Había una vez dos mulos que andaban
caminado por un terreno y en su espalda llevaba una pesada carga. Cada
uno de ellos servía a dos amos muy diferentes, el primero lo hacía para
un pobre molinero y cargaba avena. El segundo, trabajaba para el rey de
esa región y su carga eran monedas de plata.
Este último andaba muy altanero y
vanidoso con su carga y hacía sonar bien fuerte el cencerro de oro que
llevaba. Mientras hacía eso, el sonido llamó la atención de unos
ladrones que andaban cerca. Estos al ver bien la carga que llevaban
rápidamente fueron atacar al segundo de los mulos el cual trató de
defender con gran fuerza su preciosa carga por lo que quedo seriamente
herido por los ladrones, y cayó muy afligido sobre el suelo del camino.
– ¿Es que acaso merezco esto después de
trabajar tan fuerte y llevar sobre mis espaldas cargas tan pesadas?-
dijo el mulo del rey muy desconcertado.
Ante esto el mulo del molinero le respondió:
– Hay veces que lo que parece ser un gran negocio, no resulta serlo en realidad…