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General: " LOS MIEDOS DE ESTA CASA"
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Atlantida  (Mensaje original) Enviado: 05/09/2019 20:54

Un hombre se paseaba por mi casa. Se asomaba por la ventana cuando estaba sola y a veces veía su sombra debajo de la puerta del baño cuando me sentaba en el wáter, aparecía en la noche y no me deja dormir. Conciliar el sueño a sabiendas de que andaba por ahí era angustiante, todas las mañanas me iba a vender mis cuadros muerta de cansada, andaba insoportable con los demás y a veces lloraba por nada. Se lo había contado a mis conocidos y todos coincidían que debía mudarme. El problema es que para eso había que tener plata y no me sobraba, andaba justa con todo y aunque mis amigas me ofrecieran quedarme en sus casas tampoco podía ser por mucho tiempo, pues casi todas son casadas y con hijos. Mi madre vivía en el sur y mi casa la tengo acá en Santiago, solo me quedaba aguantar y acostumbrarme.

Nunca quise tener una pareja, nunca he sido muy apegada a las relaciones y tampoco me he enamorado, pero por miedo a estar sola en esta casa decidí buscarme a alguien. Mis amigas me presentaron a sus conocidos, instalé Tinder en el teléfono y comencé a salir a fiestas, sola. Llegué a un pub de Barrio Italia, creo que el tipo se llamaba Julián, digo “creo” porque estaba un tanto ebria y además solo me importaba llegar con alguien para no sentir miedo en mi hogar una vez más.

Entramos a mi casa, abrí el refrigerador y saqué un par de latas de cervezas. Puse música para bailar, pretexto perfecto a esa altura para sacarnos la ropa. El tipo era grande y yo soy chica y flaca. Me subió a la mesa del living, me dio vuelta, me agarró del pelo y comenzó a morderme la espalda. No es primera vez que tenía un rol sumiso, pero aquello me dolió más de lo necesario y se lo hice saber, pero no me escuchó. Intentó penetrarme por atrás cuando yo ya estaba fuera de foco, me giré hacia él para que se detuviera, pero este reaccionó pegándome un combo en pleno rostro, tan fuerte que me dejó casi aturdida en el suelo. Mi mente tenía plena conciencia de lo que estaba pasando, pero aquel golpe me desconectó del cuerpo que apenas podía responder por el mareo. Estaba entregada sin consentimiento y no podía hacer nada. Pero de pronto la luz se apagó y escuché un grito desgarrador, yo movía los ojos para tratar de entender la situación. La luz volvió y aquel tipo estaba sentado en el piso, llorando. Comencé a dormirme mientras observaba a otro hombre que me tomaba en sus brazos.

Desperté en mi cama en la mañana recordando todo de inmediato. Me levanté y fui al baño. Vi mi rostro en el espejo con un moretón y un rasguño en el ojo. Caminé hacia el living y aquel tipo que trató de violarme no estaba. Regresé al baño sintiéndome sucia, di la llave de la tina y lloré en la ducha. Me tocaba mis partes íntimas para poder percibir algún dolor por alguna penetración, pero lo único que me molestaba era mi ojo derecho. Unos segundos después recordé que alguien había llegado esa noche, concluía que quizás podría ser algún vecino que escuchó mis gritos. Incluso pensé que había sido otro abusador, pero no, mi intuición me decía que se trataba claramente de un rescate.

Después de lo sucedido quedé mentalmente muy mal. Mis ganas de estar con alguien se fueron a cero y me encerré pese a mis miedos de este hogar. Una tarde cuando llegué de la calle escuché a alguien toser en el living, por lo general cuando escuchaba a aquella cosa haciéndose notar siempre yo intentaba ignorarlo, pero esta vez decidí enfrentarlo. Fui lentamente hacia el lugar del ruido, me asomé lentamente y vi sus pantalones de tela y zapatos bien lustrados. Levanté la mirada y estaba con camisa a cuadros. Era un señor de unos setenta y algo de ojos claros. Me vio, y se paró de la silla y se quedó ahí, quieto, sin parar de observar mi rostro.

- ¿Usted me rescató el otro día? ¿Verdad?

Movió su cabeza gesticulando un “sí”. Le di las gracias, tímida. Saqué una silla y me senté.

- ¿Quién es usted? ¿Por qué está aquí? ¿Necesita que lo ayude en algo? – pregunté.
- Solo quiero conversar con alguien.

Su nombre era Miguel, murió el 96 y había vivido en esta casa, lo único que quería era hablar.
Me pidió disculpas por las molestias que me causaba y le dije que no tenía problemas en que se quedara, siempre y cuando no me asustase, o se anduviera metiendo en mi pieza o en el baño.
Cada vez que yo salía a vender mis cuadros por las mañanas encendía la tele para que no se aburriera, al parecer le gustaba el fútbol.



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Atlantida Enviado: 05/09/2019 20:57

- Voy saliendo, me cuidas la casa.

Una tarde cuando volví estaba todo ordenado, y sonreí. Me serví un té y comencé a preguntarle de su vida y siempre me contaba algo distinto. Era un viejo mentiroso, pero me hacía reír. Me contó que una vez cazó a un conejo que medía 2 metros o que lo había atropellado un tren y había sobrevivido.
Una vez, para mi cumpleaños llegaron algunos amigos e hicimos un asado, y mientras la carne se cocía pensé en Miguel. Entré al living y abrí la puerta de alojados.

