El
Nobel de Química mexicano admite el fracaso de los científicos en su
labor pedagógica sobre las consecuencias del calentamiento global
El ingeniero químico Mario Molina (Ciudad de México, 1943) es el único Nobel mexicano vivo. Lo ganó, junto con Paul J. Crutzen y F. Sherwood Rowland,
por sus investigaciones por la capa de ozono y desde entonces ha
dedicado su vida a la resolución de problemas medioambientales. A
caballo entre Estados Unidos y su país natal, ha asesorado a los
Gobiernos de Barack Obama y Enrique Peña Nieto.
Y discrepa abiertamente, como la mayoría de la comunidad científica, de
las políticas “irracionales” de la Administración Trump. Molina recibe a EL PAÍS mientras el huracán María amenaza Puerto Rico y otras islas del Caribe, y Florida hace balance de daños tras el paso de Irma,
uno de los más potentes de cuantos han sacudido EE UU en los últimos
años. Dos semanas antes, Texas tenía que hacer lo mismo con el rastro de
destrucción que dejó Harvey.
Pregunta. Con la llegada de Donald Trump a la Casa
Blanca, el cambio de paradigma en EE UU respecto al cambio climático ha
sido brutal. ¿Qué implicaciones reales puede tener su retirada del Acuerdo de París?
Respuesta. Es muy preocupante, porque EE UU tiene la
tradición de ser un líder en estos temas. Pero, por fortuna, el resto
del planeta está de acuerdo. Lo que definió en buena medida el Acuerdo
de París fue lo que podía hacer la Administración estadounidense sin el
acuerdo del Congreso. Y ahí, desde antes de Trump, ha habido una mayoría
republicana que tenía como mantra no aceptar el cambio climático.
P. ¿Qué riesgo real hay de que la nueva Administración estadounidense haga descarrilar la lucha global contra este problema?
R. Lo que esperamos es que en cuatro años no pueda
cambiar mucho; que el péndulo, que se ha movido a un extremo, regrese a
la posición de partida. Lo que es alarmante es la negación del cambio
climático y, un paso más allá, la negación de la enorme contribución de
la ciencia para el beneficio de la sociedad. El único consuelo es que
muchos Estados [de EE UU], ciudades y empresas se han puesto de acuerdo
al margen de lo que dice Trump.
P. ¿Han fracasado los científicos en su labor de
comunicación y pedagogía para que EE UU haya elegido un presidente
abiertamente escéptico con el cambio climático?
R. Sí, se ha fracasado. Pero, sobre todo, en los años anteriores [a la victoria de Trump].
Aun así, en EE UU la mayoría de la población ya está de acuerdo en la
existencia del cambio climático y con la incidencia de la actividad
humana. La comunidad científica hizo muy mal trabajo en comunicarle la
seriedad del problema a la sociedad. Se habla de proyecciones futuras y
no de hechos presentes.
P. Los huracanes, como Harvey o Irma, sí son hechos presentes.
R. Sí, y esperamos que la posición negacionista cambie con todo lo que acaba de ocurrir en EE UU con Irma y Harvey. Son predicciones que ya se están materializando.
P. ¿Son estos fenómenos fruto del calentamiento global?
R. El cambio climático no ocasiona estos eventos
extremos, pero sí aumenta su intensidad. Los huracanes tienen que ver
con la temperatura del mar. Y esa temperatura, ha subido como
consecuencia del cambio climático. Los huracanes Harvey e Irma
quizá habrían sucedido también sin cambio climático, pero su virulencia
habría sido incomparablemente más baja: eso está muy bien proyectado en
la literatura científica. Es absurdo oír que no tenemos suficientes
datos para saber si influye o no. Hay una gran probabilidad de que
ocurran fenómenos cada vez más virulentos.