LA FUGA DE LOS CISNES
Reina en el lago de los misterios tristeza suma: los bellos cisnes de cuello negro terciopelo, y de plumaje de seda blanca como la espuma, se han ido lejos porque el hombre tiene recelo.
Aún no hace mucho que sus bandadas eran risueños copos de nieve, que se mecían con suavidad sobre las ondas, blancos y hermosos como los sueños con que se puebla los amores de la bella edad.
Eran del lago la nota alegre, la nota clara, que al panorama prestaba vida y animación; ya fuera un grupo que en la ribera se acurrucara, ya una pareja de enamorados en un rincón.
¡Cómo era bello cuando jugaban en la laguna batiendo alas en los ardientes días de sol! ¡Cómo era hermoso cuando vertía la clara luna sobre los cisnes adormecidos su resplandor!
El lago amaban donde vivían como señores los nobles cisnes de regias alas; pero al sentir cómo implacables los perseguían los cazadores, buscaron tristes donde ignorados ir a vivir.
Y poco a poco se han alejado de los parajes del Budi hermoso, que ellos servían a decorar, yéndose en busca de solitarios lagos salvajes donde sus nidos, sin sobresaltos, poder salvar.
Más, desde entonces fue su destino, destino aciago ser el objeto de encarnizada persecución: vióseles siempre de un lado a otro cruzar el lago, huyendo tímidos de la presencia del cazador.
Y al fin, cansados los pobres cisnes de andar huyendo, se reunieron en una triste tarde otoñal, en la ensenada, donde solían dormirse oyendo la cantinela de los suspiros del totoral.
Y allí acordaron, que era prudente tender el vuelo hacia los sitios desconocidos del invasor; yendo muy lejos, tal vez hallaran bajo otro cielo lagos ocultos en un misterio más protector.
¡Y la bandada gimió de pena, sintiendo acaso tantos amores, tantos recuerdos dejar en pos! ¡Batieron alas; vibró en el aire el frú-frú de raso que parecía que era un sollozo de triste adiós!
Reina en el lago de los secretos tristeza suma, porque hoy no vienen sobre sus linfas a retozar, como otras veces, los nobles cisnes de blanca pluma nota risueña que ya no alegra su soledad.
Si, por ventura, suelen algunos cisnes ausentes, volver enfermos de la nostalgia, por contemplar el lago amado de aguas tranquilas y transparentes, lo hallan tan triste que, alzando el vuelo, no tornan más.
Augusto Winter
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