Jesús, trató de
restablecer la dignidad del hombre, al declarar que todos los hombres son hijos
de Dios.
Libro de Urantia.
Pág.1091
Esto significa igualdad, amor, fraternidad,
ayuda mutua, pero tenemos que reconocer que el actuar así, demanda de
responsabilidad, generosidad, desprendimiento, cooperación y
participación, valores que son difíciles de cumplir sin la guía de nuestro
Espíritu residente, porque “el hombre no apetece naturalmente el trabajo duro.
Para mantener el ritmo de las demandas obligatorias y los impulsos poderosos de
su espíritu, necesita una actividad incesante en el crecimiento espiritual,
expansión intelectual y del servicio social.” 1120
Hay sólo una fórmula para enfrentar esta
realidad del cumplimiento de la regla de oro, y es el reconocer en cada ser
humano, sin importar religión, raza, sexo, filiación política o estatus
social, a un hijo de Dios y recordar que Jesús nos dijo que: “cuando ayudan aun
al más humilde de mis hermanos, hacéis este servicio para mí”1917.
Visto de esta manera, es más fácil el
empatizar y el amar a todos los hombres, porque “cuando el hombre de este modo,
llega a su mejor potencial, vive de manera más generosa para el bien de los
demás, de sus compañeros en el tiempo y
en la eternidad” 1777.
“Tener sensibilidad y saber responder a las necesidades de los hombres,
genera una felicidad genuina y duradera, y estas actitudes cordiales a la vez,
salvan el alma de las influencias destructoras de la ira, el odio y la
desconfianza.” 1575
Yolanda silva solano