Pese
a que la mitología ha consagrado la imagen negativa de Hera como una
diosa vengativa y rencorosa, lo cierto es que los cultos dedicados a
esta divinidad estuvieron extendidos por todo el Mediterráneo, llegando a
alcanzar una considerable popularidad en numerosos santuarios y
templos. Su papel de esposa de Zeus consagró a Hera como reina de los
dioses, siendo una de las deidades femeninas más poderosas y temidas.
NACIMIENTO E INFANCIA
Hera fue una de las hijas de Cronos y Rea. Según el poeta Hesíodo
relata en su Teogonia, la pequeña diosa fue una de las víctimas de la
furia devoradora de su padre. Cronos, para evitar que uno de sus
vástagos le destronara, como él mismo había hecho con su propio padre,
les devoraba uno a uno a medida que éstos iban naciendo. De este modo
acabó Hera engullida por su propio padre. Sin embargo, la astucia de Gea
logró que uno de sus hijos, Zeus, se salvara de la furia devoradora de
Cronos, y cuando éste creció desafió y derrotó a su padre, obligándole a
que vomitara a todos sus hermanos, con Hera entre ellos. Los hijos de
Crono se aliaron para arrebatar el poder a los titanes, aliados de su
padre, y, una vez, logrado este objetivo, se repartieron entre ellos el
mundo. Hera fue elegida por Zeus como su legítima esposa, un papel que
cumplirá con resignación pese a los múltiples amoríos del soberano de
los dioses.
MITOLOGÍA
La mayoría de los relatos que tienen a Hera como protagonista narran
las diversas venganzas que la diosa se cobró sobre las amantes
ocasionales de su esposo Zeus. De hecho, no sólo fueron éstas las que
sufrieron la cólera de la reina de los dioses; también sus hijos
tuvieron que hacer frente en ocasiones a la ira de Hera.
HERA Y HERACLES
Uno de los héroes que más sufrió la cólera de esta diosa fue
Heracles, hijo de Zeus con la mortal Alcmena. Al enterarse de que ésta
iba a dar a luz un hijo de su esposo, Hera proyectó malformar las
piernas de Alcmena para evitar el parto. Sin embargo, una sirvienta
logro engañar a la diosa, diciendo que el niño ya había nacido. Al
descubrir el engaño, Hera transformó a la criada en una comadreja. La
diosa no desistió en su empeño de quitar la vida al bebé recién nacido:
para acabar con él envió a su cuna dos serpientes. Sin embargo, el
pequeño Heracles, que había heredado la fuerza titánica de su padre
Zeus, estranguló a las serpientes con sus manos.
Para los antiguos griegos, el origen de la Vía Láctea estaba también relacionado con Heracles y Hera.
Para que su hijo bastardo pudiera alimentarse de la leche de Hera, Zeus
engañó a la diosa y logró que el niño se amamantara brevemente de su
pecho. Sin embargo, al descubrir ésta que la criatura a la que estaba
alimentando era el hijo de Alcmena, le retiró con violencia de su pecho.
Las últimas gotas de leche que salieron del pezón de la diosa quedaron
fijas en el firmamento, creándose así la Vía Láctea.
Al crecer el héroe, Hera consiguió obligarle a que obedeciera los
trabajos que Euristeo, rey de Micenas, le encomendara. Aunque el
objetivo de la diosa era que Heracles fracasara y muriera en alguna de
estas misiones, el resultado fue el contrario del esperado: Heracles
triunfó en cada una de las pruebas y su gloria salió acrecentada. Dado
que Heracles fue divinizado tras su muerte, la mayoría de autores
antiguos suponen que se dio una reconciliación tardía con la esposa
legítima de Zeus, que llegaría incluso a entregar al héroe a su hija
Hebe en matrimonio.
