Juan
se levantó con una terrible resaca luego de haber asistido a la fiesta
de fin deaño de su empresa. Aunque Juan no suele ser un bebedor
habitual, pero aquella noche había sido una excepción. Lo único que
logró recordar por la mañana fueron sus ruidos y los gritos de su mujer
al llegar. Sin duda, esa mañana no parecía ser demasiado prometedora.
Cuando abrió los ojos, Juan se
encontró con un vaso de agua y unas aspirinas en la mesa de luz. Como si
esto fuera poco, junto al vaso había una rosa roja, y al lado de la
mesa una silla con su ropa perfectamente preparada.
Juan tomó las aspirinas y frunció el
ceño al verse el ojo morado en el espejo. Luego encontró una nota en una
esquina de la habitación que estaba sellada con un beso y decía: “Mi
amor, el desayuno está listo. Salí temprano a comprar las cosas que
necesito para preparar tu comida favorita para la cena. Te amo, mi amor.
Juliana”
El hombre caminó hasta la cocina
entre tropiezos y, para su sorpresa, al llegar se encontró con el
desayuno listo, el café caliente y el jugo de naranja recién exprimido.
Su hijo también estaba tomando el desayuno en la mesa, por lo que juan
decidió preguntarle qué había pasado la noche anterior.
“Bueno…,” respondió el joven,
“llegaste a casa pasadas las 3 de la mañana, borracho y completamente
perdido. Te caíste sobre la mesa del living y la rompiste, vomitaste por
todo el pasillo y luego te golpeaste el rostro con la puerta, por eso
el ojo negro.”
Confundido, Juan le preguntó:
“¿Entonces cómo es que todo está tan ordenado y limpio? Me acabo de
despertar después de una borrachera con una rosa en la mesa y el
desayuno listo…”
Su hijo respondió: “No se pa, lo
único que me acuerdo es que mamá tuvo que arrastrarte hasta la cama y
cuando trató de quitarte los pantalones le gritaste: '¡Déjame tranquilo, soy un hombre casado!'”
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