Debemos crear
el hábito de hablar con Dios
como si estuviéramos
a solas con El.
Háblale con
confianza familiar
como a tu amigo
más querido.
Cuéntale de tus negocios,
tus planes, tus problemas,
tus alegría, tus miedos.
Consúltale sobre
todo lo que te preocupa;
pláticale con gran franqueza,
pues el Señor no habla
con quien no desea
compartir con El.
Preséntale tus pensamientos
con gran libertad,
pues el Señor no espera
que vengas a El,
sino que anticipa tu llegada
y viene a ti.
Recuerda que nadie,
amigo, pretendiente,
padre o madre,
hermana, hermano,
te ama más que Dios.
Esta amistad que el Señor
nos ofrece
es un tesoro bellísimo
por el cuel todos nosotros,
pobres o pecadores,
podemos llegar a ser
amigos queridos
de nuestro Creador.
Fue con el propósito
de aumentar nuestra
confianza en El,
por lo que Jesús se anonadó
humillándose hasta el punto
de convertirse en un ser humano.
El vivió en la pobresa
y murió en la cruz...
por nosotros.
Dios te ama tanto
que parece amarte sólo a ti,
por ello puedes decir:
Señor mío,
tú entregaste tu vida entera
por mí.
Yo me entrego totalmente a ti
y te escojo entre todos
como a mi gran amor.
Recuerda que Dios desea
que le hablemos a menudo
con familiaridad y sin miedo.
Conversa con Dios
libremenete y con confianza.
El te responderá
con palabras
que podrás entender
claramente en tu corazón,
aunque no lo escuches con tus oídos.
Cuando hablas con Dios,
puedes sentir paz,
esperanza, alegría
o arrepentimiento por tus pecados...
Todo esto es el Señor
hablado a tu oído.
Súlo quienes buscan
fielmente al Señor
entienden estos movimientos
del Espíritu Santo en el corazón humano.
En el mundo,
los amigos se pasan
las horas hablando...
pero también tienen
tiempos de separación.
Este no es el caso con Dios,
es nuestro trato con El
nunca habrá separación.
Recuerda
que Dios te ama
más de lo que tú
le puedes amar.
El Señor se preocupa
continuamente por ti y te pide:
"Entregame todas tus preocupaciones".
Recuerda que el Señor es fiel.
El jamás te abandonará.
¡Oh mi Señor!
¿Por qué me amaste tanto?
¿Qué encontraste de valor en mí?
¿Olvidaste mis pecados y ofensas?
Porque tú me has amado tanto
y me das gracias sin limite,
de ahora en adelante
te amaré, Señor,
con todo mi corazón.
¡Tú serás siempre
el Dios de mi corazón,
mi sólo bien,
mi cielo,
mi esperanza, mi todo.
María madre mía, ora por mi.
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