HERA Y LETO
Leto era una divinidad menor que, tras un encuentro sexual con Zeus,
quedó encinta de dos gemelos, los futuros Apolo y Artemisa. Al descubrir
la nueva infidelidad de su esposo, Hera amenazó con descargar su ira
sobre la tierra que acogiera a Leto para dar a luz. La joven inició
entonces un largo peregrinaje por diversas regiones, pero en todas
ellas, temerosos de despertar la cólera de Hera, rechazaban darle
acogida. De este modo, Leto llegó a la isla errante de Delos, un lugar
que cambiaba constantemente de posición en el mar y que, en
consecuencia, podía escapar con más facilidad de la venganza de la reina
de los dioses. En esta isla Leto dio a luz a dos mellizos, Apolo y
Artemisa. Agradecido por haber acogido el nacimiento de sus hijos, Zeus
puso fin al peregrinar eterno de la isla de Delos y la fijó en el
Océano, protegiéndola de las posibles represalias de la diosa Hera.
Posteriormente, la isla de Delos fue consagrada al culto al dios Apolo y
llegó a convertirse en uno de los santuarios más importantes de esta
divinidad.
Tras el nacimiento de los dos bebés, Hera no depuso su ira contra Leto.
Deseosa de cobrarse su venganza, la diosa envió contra Leto a la
monstruosa serpiente Pitón, guardiana del santuario profético de Delfos.
Sin embargo, el joven Apolo, tras armarse con el arco y las flechas que
Hefesto había forjado para él, se enfrentó a Pitón y le quitó la vida.
De este modo, Apolo se convirtió en la divinidad tutelar del oráculo de
Delfos, asumiendo el carácter de dios profético. Según algunos
mitógrafos, Hera hizo aún un nuevo intento para acabar con la vida de
Leto, encargando al gigante Ticio que la asesinara. Una vez más fue
Apolo, en esta ocasión con ayuda de su hermana Artemisa, el encargado de
proteger a su madre. Los mellizos derrotaron al gigante y lograron que
Zeus le castigara encadenándolo al Tártaro, la región más profunda del
infierno.
HERA Y SÉMELE
Después
de ser seducida por Zeus, Sémele, princesa de Tebas, quedó encinta.
Hera descubrió la nueva infidelidad de su esposo y, como era habitual en
los mitos clásicos, decidió cobrarse su venganza en la figura de la
amante. La diosa se hizo pasar por una sirvienta de Sémele y la
convenció de que pidiera a Zeus que, como prueba de que su amor era
verdadero, se presentase ante ella en el apogeo de su esplendor, sin
cubrirse con disfraces ni trasformaciones mortales. Sémele, engañada por
Hera, hizo que Zeus jurara por la laguna Estigia que le concedería
cualquier petición que ella le hiciera. El dios accedió, sin darse
cuenta de que aquel juramento supondría la muerte para su amada. Sémele
le pidió al dios que se presentara ante ella en su verdadera forma, y
Zeus, obligado por el juramento, tuvo que acceder. La luz que irradiaba
el dios abrasó a la joven Sémele, que murió al instante. Para evitar que
el hijo que la princesa albergaba en su interior corriera la misma
suerte, Zeus tomó el feto y lo cosió a su propia pantorrilla, de modo
que terminara la gestación en su propio cuerpo. Meses después nació un
bebé que recibió el nombre de Dioniso, “el nacido dos veces”.
IO
Io era una princesa, hija del rey de Argos, que había sido seducida
por Zeus. En uno de sus encuentros sexuales, Hera estuvo a punto de
descubrir en pleno acto el adulterio de su esposo. Sin embargo, en el
último instante, Zeus convirtió a Io en una ternera blanca. Sospechando
del engaño de su esposo, Hera pidió a Zeus que le regalase el animal
como prueba de fidelidad, petición a la que el dios no pudo negarse.
Hera recluyo a la princesa transformada en ternera en una gruta donde
Zeus no pudiera encontrarse con ella, y para defender la entrada de la
cueva pidió al monstruo Argos, una criatura con cien ojos, que la
vigilara día y noche. Tiempo después, Zeus localizó a la joven y pidió a
su hijo Hermes que acabara con el monstruo Argos. El dios mensajero
cumplió su misión y liberó a la joven después de acabar con la vida de
la bestia. Cuando Hera descubrió el cuerpo de Argos decidió premiar su
fidelidad convirtiendo sus múltiples ojos en el adorno de la cola de su
animal sagrado, el pavo real.
La cólera de Hera contra la princesa Io no terminó con la muerte de
Argos. Resignada a no poder tenerla en cautiverio, Hera envió un enorme
tábano para que atormentara día y noche a la ternera. Desesperada, Io
inició un peregrinaje por las costas del Mediterráneo tratando de
escapar de las picaduras del tábano. En su largo camino, Io sufrió todo
tipo de penalidades, hasta llegar a Egipto, donde se convirtió en
sacerdotisa de la diosa Isis.
