Y la tierra volvió
bajo mis pies, se cerraron las grietas, se soldaron los abismos, todas las
cosas volvieron a su lugar.
Tan sólo una pátina
gris sobre mi vida, sobre mi cuerpo, oscureciéndose, aplastando mis
movimientos hasta volverlos lentos gestos de autómata.
Pero te quiero..
Me colgué de esas
tres palabras para no morir. Entonces empezó la ansiedad de nuestros
encuentros. Empezaste a
nombrarla cada vez, a amarla para mí, para que
supiera sus colores, sus actos, su forma de pensar.
Tan distinta a mí.
Tan distante de ti y, sin embargo, teniéndote. Porque tu no sabías,
que era ella y no yo quien te tenía.
Y yo lo fui sabiendo,
sin querer, sin proponerme saber, lo fui sabiendo día a día y fui ocultándotelo
con miedo de que lo advirtieras.
Mientras no lo
supieras me albergarías en un rincón de tu ser y de tu mente, y seguirás
pensando que yo era tu motor, que yo era la corriente de luz que te impulsaba,
tu oasis, tu huerto y engalanado de frutos para el hambre y arroyos para la
sed.
Egoísta, aferrada,
empecinada, recortándote con el filoso cuchillo de la posesión, recortándote
de tu estampa familiar en la que ellos te rodeaban, para alargar mi agonía.
¿ En qué momento
descubre el árbol que su verdad es la raíz y no el libre ramaje que lo
acerca al cielo y lo agita en el aire?...
¿ En qué
momento ibas a darte cuenta de esto?. Unas semanas más y sucedió.
Era lo inevitable, lo
esperado con miedo, lo presentido, eran los fantasmas corporizándose.
Me llamaste con una
voz triste, pero segura y firme:
Tengo que hablar
contigo, por última vez....
Bueno....
Mañana, me dijiste; a
las tres de la tarde...
Y hoy es mañana.
Rodará un llanto azul
por mi mejilla en el momento del adiós. Rodará un llanto azul por tu
mejilla en el momento de la verdad.
¿ Porqué entonces
este afán de gustarte, este cruzar la plaza para llenarme de luz dando la
hora del encuentro, si sé que va a ser el último y nunca más, nunca, nunca
más volveré a verte, volveré a estrecharme contra ti?.
Voy a morir un poco y
me acicalo.
Voy al entierro de mi
luz y me ilumino.
Voy al martirio y sonrío.
Endulzo el café,
lo siento amargo.
Tiemblo, te quiero.
Voy a evitarte una
tortura.
Voy a hacer algo por
el amor que me recorre, que me aprieta frente al límite del olvido.
Llamo al camarero,
pago mi café.
Huyo. Huyo de este
lugar y del encuentro.
Me esperarás en vano.
No verás mis ojos mojados. No tendrás que decirme tu discurso de despedida.
No responderé tus
llamados, si me llamas.
Ya ves te facilito tu
tarea, evito que te conviertas en mi verdugo.
No es un acto de
arrojo solamente; es una forma de inventarme la manera de creer que hubiera
rodado un llanto azul por tu mejilla en el momento de la despedida. Un llanto
azul por mí.
Un llanto azul.
Porque si voy y estás
sereno y duro, si voy y tus ojos permanecen secos, será la muerte verdadera,
así...puedo llenar de azul este recuerdo..
De un llanto azul, un
llanto azul por mí..
" Cuentos para leer sin rimmel"
Gracias Loli*
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