La historia del león y su reflejo
Una bonita historia, con una moraleja, que te dejará pensando en la manera en la que puedes afrontar tus problemas y dar el tan temido primer paso, necesario para terminar con ellos.
Seguro que has pasado por una situación donde un problema se convierte en el aire que respiras, la comida que comes, la ropa que vistes… todo gira en torno a este inconveniente, está presente a cada hora en tus pensamientos y en tus emociones.
Presta atención a la historia del león:
Érase una vez un león que vivía en un desierto. Allí soplaba mucho el viento y por ello, el agua de las charcas en las que habitualmente bebían todos los animales no se quedaba nunca quieta. Las potentes ráfagas rizaban la superficie de las charcas y nunca se reflejaba nada en ellas.
Un día el león se adentró en el bosque, donde solía cazar y en sus tiempos libres jugar, hasta que se sintió algo cansado y sediento. Buscando agua, llegó a una charca que contenía el líquido más fresco, tentador y apacible que nadie nunca haya podido imaginar.
De modo que el león se acercó a la charca, alargó el cuello e intentó beber un buen trago. De repente, vio su propio reflejo y se asustó, al pensar que se trataba de otro león que estaba frente a él.
“Este agua debe pertenecer a otro león, mejor me voy de aquí, con mucho cuidado”, pensó el animal. Retrocedió, pero entonces la sed lo hizo volver de nuevo a la charca. Otra vez vio la cabeza de un temible león con una gran melena que le devolvía la mirada desde la superficie del agua.
El león de esta historia se agazapó a la espera del momento oportuno para ahuyentar al “otro león”. Como estaba acostumbrado hacer para marcar territorio o demostrar que se encontraba en un lugar, abrió sus fauces y dio un terrible rugido. Pero tan pronto como enseñó sus dientes, por supuesto, la boca del “otro león” también se abrió; y a nuestro león esto le pareció una horrible y peligrosa visión.
Una y otra vez el león se apartaba, pero luego tomaba coraje, volvía a la charca y tenía la misma experiencia. Después de un largo rato, sin embargo, estaba tan sediento y desesperado que se decidió: “¡Con otro león o sin otro león, beberé igual de esa charca!”. Tan pronto como el león hundió su rostro en el agua… ¡el “otro león” desapareció!”
La angustia, la ansiedad y la depresión no tardan en aparecer cuando existen los problemas. Parece que no hay nada que puedas hacer para revertir la situación y encontrar una solución. Te quedas paralizado y no sabes cómo actuar. Sin duda conoces esta sensación.
Es cierto que a veces sirve alejarse un poco del problema, tomar distancia y pedir ayuda, pero también es verdad que cuesta bastante tomar esa decisión.
Una de las claves para solucionar un problema es trabajar en “dar el primer paso”. Luego ya decidirás sobre la marcha cómo continúa todo. Pero, si no subes el primer peldaño, nunca llegarás a la cima de la escalera. Es normal que, cuando enfrentas un proyecto y queda todo por hacer, los miedos y las inseguridades se multipliquen.
Siendo así, es necesario crearse las oportunidades y no esperar que la solución caiga desde el cielo. Especialmente, es importante eliminar todas la trabas u obstáculos psicológicos que no te permiten avanzar.
Piensa cuántas veces el verdadero problema es, justamente, no saber cómo enfrentarse a él. Es normal sentir miedo, querer evitar la situación, desear con todo el fervor del mundo que las cosas cambien o mejoren, etc. Sin embargo, el miedo es una gran barrera que sólo sirve para empeorarlo todo.
Puede sonar muy fácil escribirlo o leerlo, pero no tanto ponerlo en práctica. Quizás sea momento de convertirte un poco más en león y conocer la diferencia entre intentar y decidirse. Cuando solo intentas, es más fácil claudicar, cuando dudas, es más probable fallar. En cambio, al hacer algo y ver los cambios, te sentirás con la capacidad para seguir adelante y dar un nuevo paso o subir otro peldaño.
Tú decides que postura tomar. ¿Estás preparado para ser “el rey de la selva”?