TIRESIAS
La historia del adivino Tiresias está relacionada de forma directa
con los frecuentes enfrentamientos conyugales entre Hera y Zeus. De
joven, Tiresias había encontrado a una pareja de serpientes apareándose y
las había separado con un palo. Al hacerlo, los dioses le castigaron
convirtiéndole en mujer. Tiresias vivió bajo esta forma femenina durante
años, llegando incluso a tener hijos con varios hombres. Transcurrido
un tiempo, Tiresias volvió a encontrar una pareja de serpientes
apareándose y las golpeó de nuevo con su bastón. El efecto fue el mismo
que la anterior vez: el cuerpo de Tiresias recuperó sus formas
masculinas.
Mientras tanto, en el Olimpo, Zeus y Hera discutían acerca de cuál de
los dos sexos disfrutaba más en las relaciones carnales. Zeus opinaba
que el placer femenino era mayor, mientras Hera apostaba por el hombre
como el gran beneficiado en el sexo. Para dirimir este conflicto,
recurrieron al único ser que había pasado una parte de su vida como
hombre y otra como mujer, Tiresias. Al ser interrogado por los dioses,
Tiresias respondió que la mujer recibía mas placer que el hombre.
Enfurecida por haber perdido la discusión, Hera castigó a Tiresias con
la ceguera. Zeus, compadeciéndose de él, le otorgó, como compensación
por haber perdido la vista, el don de la profecía.
RELACIONES Y DESCENDENCIA
La mayoría de los autores antiguos están de acuerdo en reconocer a
Zeus como el padre de la mayoría de vástagos engendrados por Hera. No
hay noticia alguna de posibles infidelidades por parte de la diosa, algo
que encaja a la perfección con la divinidad protectora de la
estabilidad familiar y la fidelidad. Hay algún caso, sin embargo, en el
que Hera decidió concebir un hijo ella sola, son intervención de ningún
varón, siendo este acto una venganza hacia Zeus por sus numerosos hijos
bastardos.
Algunos autores afirman que el fruto de este intento de concebir en
solitario fue el dios Hefesto, mientras otros hablan de este nacimiento
como el origen del monstruo Tifón. En ambos casos fueron partos
malogrados que engendraron criaturas deformes y monstruosas, muy
alejadas del ideal de belleza que se suponía que tenía que encarnar un
dios.
Dentro de la descendencia legítima que Hera engendró de su esposo Zeus
destaca ante todo Ares, dios de la guerra, así como algunas divinidades
menores como Hebe, diosa de la juventud, Ilitía, diosa de los partos, y
Eris, diosa de la discordia.
HERA EN EL CICLO TROYANO
La diosa Hera tuvo un papel protagonista en numerosos episodios del
ciclo troyano, estando de lado de los griegos de forma incondicional. El
origen de su odio hacia los troyanos se remonta a unas décadas antes de
que estallara la guerra. Durante la celebración de las bodas de Tetis y
Peleo, la diosa Eris, divinidad de la discordia, enojada por no haber
sido invitada al evento, hizo acto de presencia y arrojó una manzana de
oro en medio de la reunión. “Para la más bella”, fueron sus únicas
palabras antes de desaparecer. Las diosas comenzaron a discutir entonces
para decidir quién de ellas tenía derecho a quedarse con la manzana.
