Simplemente, porque toda esa amargura, injuria y tormenta de decibelios de máquinas, sirenas, motores y gente vociferante no entra en ellos. De igual forma, si no dejamos entrar las ofensas exteriores a nuestro corazón, también nos burlaremos del ruido, el odio y la injuria de los demás.
Los místicos hindúes se protegían de las vibraciones adversas del mundo circundante, mentalizando que una campana de vidrio les envolvía. También referían la anécdota del barco que va en el mar de la realidad. Si tiene un agujero en su caparazón, el agua entrará en él.
Así el hombre común, si deja entrar lo malo del exterior dentro de sí, terminará hundiéndose como la nave. Debes ir, decían, como un barco sobre el mar de la vida y la adversidad, debes pensar encima de él sin que el odio o el dolor te contaminen, inunden y te hagan zozobrar.
“A palabras necias, oídos sordos”, dice la sabia sentencia popular. El mundo está plagado de gente “gr” (aquellos que gruñen como perros y tratan de injuriar a los demás, en medio de su demencia, resentimiento o mal carácter).
Procura, amado lector, que estos engendros de la amargura no contaminen la fuente limpia de tu espíritu. No pongas atención a sus ofensas. Búrlate del ruido como los no oyentes, y de toda maldad que quiera entrar a tus oídos o a tu alma.
![](https://www.gabitos.com/images/emoticons/rosa_si.gif) |