El último tlatoani mexica, Cuauhtémoc, tomó el mando de su pueblo en medio de la guerra definitiva con los españoles. Dirigió, según propios y extraños, la defensa de Tenochtitlan con extraordinario valor. Esto y la digna actitud que observó ante la derrota, lo han hecho a los ojos de los mexicanos un ejemplo de heroísmo y símbolo inequívoco de nuestra identidad.
Al momento de la llegada de los españoles a Tenochtitlan, Cuauhtémoc era un joven guerrero que había recibido, alrededor de 1515 d.C., el cargo de tlacatécatl en la ciudad de Tlatelolco. Contaba sin duda con los méritos suficientes para tal nombramiento: era de origen tenochca, pertenecía al linaje gobernante y se había destacado en el campo de batalla, todo ello junto con su relación por vía materna con la nobleza local. Contrario a lo que se supone comúnmente, no fue gobernante de Tlatelolco, ciudad que estaba bajo el dominio de Tenochtitlan y era regida por diversos funcionarios designados por el tlatoani mexica, y Cuauhtémoc era uno de ellos.
Se encontraba entre los nobles mexicas que desde un principio se opusieron a los españoles; algunas fuentes lo señalan como el que inició la protesta contra Moctezuma cuando éste, prisionero de los españoles, se asomó a dirigirse a su pueblo. Apoyó, por eso, de manera decidida a Cuitláhuac en sus esfuerzos por derrotar a los ejércitos de Cortés, y a su muerte se convirtió en el nuevo tlatoani de Tenochtitlan. Para entonces Cuauhtémoc contaba con cerca de 20 años y a favor de su elección se encuentra el que en ese momento la disposición de nobles con atributos necesarios para ser tlatoani, debido a la guerra y la epidemia, se había reducido dramáticamente, además de que los partidarios de seguir una táctica negociadora con los españoles no habrían sido tomados en cuenta. Para reafirmar su posición tomó como esposa a la viuda de Cuitláhuac, Tecuichpoch Miahuaxochtzin, más tarde llamada Isabel de Moctezuma, y según algunos testimonios mandó matar a dos de los hijos de Moctezuma, pues se mantenían a favor de la política conciliadora de su padre respecto de los españoles.
Una vez al mando, envió mensajeros a todas las provincias solicitando ayuda, pero no tuvo éxito alguno, y mandó guarniciones a Guacachula, Itzocan y Xaltocan con el fin de prevenir ataques de los españoles. En Tenochtitlan, colocó destacamentos en todos los lugares por los que suponía podían incursionar los españoles. La situación era cada vez más apremiante: los tlaxcaltecas se rehusaron a unirse a los mexicas y los españoles conquistaron varios pueblos en las comarcas cercanas, entre ellos Huaxtépec y Cuauhnáhuac; en la Cuenca de México, Xochimilco tomó partido por Cortés y se rindieron Chalco y Tetzcoco. Cuauhtémoc intentó recuperar Xochimilco, para lo cual envió alrededor de 10 000 hombres en 2 000 canoas, y a pesar de dar una digna batalla al final los españoles resultaron vencedores y reafirmaron su posición con miras al asalto definitivo a Tenochtitlan. Tras sangrientos enfrentamientos, Cortés poco a poco fue ganando posiciones ante una defensa cada vez más desgastada por la lucha, la escasez de provisiones y las enfermedades. Cuauhtémoc y su gente se vieron orillados a refugiarse en Tlatelolco, donde resistieron hasta el límite. El 13 de agosto de 1521, tras deliberar con su Consejo, Cuauhtémoc decide rendirse a los españoles con el fin de evitar más sufrimientos. En su concepto, esta rendición implicaba que Tenochtitlan sería vasallo del rey de España y estaría obligado a pagarle tributo, no podía imaginar que lo que estaba por suceder era la desaparición del mundo en el que su pueblo había alcanzado un poder y esplendor sin parangón en estas tierras.
Según las versiones de los españoles, Cuauhtémoc fue tomado prisionero por el capitán español García Holguín cuando huía de Tlatelolco en una canoa y fue llevado ante Cortés, quien le exigió su rendición. Sólo en las crónicas españolas se menciona el famoso pasaje en el que el tlatoani vencido pide a Cortés que lo mate con su puñal, pues su misión, la de luchar por su pueblo, había terminado.
En opinión de Eduardo Matos, lo que Cuauhtémoc solicitó en realidad, considerando la concepción mexica al respecto, era que se le sacrificara, es decir, que se le diera muerte ritual. Cortés, ajeno a esos conceptos y confundido por los intérpretes, quienes le indicaron que lo que el mexica simplemente quería era que lo mataran, se negó. Esto seguramente provocó desconcierto y desazón en el tlatoani, que se veía privado de lo que para él representaba al final de cuentas una obligación y un honor: morir en ofrenda a sus dioses.
Preso Cuauhtémoc y otros nobles, fueron sometidos a interrogatorios por Cortés, quien deseaba saber el destino del oro que guardaban los mexicas. Aunque recibió una canoa llena de toda clase de objetos de ese metal, Cortés no quedó satisfecho y sometió a tortura a sus prisioneros, entre ellos el propio Cuauhtémoc. Al tlatoani le quemaron los pies buscando que revelara el paradero del resto del oro. De acuerdo con Francisco Gómara, quien hizo una historia basada en los testimonios de los mismos conquistadores, uno de los principales que era torturado junto con Cuauhtémoc le solicitó que dijera algo, a eso Cuauhtémoc “lo miró con ira y lo trató vilísimamente como muelle de poco esfuerzo, preguntándole si estaba él en algún deleite o baño”.
En adelante Cortés, quien temía que pudiera causar problemas con los mexicas, retuvo a Cuauhtémoc que aunque no se le consideraba formalmente prisionero, en los hechos lo era. Aun así, Cuauhtémoc intercedió repetidamente en favor de su pueblo ante los inmediatos abusos de los españoles.
Las circunstancias precisas de la muerte de Cuauhtémoc son aún objeto de controversias. Lo que sí sabemos es que cuando Cortés realizó una expedición a Las Hibueras, decidió llevar consigo a Cuauhtémoc y al señor de Tlacopan, pues creía que si los dejaba en México podían levantar a los mexicas. En ese viaje, alegando un supuesto complot de parte de Cuauhtémoc, Cortés ordenó ejecutarlo. Se dice que Cuauhtémoc fue bautizado antes de morir con el nombre de Hernando de Alvarado Cuauhtemotzin, aunque algunos documentos coloniales se refieren a él como don Fernando Cortés Cuauhtémoc Huitzilíhuitl. La muerte del último tlatoani mexica ocurrió en Itzamkánac en 1525. No se sabe el destino que tuvieron sus restos.