No importa lo ocupado que pueda estar, mantener mi compromiso de orar cambia para bien el sentido y la energía de mi día. Mi dedicación a mantener una vida de oración va más allá de buscar respuestas a los retos que pueda estar enfrentando. La oración me alinea a mi guía interna y aviva el sentimiento de calma en mí. Si algo no sale bien durante el día, me reagrupo más fácilmente gracias al tiempo que he pasado en oración.
Hago a un lado cualquier excusa que pueda sabotear mi compromiso de orar. Afirmo que tengo suficiente tiempo, energía, sabiduría y recursos para lograr los objetivos del día, y elimino cualquier ansiedad por aquello que pueda dejar sin hacer.
Y (Daniel) tres veces al día se arrodillaba y oraba a su Dios, dándole gracias.—Daniel 6:10