Los antiguos mayas basaban sus creencias en la existencia de tres
grandes planos, armónicamente relacionados: el cielo, la tierra y el
inframundo. No solo habitaban Dioses en estos planos, sino que también
había duendes en su panteón fantástico. Esos duendecillos se llaman
“aluxes”, o aluxo’ob, en lengua Maya. Los investigadores han encontrado
en muchos sitios arqueológicos, antiguas ofrendas realizadas a estos
pequeños seres, representados por figuras de barro, de unos pocos
centímetros de altura.
En el año 1993, a través de importantes medios de comunicación, se
informaba de una extraña ceremonia en las ruinas mayas de Chichén Itzá.
Investigadores y trabajadores del Instituto Nacional de Antropología e
Historia, pidieron permiso a los dioses para efectuar sus labores, ya
que sentían temor por los fuertes vientos en el área y deseaban
protegerse de la ira de los aluxes, los duendecillos encargados de
cuidar los terrenos y zonas arqueológicas.
Según una antigua leyenda, los aluxes son más antiguos que el pueblo
maya, son los hombres primigenios, aquellos que construyeron las grandes
ciudades. Ellos trabajaban con gran rapidez en la oscuridad, porque aún
no había aparecido el sol, y cuando esto sucedió, se volvieron de
piedra.
Los aluxes protegían las fincas, los montes, las milpas y sembradíos.
Para lograr sus favores, el campesino hacía una petición al Jmeen, o
brujo, quien utilizaba barro, agregando unas gotas de su propia sangre,
para generar una conexión fuerte entre ambos. El proceso de creación
tardaba siete semanas. Una vez que el proceso concluía, el Jmeen
mencionaba el nombre del amo y traía a la vida al Alux por medio de
ofrendas y rezos, y luego, lo colocaba en un lugar estratégico para que
se convirtiera en su guardián.
Si su amo moría, estos traviesos duendecillos quedaban al servicio
del dios del maíz, y si la propiedad que cuidaban era ocupada por un
nuevo dueño, los aluxes le hacían maldades de todo tipo, bromas pesadas,
maltrataban a sus animales y asustaban a sus niños, hasta que el nuevo
dueño, cansado les ofrecía comida y oraciones, y así era aceptado.
A veces, eran considerados aliados del mal, y por ello el campesino
debía pensar cuidadosamente en la conveniencia de tener un alux a su
servicio, ya que si bien le dará siete años de buenas cosechas, al
término de ese período corría el riesgo de que el duende se llevara su
vida.
Como en todas las tradiciones de duendes, estos pequeños seres suelen
ser traviesos y juegan bromas pesadas a las personas que cruzan por sus
dominios. En algunas ocasiones toman represalias que se vuelven
auténticas pesadillas, se dice que producen gritos ratos, fuertes
remolinos y otros fenómenos cuando se enojan al escuchar blasfemias
provenientes de las personas que deambulan en sus cercanías. ¡Habrá que
pedirles las disculpas del caso!
Los aluxes de Yucatán, están profundamente ligados a la cultura
local, no solamente aparecen en el folklore Maya, en sus leyendas y su
historia, sino que persisten en conversaciones cotidianas. Se dice que
estos traviesos duendes aún deambulan después de la puesta del sol,
protegiendo fincas, montes y sembradíos, y asustando con silbidos y
pedradas a los ladrones o quienes cometen actos indebidos en el terreno
bajo su protección.