu para deber encarnarse en un
cuerpo físico; porque sólo en el cuerpo físico pueden ponerse en contacto dos
seres antagónicos para que puedan alisarse las aristas vivas entre sí,
alcanzando un real y mutuo entendimiento.Más adelante, en otra lección,
trataremos del problema de Dios o de los dioses, y de
las diferentes formas de las creencias religiosas.
Los seres humanos piensan, erróneamente, ser la más importante de las formas de
existencia. Esto es equivocado del todo, y muchas veces se trata de una idea
alimentada por las religiones organizadas. El pensamiento religioso enseña que
el Hombre es creado a imagen y semejanza de Dios; por lo tanto, si es así, no
cabe creer en nada más alto que el Hombre. Lo real es que en otros mundos hay
algunas altísimas formas de vida. Dios no es un viejo señor benévolo, que nos
observa amablemente a través de las páginas de algún libro. Dios es un ser
muy real, un Espíritu viviente que nos gula a todos, pero no indispensablemente
en la forma que nos ha sido enseñada.Por último, al estudiar esta lección
hemos de fijarnos en nuestras relaciones con nuestros padres, nuestros
compañeros, nuestros deudos. ¿Nos sentimos felices a su lado? ¿De veras?
¿O vivimos apartados de ellos? ¿Podemos imaginarnos viviendo con
alguna de esas personas continuamente, por toda la vida? Recordemos que,
cuando íbamos a la escuela, había una serie de personas en la
clase, junto con nosotros, además de los profesores.
Teníamos que respetar a estos últimos; pero no estaban continuamente
asociados a nuestra vida, su medida era temporal; se trataba de gente empleada
para vigilar nuestra formación. Nuestros padres igualmente son individuos que
hemos elegido con su permiso en el mundo espiritual , para que compartan
e inspeccionen nuestro desarrollo. Si una persona ama sinceramente a sus
padres y no porque ningún mandamiento religioso se lo imponga sentirá
sin duda un gran placer sabiendo que los hallará definitivamente en «el otro
lado». Las condiciones del más allá las hemos de
crear durante nuestro paso por la Tierra.
Tuesday Lobsang Rampa