Tres divinidades optaban al título de la diosa más bella: Atenea,
Afrodita y Hera. Para evitar que la discusión entre ellas se tornara
violenta, Zeus decidió buscar un juez imparcial que dirimiera el
litigio. Escogió a Paris, un pastor que apacentaba sus reses en el monte
Ida, cerca de Troya. Entregó a Hermes la manzana de oro con el encargo
de que se la llevara al pastor, para que éste se la ofreciera como
presente a la diosa que considerara más hermosa. Hermes se presentó en
el monte Ida e informo a Paris de los designios de Zeus. El pastor
aceptó el encargo, de modo que las tres diosas se fueron presentando
ante él en el máximo apogeo de su belleza. Para tratar de sobornar al
juez, cada una de ellas le ofreció un don en el caso de resultar
elegidas. Atenea le ofreció la sabiduría. Hera la felicidad conyugal y
la dicha familiar. Afrodita, por último, le prometió el amor de la mujer
mortal más hermosa del mundo. Paris no dudo un instante y, ya fuera
porque su regalo le parecía el más apetecible, ya porque considerara que
realmente era ésta la diosa más hermosa, escogió a Afrodita y le hizo
entrega de la manzana de Eris. De este modo, Hera y Atenea juraron odio
eterno al pastor, mientras que Afrodita se convirtió en su protector. Al
saberse tiempo después que Paris era en realidad el hijo del rey
Príamo, soberano de Troya, el odio de Atenea y Hera se extendió a todos
los troyanos. Este fue el motivo por el cual, al estallar la guerra
entre aqueos y troyanos, Hera se posicionó del lado de los primeros.
Durante el trascurso de la guerra, Hera trató de influir en su esposo
Zeus para que inclinara la balanza a favor de los griegos y permitiera
la caída de Troya. Pese a sus suplicas y artimañas, Zeus permaneció
firme en su designio de dejar que el destino se cumpliera por sí solo,
sin intervenir él mismo ni dejar que el resto de dioses intervinieran
más que de forma puntual. En alguna ocasión, la propia Hera tomó parte
de los combates de forma activa. En un momento en el que el héroe griego
Diomedes titubeaba ante la presencia del dios Ares ayudando a las filas
troyanas, Hera le animo a arrojar su lanza contra él, con el resultado
de que el dios quedó herido y tuvo que retirarse del campo de batalla.
Tras la caída de Troya, Hera mantuvo su odio hacia los supervivientes,
representados ante todo por Eneas y sus hombres. Durante los viajes de
éstos hacia las costas de Italia, la diosa les presentó todo tipo de
dificultades, siendo la más dura de ellas el haber sembrado la discordia
entre los pueblos itálicos para que éstos se enfrentaran con las armas a
los troyanos recién llegados. Pese a esto, tal y como narra Virgilio en
su Eneida, Hera y Eneas se reconciliaron, de modo que los sucesores de
éste, el pueblo romano, gozó durante siglos de la protección de esta
diosa.
ÁMBITO DE INFLUENCIA Y CULTO
Como
esposa de Zeus, Hera se convirtió en la protectora del amor conyugal,
la familia y las relaciones legítimas, así como, por extensión, del
hogar y de todos los que lo habitaban. La importancia que tuvieron en el
mundo antiguo de elementos como las estructuras familiares ordenadas o
la fertilidad femenina explican que los cultos dedicados a Hera sean de
los más antiguos que hemos documentado en la historia de Grecia.
El templo dedicado a Hera en Samos puede haber sido uno de los más
antiguos de toda la tradición artística griega, pudiendo remontarse su
construcción original a finales del siglo IX a.C. Este templo fue
reconstruido y remodelado en numerosas ocasiones a lo largo de los
siglos, pues el culto a Hera en Samos se perpetuó hasta la imposición
del cristianismo y la prohibición de los cultos paganos. Los arqueólogos
han encontrado en este santuario exvotos dedicados a Hera traídos desde
lugares tan lejanos como Egipto o Mesopotamia, lo cual demuestra la
popularidad que esta diosa llegó a adquirir, incluso en ambientes no
griegos.
HERA EN EL MUNDO ACTUAL
La
figura de Hera es sin duda una de las que resultaron más manipuladas en
la película Hércules de la factoría Disney. Al estar dirigida de forma
mayoritaria al público infantil, se modificaron en el guion los orígenes
de Heracles, eliminando su nacimiento como hijo bastardo de Zeus con
una amante y haciendo de Hera su madre legitima. De este modo, según la
historia recogida en este film de animación, Heracles sería un hijo de
Zeus y Hera que, por causa de una trampa urdida por Hades, es convertido
en mortal y entregado a Alcmena y a Anfitrión para que éstos le criaran
como padres adoptivos. El carácter negativo que la mitología clásica
atribuye a Hera es desviado en esta versión hacia el dios Hades, que se
convierte de este modo en el antagonista del héroe y en el instigador de
todas las pruebas que éste debe superar.