Con el corre corre de la vida, a veces puede que sea difícil detenerme, descansar y cuidar de mí. Tal vez me sienta presionado a hacer una multitud de cosas y a mantener un paso frenético para cumplir con todas las exigencias. De ser así, recuerdo las palabras de una canción: “Me apuro para poder hacer las cosas. Oh, y me apuro tanto que la vida deja de ser divertida”.
Cuidar de mí es honrar al Espíritu morador. Descanso, respiro y desisto de las presiones y preocupaciones. Tomo tiempo para conectarme con Dios a través de la oración y la meditación. ¡También tomo tiempo para divertirme! Cuidar de mí me llena de energía, no disminuye mi capacidad para cuidar de los demás y fortalece mi relación con Dios.
Gran regocijo hay en mi corazón y en mi alma; todo mi ser siente una gran confianza.—Salmo 16:9
MIS PENSAMIENTOS, PALABRAS Y ACCIONES REFLEJAN LA VERDAD DE MI SER.
Cuando me despierto, me detengo para visualizar las posibilidades del día. Puedo imaginar la visita de un amigo, una meta alcanzada o una tarea cumplida cabalmente. Estoy consciente de mis pensamientos, palabras y acciones durante todo el día. Evalúo mis pensamientos y noto cuando necesitan corrección.
En vez de culpar o criticar, busco lo positivo en todas las circunstancias. Pienso antes de hablar y digo palabras que reflejan la naturaleza afable de mi alma.
Mis acciones dicen más que mis palabras, así que estoy atento a todo lo que hago. Según me preparo para dormir, reflexiono acerca de cómo este día bendijo mi vida.
Por lo tanto, todos nosotros, que miramos la gloria del Señor a cara descubierta, como en un espejo, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.—2 Corintios 3:18