Las historias que pasan de generación en generación suelen guardar una pizca de manipulación propia de un relato mal contado. A algunos de ellos se les conoce como leyendas y uno de los que tiene lugar en Sierra Nevada como poco da que pensar. Pues hay quienes aseguran que la Alhambra no fue el único gran palacio de Granada.
También en época musulmana, otro gran edificio se alzó en la provincia. Un imponente palacio tan bello y remozado como la Alhambra estuvo construido en pleno corazón de Sierra Nevada. Cuentan los que trajeron la historia a nuestros días que lo que allí se construyó en realidad era una suerte de cárcel para una mora. Llamada en clave Cobayda, esta joven nació con un maleficio.
Fue su padre el que se enteró mediante el horóscopo. En él le explicaron que su hija sería bellísima pero que fallecería cuando conociese el amor. De ahí que decidiera construir un palacio imponente pero infranqueable en lo más alto de Sierra Nevada. En la Laguna de Vacares. En él solo viviría su desafortunada hija junto con el servicio, siempre femenino, que la acompañaría el resto de sus días.
Aunque la leyenda no cuenta quién era su padre, hay algunas voces que señalan que pertenecía a la casa de los Abencerrajes. Que era lo suficientemente poderoso para construir aquello y que lo mantuvo en pie solo por su hija. Pero Cobayda tarde o temprano se haría mayor. Siendo ya mujer, en un descuido, conoció a un joven caballero.
El caballero se había perdido por Sierra Nevada y había ido a dar con el escondido palacio. Allí, en uno de los pasadizos pudo contemplar a Cobayda. Esta, al verle, quedó prendada de él y se enamoró. Así pasaron los días viéndose cautivamente y demostrando que el horóscopo no tenía razón sobre la joven mora… o sí.
Su padre se enteró a través de una de las esclavas que su hija se estaba viendo con un hombre. Un hecho que lo aterrorizó ferozmente ya que temía que el maleficio se hiciese realidad. Por lo que esperó a ver al caballero para con su espada arrancarle la cabeza en presencia de su propia hija. Una decisión que provocó el caos que da sentido a la leyenda.
La cabeza del pobre caballero se convirtió por el frío del lugar en una piedra oscura que aún hoy se puede contemplar. Cobayda al ver aquello no pudo parar de llorar y también por las bajas temperaturas hizo que sus lágrimas inundasen el palacio en poco tiempo. Un palacio del que su padre intentó huir sin éxito. Quedando todos sepultados bajo esta Laguna de Vacares y dejando como testigos a algunos de los riscos que lo rodean que según las malas lenguas, son los cuerpos o las cabezas de quienes tuvieron la mala fortuna de estar en el peor momento posible en la Alhambra de Sierra Nevada.