- ¿Por qué no sales al patio y compartes con nosotros?
- No, no se preocupe mijita. Celebre usted no más. Yo estoy bien aquí.

Se quedó en silencio y no se paró de la cama. Yo regresé al patio y seguí hablando con los demás hasta las dos de la mañana. De pronto se asomó y llegó con un poncho puesto. Todos me quedaron mirando sin entender quién era.

- Niñas, niños, les presento a mi abuelo.

Lo saludaron y se quedó al lado de nosotros. Se sentó, y comenzó a tener la atención de todos con sus historias. Estaban cagados de la risa junto a él.

- ¡Miguel, cuenta cuando te atropelló un tren!

Hasta las 6 de la mañana lo escucharon y cada vez que mis amigos venían de visita pues él salía con poncho y les inventaba una nueva historia.

Un domingo lo vi metido viendo un partido de Cobresal y le dije que se quedara quieto, así, tal como estaba. Agarré el croquis y lo dibujé sentado en el living de mi casa, siempre con esos ojitos brillositos.
Le dije que estaba contenta con él. Que ya no era necesario que se anduviera escondiendo, que esta vez éramos los dos en la casa.

Escondida en mi pieza comencé a averiguar respecto a los antiguos dueños por Internet, puesto que esta casa me la habían vendido sus hijos pues siempre supuse que eran ellos quienes habían vivido en esta propiedad. La información que encontré fue trágica: Miguel estuvo en coma por mucho tiempo mientras su señora lo tenía que mudar, vestir, alimentar y mantener absolutamente sola, sin las ayuda de familiares, y peor aun, abandonados por las pensiones, sin remedios, con las deudas hasta el cogote, y pasando hambre. Por esto, un día ella decidió algo que pocos podrían entender: Tomó una almohada y lo ahogó, luego, esta se encerró en el baño y se colgó con una sábana.
Miguel quedó encerrado en esta casa, por siempre. Quizás el hecho de que ella se matara hizo que su energía partiera a un lugar distinto, la verdad es que nunca entendí del todo.
Al otro día, cuando lo vi quise decirle que sabía todo… Pero para qué, mejor prendí la música.

- ¿Bailemos, viejito?

Puse un lento de esos antiguos, de los que les gustaban a él, bien cebolleros. Le besé la mejilla y le dije que lo quería mucho.


Fueron muchos años bien acompañada con mi mejor amigo, quien me ayudaba a ordenar y atender las visitas. La alegría que él tenía se contagiaba con todo el mundo y todos ignoraban que estaba muerto. Me gustaba verlo compartir, pero yo, poco a poco comencé a sentirme triste y con una angustia que no me dejaba dormir. Pasó que me había llegado una carta de embargo, vivir de la pintura se me hacía difícil. El crédito bancario me estaba jodiendo la vida y yo tenía claro que debía hacer… pero miraba a Miguel y me partía el corazón decirle: Yo quería vender la casa, no tenía para mantenerla y con la plata partiría al extranjero a probar suerte, Chile es complicado.
Mientras él me contaba sus historias yo fingía que nada pasaba, en tanto yo rogaba al cielo todos los días que él pudiese partir de una vez, que fuese ser libre y no un esclavo de este hogar. Dudaba que un nuevo dueño iba a aceptar un muerto en su casa, nadie lo iba a querer como yo.
Cuando andaba por la calle de regreso a casa pasaba por mi mente la posibilidad de que esta vez no lo encontraría, pero no, siempre estaba.
Una carta de París, que me estaban esperando con mis pinturas y debía irme cuanto antes. El asunto era insostenible.

- Viejito mío, hay algo que tengo que contarte.

Se lo confesé llorando, y me dijo que no sufriera, que iba a estar bien. Que no fuera lesa y no me anduviera quedando por un muerto, que yo tenía que vivir.

- No puedo, te juro que tengo tanta angustia que estes aquí. Te prometo que he suplicado de todas las formas posibles, incluso he ofrecido al cielo reemplazarte en esta casa cuando yo me muera con tal de que te dejen libre. No puedo irme a Francia así.

Finalmente llegó el día, y con las maletas preparadas lo vi en el living, dándomela la espalda porque no quería que lo viese llorando.
Salí por la puerta, y miré hacia atrás mientras me observaba por la ventana. Tomé el taxi y no podía dejar de pensar en él.

- Disculpe ¿Puede pasar a la gasolinera por favor? – le dije al taxista.

Regresé a la casa y entré para su sorpresa.

- ¿Qué estás haciendo aquí?
- Se acabó, Miguel. Esta casa es tu cárcel… voy a terminar con esto.

Tiré bencina por todo el lugar mientras este me miraba emocionado.

- Te quiero mucho, niñita mía.
- Yo también, viejito mío.

Encendí desde afuera hacia adentro. El techo caía juntos a las paredes. El fuego derrumbó y consumía los recuerdos de aquel hombre y su mujer. Mi culpa se hacía cenizas, mientras mi amigo se desvanecía sonriente con el humo. Yo, siempre recordándolo con su retrato hablado. Aquel fantasma finalmente pudo ser liberado.
AUTOR: EL BORRADOR (TOMADO DE FACEBOOK)

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: YATZIL Enviado: 05/09/2019 22:29


 
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