Profesía sobre el desierto que está junto al mar
Como huracán que atraviesa el Negueb, algo
viene del desierto, del país espantoso,
Una visión siniestra se me presenta:
asaltan al asaltador, despojan al que despojaba.
"¡Arriba, elamitas! ¡ataquen medos!"
-"Hice callar los últimos gemidos."
Por eso, mis entrañas se estremen de espanto
y el dolor se apodera de mi como de una
mujer que da a luz; estoy muy asustado
para oír, muy aterrado para ver.
Ando perdido, cosas horribles me llenan
de terror; el atarder, que tanto esperaba,
ahora me causa pánico.
Se pone la mesa, se extiende el mantel,
se come, se bebe...
¡Arriba, capitanes, preparen sus escudos!
Pues me ha hablado el Señor:
"Anda,coloca un centinela para que
comunique lo que vea.
Si ve tropas de caballería y a los jinetes
formados de dos en dos, unos
montados en burros, otros en camellos,
que ponga atención, mucha atención."
El vigía exclamó:
"En lo alto de la torre, mis señor,
estoy de pie todo el día,
y en mi puesto de guardia permanezco
alerta toda la noche.
Pues bien, veo acercarse la caballería
y a los jinetes, formados de dos en dos."
Entonces me han hablado y me han dicho:
"Cayó Babilonia y todas las estatuas de
sus dioses han rodado por el suelo
hechas pedazos."
Oh pueblo mío, que has sido pisoteado
y trillado en la era,
lo que he oído de Yavé Sabaot,
Dios de Israel, yo te lo anuncio.
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