José Guadalupe Posada fue un célebre grabador, caricaturista e ilustrador que colaboró en medios como El Padre Cobos, El Ahuizote y La Patria Ilustrada.
Sus críticas sociales, que evidenciaban situaciones de desigualdad e
injusticia en el país y en la sociedad porfiriana, lo hicieron famoso,
también sus dibujos de “calacas” que ilustraban corridos, historias de
crímenes, políticos, damas, toreros, entre otros.
Es por ello que sus calaveras, bautizadas en un principio y por él mismo como “La Calavera Garbancera”, representaban al pueblo, a su carácter desenfadado y festivo, y a la situación de la época, aunque hoy se les asocie más al Día de Muertos. El garbancero
era aquel que a pesar de tener sangre indígena pretendía ser europeo y
renegaba a su propia cultura; situación que el ilustrador condenaba. Por
ello, su calavera con sombrero representa al que pretende aparentar lo
que no es.
Las Catrinas también estuvieron acompañadas
por calaveras literarias, que son composiciones en verso que en vísperas
del 1 y 2 de noviembre se suelen escribir como otra de las
manifestaciones de la cultura popular para hacer burla tanto a los vivos
como a los muertos, así como recordar que todos nos vamos a ir.
Están escritas con un lenguaje satírico o burlesco y son textos muy
breves que reflejan el espíritu del mexicano frente a la idea de
abandonar este mundo.
Años más tarde, la influencia de la obra de Posada le llegó a Diego Rivera, quien adaptó el concepto bautizándola como Catrina y le añadió nuevos atributos: ropa, porte y elegancia, como se puede ver en Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. En
la actualidad, la Catrina sigue siendo una invención popular y ha
salido de los límites del lienzo o el grabado para ser parte de la
cultura viva mexicana, de sus usos y costumbres, pues se ha vuelto
artesanía que resalta la riqueza formal y espiritual del país