Los que saben de estas cosas cuentan que, hace más de mil años,
los guaraníes iniciaron una larga migración hacia el sur desde el
corazón de las selvas sudamericanas: quizás desde la meseta del Mato
Grosso, donde se separan las aguas que se encauzan hacia el norte, hacia
las selvas amazónicas, y las que descienden hacia el sur, a la cuenca
del plata; o quizás desde más al Norte todavía.
Pero dejemos hablar a los guaraníes, ellos mismo nos contarán su
origen.
La aldea guaraní pos colombinas
Tekoa, la aldea guaraní Era el centro de organización de la vida
política. Ubicada siempre cerca de un curso de agua, cada a la dea tenía
espacios propios y bien definidos para cazar, pescar y cultivar, y
nadie de otro grupo podía atravesarlos sin autorización. Las tekoas o
aldeas eran verdaderas fortalezas rodeadas por empalizadas dobles y, a
veces, fosos disimulados, con el interior erizado de estacas afiladas.
Protegidas por estas defensas, se levantaban entre cuatro y ocho casas
comunales o malocas, distribuidas alrededor de una amplia plaza donde
transcurrían la vida social y las ceremonias. La maloca, de unos
cincuenta metros de largo, tenía armazón de troncos y estaba techada con
ramas y hojas de palmera. Podía albergar hasta doscientas personas
pertenecientes a varias familias emparentadas entre sí, que formaban un
mismo linaje o tevy. Las aldeas solían concentrar hasta mil personas y
su cacique se denominaba tuvichá. Para ganarse el derecho de representar
a toda la tekoa, el tuvichá debía reunir tres condiciones: ser el mas
valiente, el mas generoso y el mejor orador de la comunidad. Las guerras
no sólo le daban prestigio sino el derecho a obtener mujeres cautivas
como botín. Como además el jete solía casarse con varias esposas, podía
entonces llegar a tener quince, veinte o más mujeres y muchos hijos. De
este modo, disponía del apoyo de numerosos parientes políticos, que lo
ayudaban a trabajar más parcelas de tierra y lograr más cosechas.
Gracias a eso, podía demostrar su generosidad con quien lo necesitara en
su tekoa, y también destacarse en las tiestas, donde podía ofrecer
abundantes bebidas (preparadas por sus muchas esposas) y gran cantidad
de carne (cazada por sus muchos cuñados). Por otro lado, el tuvichá
debía ser buen orador, ya que no daba órdenes a su pueblo sino que debía
convencerlo. Y si algún linaje estaba descontento, podía abandonar la
tekoa, unirse a otra aldea o fundar una nueva. Algunos tuvichás se
transformaron en líderes de regiones enteras y organizaban ciertas
actividades en común con otras aldeas, como expediciones guerreras,
largas migraciones y celebraciones rituales. En la entrada de la aldea,
postes adornados con cráneos de enemigos recordaban el coraje de los
guerreros. Atrás, a la izquierda, el desmonte de un campo.
Marisa.
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