La Biblia es la Historia de la Salvación
Con este nombre: "Historia de la Salvación",
entendemos la entrada de Dios en nuestra historia humana y en nuestra vida. Es
Dios que viene para conducir a todo hombre a su fin último, a su objetivo
natural, que es el Reino de Dios.
La enseñanza más importante, el mensaje que el Señor da en
cada página, es que Dios interviene con su poder en la historia del hombre, e
interviene siguiendo un plan, un proyecto determinado, desde la creación hasta
el final de los tiempos.
Israel, este pequeño pueblo fue el escenario de las acciones
maravillosas de la salvación.
Todo lo que pasó dentro de esta nación, escogida para ser
depositaria de la misión divina, revistió así, carácter sagrado. Todos los acontecimientos,
hasta las leyes que reglamentaron la vida social y política, son interpretados
y vividos como intervenciones salvíficas del Señor Yahvé.
Un ejemplo es el narrado en el Éxodo Cap. 16 y 17, del maná
en el desierto. Los estudiosos afirman que se trata de una resina dulce que
sale en los meses de verano de los arbustos cerca del Sinaí; para los ojos de
todos puede ser una cosa natural, pero para los ojos del pueblo creyente eso
reviste un significado especial de providencia y de ayuda de Yahvé; así lo vio
el pueblo de Israel, como la prueba de que Dios no los abandonaba.
Jesús, centro de la Historia de la Salvación
Pablo en 1Cor. 15, 20-28 y en Ef. 1, 4-12, con una vigorosa
descripción, habla del plan de salvación, en que todos los hombres son conducidos
al Padre por medio de Cristo. Jesús es la primicia de los resucitados, que nos
llevará al Reino de Dios, después de haber destruido el mal.
Cristo Jesús, su vida, su muerte y su resurrección, es el
centro de la Historia de toda la Salvación:
"Por Él, con Él, y en Él, han sido creadas todas las
cosas. Todo fue hecho por Él, y con Él, todo subsiste en Él" (1 Cor. 1,
15-17)
Es de suma importancia, que quien se acerca al estudio de la
Biblia, tenga presente la relación que toda la historia tiene con la venida y
la enseñanza de Cristo. El mismo Jesús lo recuerda a los discípulos de Emaús:
"Y les explicó todo lo que de Él se hablaba en las Escrituras" (Lc.
24, 25-27).
Etapas de la Historia de la Salvación
Preparación del Pueblo de Dios:
Dios desde el principio ha querido la salvación de todos los
hombres. Desgraciadamente el hombre desde sus orígenes, rechazó esa amistad
divina separándose así de Dios, enemistándose con sus semejantes y trastornando
su relación con la misma naturaleza. A pesar de esto Dios nunca abandonó a la
humanidad caída en el pecado.
Dios comienza por escoger un Pueblo.
Deseando la reagrupación de los hombres divididos por el
pecado, Dios quiso formar un Pueblo y para eso eligió a los patriarcas:
Abraham, Isaac y Jacob. Ellos son los portadores de las promesas que se harán
realidad en un futuro: promesas de descendencia, de la tierra y de la bendición
a todos los pueblos. A través de los patriarcas, modelos de fe, esperanza y
obediencia. Dios va preparándose un pueblo.
Un Pueblo que se libera y se forma:
Los descendientes de los patriarcas se establecieron en
Egipto, allí sufrieron la opresión y la esclavitud. Clamaron a su Dios y Él los
liberó sacándolos de la esclavitud. Moisés fue el guía elegido por Yahvé su
Dios para llevar a cabo esta empresa liberadora.
Salieron de la tierra y marcharon por el desierto,
rebelándose contra el Dios que los había sacado de la esclavitud. Dios los
perdonó y les mostró su cuidado proveyéndolos de las cosas necesarias: el pan,
el agua, etc. en el desierto pactaron una Alianza con Yahvé su Dios y así quedó
constituido y formado el Pueblo de Dios.
Un Pueblo que vive bajo la Alianza:
Al conquistar la tierra de Canaán bajo el mandato de Josué se
establecieron allí. Hubo momentos de gran fidelidad a Dios, pero poco a poco,
no obstante las amonestaciones de los profetas, se fueron separando de Yahvé y
olvidaron la alianza que habían pactado. Los poderosos explotaban a los
débiles; utilizaban el culto y las instituciones religiosas para tener
seguridad y pretender sobornar al Dios de la Alianza. Por eso Dios rechazó a su
pueblo con la destrucción de los reinos de Israel y de Judá. El exilio fue el
castigo a la ruptura de la Alianza.
Un Pueblo bajo la esperanza de la Nueva Alianza:
El castigo del exilio no es la última Palabra del Señor, sino
que de nuevo les va a mostrar su misericordia devolviéndolos a la tierra que
habían perdido y dándoles la esperanza de una Nueva Alianza que no fallaría
como la anterior. El pueblo del exilio, ayudado por diversas personas, empieza
a reflexionar sobre su situación, reconoce su error y se convierte al Señor.
En este período surgen las grandes figuras de los profetas,
como signo de la Alianza entre Dios y su Pueblo. Los profetas son hombres
extraordinarios, llamados por Dios a ser su voz entre el pueblo. Su acción es
especialmente recordar al pueblo la alianza que tienen con Dios, afianzar la
esperanza en el Mesías y en su Reino, en medio del olvido y la triste suerte de
Israel.
Un Pueblo bajo la Nueva Alianza:
Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo
nacido de mujer, nacido bajo la Ley. En Jesús se cumplen todas las promesas del
AT, en Él llega a su plenitud toda la Historia de la Salvación.
Con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras,
signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el
envío del Espíritu de la verdad; instaura y hace presente el Reino de Dios, nos
revela la misericordia de Dios que es nuestro Padre, manifiesta y realiza la
reagrupación de los hombres dispersos y divididos por el pecado. Agrupa en
torno a sí, discípulos y gente que lo sigue, formando con ellos la comunidad,
el nuevo Pueblo de Dios, abierto a judíos y gentiles. En su sangre sella la
Nueva y definitiva Alianza.
La Historia de la Salvación continúa en la Iglesia:
El cuadro de la historia de la Salvación, que encuentra en
Jesús su eje y su centro, continúa en la historia de la Iglesia y de cada
cristiano. La Iglesia es el Nuevo Pueblo de Dios, cuya cabeza es el mismo
Jesús, y se conforma como Pueblo Real, eso es, de Reyes, como Pueblo Profético
y Sacerdotal, que marcha con su jefe, Cristo, hacia el Reino de Dios.