La mayoría de
las cosas realmente importantes que Jesús dijo o hizo parecieron suceder por
casualidad, mientras iba de paso
Libro de
Urantia. Pág.1875
Jesús no esperaba las ocasiones especiales, no
buscaba el ser reconocido ni aplaudido, mucho menos se vanagloriaba de sus
conocimientos, ni siquiera hacía sentir que era el Hijo de Dios enviado para
darnos a conocer a su Padre. Durante todos los años de vida mortal, sólo una
vez, frente a Pilatos, confesó abiertamente ser el Hijo de Dios.
Cuando él le preguntó “¿eres tú rey de los judíos?
Jesús respondió: «Sí, soy tal rey, y mi reino es la familia de los
Hijos de mi Padre que está en el cielo.
Para este fin nací yo en el mundo, para mostrar a mi Padre a todos los hombres
y atestiguar la verdad de Dios. Y aun ahora te declaro que todo el que ama la
verdad, oye mi voz” 1991
Nosotros deberíamos aprender de esta especie
de anonimato en que transcurría la vida de Jesús, su misión evangelizadora no
la hacía en lugares especiales, salvo cuando la multitud era muy grande, como
sucedió en el sermón del monte, pero lo habitual era que evangelizara a quien
se cruzara en su camino, como lo hizo con la samaritana, con el centurión, con
la dueña de la hostería, con el joven que tenía miedo, con los niños que a él
se acercaban, y con tantos otros que merecieron su atención y su cariño.
Yolanda silva solano