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General: JESUS ESTA CONMIGO, DIOS ESTA CONMIGO
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De: Atlantida (Mensaje original) |
Enviado: 12/03/2018 02:20 |
Meditaciones para toda la Cuaresma
Cuarto
domingo de Cuaresma. Reflexionar si nuestro corazón está realmente
puesto en Dios o en nuestros criterios humanos.
Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Cuando
Jesús habla de los contrastes tan profundos que hay entre el modo de
entender la fe por parte de sus contemporáneos, y la fe que Él les está
proponiendo, no lo hace simplemente para que nosotros digamos: ¿Cómo es
posible que esta gente teniendo tan claro no entendiesen nada? Jesús
viene a fomentar en todos nosotros un dinamismo interior que nos permita
cambiar de comportamiento y hacer que nuestro corazón se dirija hacia
Dios nuestro Señor con plenitud, con vitalidad, sin juegos intermedios,
sin andar mercadeando con Él.
La mentalidad de los fariseos, que también puede ser la nuestra, se
expresa así: “Yo soy el pueblo elegido, por lo tanto yo tengo unos
privilegios que recibir y que respetar”. Sin embargo, Jesús dice: “No;
el único dinamismo que va a permitir encontrarse con la salvación no es
el de un privilegio, sino el de nuestro corazón totalmente abierto a
Dios”. Éste es el dinamismo interior de transformarme: orientándome
hacia Dios nuestro Señor, según sus planes, según sus designios.
Esto tiene que hacer surgir en mi interior, no el dinamismo del
privilegio, sino el dinamismo de humildad; no el dinamismo de
engreimiento personal, sino el dinamismo de ser capaz de aceptar a Dios
como Él quiere.
Una conversión que acepte el camino por el cual Dios nuestro Señor va
llevando mi vida. No es un camino a través del cual yo manipule a Dios,
sino un camino a través del cual Dios es el que me marca a mí el ritmo.
Lo que Jesús nos viene a decir es que revisemos a ver si nuestro corazón
está realmente puesto en Dios o está puesto en nuestros criterios
humanos, a ver si nosotros hemos sido capaces de ir cambiando el corazón
o todavía tenemos muchas estructuras en las cuales nosotros encajonamos
el actuar de Dios nuestro Señor.
Más aún, podría ser que cuando Dios no actúa según lo que nuestra
inteligencia piensa que debe ser el modo de actuar, igual que los
contemporáneos de Jesús, que “se llenan de ira, y levantándose lo sacan
de la ciudad”, o cuando nuestro corazón no convertido encuentra que el
Señor le mueve la jugada, podríamos enojarnos, porque tenemos un
nombramiento, porque nosotros tenemos ante el Señor una serie de puntos
que el Él tiene que respetar. Si pretendemos que se hagan las cosas sólo
como yo digo, como yo quiero, ¿acaso no estamos haciendo que el Señor
se aleje de nosotros?
Cuando nosotros queremos manejar, encajonar o mover a Dios, cuando no
convertimos nuestro corazón hacia Él, poniendo por nuestra parte una
gran docilidad hacia sus enseñanzas para que sea Él el que nos va
llevando como Maestro interior, ¿por qué nos extraña que el Señor se
quiera marchar? Él no va a aceptar que lo encajonen. Puede ser que nos
quede una especie de cáscara religiosa, unos ritos, unas formas de ser,
pero por dentro quizá esto nos deje vacíos, por dentro quizá no tenemos
la sustancia que realmente nos hace decir: “Jesús está conmigo, Dios
está conmigo.”
¿Realmente estoy sediento de este Dios que es capaz de llenar mi
corazón? O quizá, tristemente, yo ando jugando con Dios; quizá,
tristemente, yo me he fabricado un dios superficial que, por lo tanto,
es simplemente un dios de corteza, un dios vacío y no es un dios que
llena. Es un dios que cuando lo quiero yo tener en mis manos, me doy
cuenta de que no me deja nada.
Debemos convertir nuestro corazón a Dios, amoldando plenamente nuestro
interior al modo en el cual Él nos quiere llevar en nuestra vida. Y
también tenemos que darnos cuenta de que las circunstancias a través de
las cuales Dios nuestro Señor va moviendo las fichas de nuestra vida, no
son negociables. Nuestra tarea es entender cómo llega Dios a nuestra
existencia, no cómo me hubiera gustado a mí que llegase.
Si nuestra vida no es capaz de leer, en todo lo que es el cotidiano
existir, lo que Señor nos va enseñando; si nuestra vida se empeña en
encajonar a Dios, y si no es capaz de romper en su interior con esa
corteza de un dios hecho a mi imagen y semejanza, «un dios de juguete»,
Dios va a seguir escapándose, Dios va a continuar yéndose de mi
existencia.
Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué no tengo progreso espiritual? Sin
embargo, ¡qué progreso puede venir, qué alimento puede tener un alma
que en su interior tiene un dios de corteza!
Insistamos en que nuestro corazón se convierta a Dios. Pero para esto es
necesario tener que ser un corazón que se deja llevar plenamente por el
Señor, un corazón que es capaz de abrirse al modo en el cual Dios le va
enseñando, un corazón que es capaz de leer las circunstancias de su
vida para poder ver por dónde le quiere llevar el Señor.
Dios no nos garantiza triunfos, no nos garantiza quitar las dificultades
de la vida; los problemas de la existencia van a seguir uno detrás de
otro. Lo que Dios me garantiza es que en los problemas yo tenga un
sentido trascendente.
Que el Señor se convierta en mi guía, que Él sea quien me marque el
camino. Es Dios quien manda, es Dios quien señala, es Dios quien
ilumina. Recordemos que cuando nosotros nos empeñamos una y otra vez en
nuestros criterios, Él se va a alejar de mí, porque habré perdido la
dimensión de quién es Él, y de quién soy yo.
Que esta Cuaresma nos ayude a recuperar esta dimensión, por la cual es
Dios el que marca, y yo el que leo su luz; es Dios quien guía en lo
concreto de mi existencia, y soy yo quien crece espiritualmente
dejándome llevar por Él.
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