Las hojas no caen, se sueltan…
“Las hojas no caen,
se desprenden en un gesto supremo de generosidad
y profundo de sabiduría:
la hoja que no se aferra a la rama
y se lanza al vacío del aire
sabe del latido profundo de una vida
que está siempre en movimiento
y en actitud de renovación.
La hoja que se suelta comprende y acepta
que el espacio vacío dejado por ella
es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja.
Cada hoja al aire
me está susurrando al oído del alma
¡suéltate!, ¡entrégate!, ¡abandónate! y ¡confía!.
Reconozco y confieso públicamente,
ante este público de hojas moviéndose
al compás del aire de la mañana,
que soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas.
Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote.
Me siento tan cómodo y seguro con estas hojas predecibles,
con estos hábitos perennes,
con estas conductas fijadas,
con estos pensamientos arraigados,
con este entorno ya conocido…
Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría,
generosidad y belleza de las hojas que “se dejan caer”.
Quiero lanzarme a este abismo otoñal
que me sumerge en un auténtico espacio de fe,
confianza, esplendidez y donación.
Sé que cuando soy yo quien se suelta,
desde su propia consciencia y libertad,
el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso
y más hermoso.”
Texto de José María Toro, extraído del libro «La Sabiduría de Vivir»
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