Cuenta la leyenda que este era el único hombre feliz en un antiguo reino.
Allí había gente adinerada, pero no podía disfrutar de sus bienes.
Querían siempre más. Por eso invertían su tiempo en hacer negocios para
incrementar su fortuna. Otros eran muy pobres, pero tampoco eran felices
porque dedicaban buena parte de su vida a soñar con aquello que no
tenían.
Cuando corrió el rumor de que había un hombre que era completamente feliz, todos se mostraron muy interesados. Decían que este hombre tenía un cofre y que dentro reposaban todos los secretos para alcanzar la felicidad.
Los
ricos fueron donde él y quisieron comprarle el cofre, pero el hombre no
lo vendió. Los pobres le suplicaron, pero el sabio tampoco cedió.
Incluso intentaron robarle, pero no lo consiguieron. Pasado un tiempo, llegó un niño hasta donde el hombre del cofre. Le dijo al hombre que él también quería ser feliz.
Al ver la inocencia del chico, el hombre feliz se conmovió. Le dijo que la felicidad era como una escalera y que cada paso hacia ella requería un aprendizaje nuevo. Fue así como le mostró los 7 pasos para ser feliz.
“Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una.”
El hombre del cofre le dijo al niño que la primera condición para ser feliz es quererse a uno mismo. El amor propio significa sentirse merecedor de la felicidad. Para ello, hay que darle valor a nuestra vida. Cuidar de la salud y del bienestar físico.
También es necesario comprender que somos únicos en el mundo. Eso significa que cada una de nuestras virtudes y
de nuestros defectos son el resultado de una historia única en el
universo. No somos más ni menos que nadie, solo el efecto de millones de
causas irrepetibles.
Una
de las cosas que hace más infeliz a la gente es pensar en ser mejores, o
en una vida mejor, pero dejarlo solo en el pensamiento. Eso solo te
conduce a la frustración y a la culpa. Si crees que puedes, o debes, hacer algo, simplemente hazlo. No tienes por qué cavilar demasiado al respecto.
También es importante que los actos sean consecuentes con tus palabras. Y,
por supuesto, con tus pensamientos. Si piensas de una forma, pero
actúas de otra, solo crearás confusión. En cambio, cuando hay armonía en
tu mundo interno, todo fluye con facilidad.
Quienes
viven pensando en los logros de los demás, antes que en los propios,
construyen un camino hacia la amargura. Nunca sabes qué tuvo que pasar
otra persona para conseguir lo que es o lo que tiene. Por eso, no eres nadie para juzgar si lo merece o no.
En lugar de pensar en lo que los demás logran o no, ocúpate de lo tuyo. Si dejas que en tu corazón nazca la envidia, sufrirás. Y será un sufrimiento inútil y destructivo.
Si logras ser feliz con lo
que otros logran, tu felicidad será doble y tendrás más fuerza dentro
de tu corazón para alcanzar tus metas.
A veces recibimos afrentas y son tan fuertes que el dolor se queda enquistado en el corazón.
Con el paso del tiempo el dolor se convierte en frustración. Y esta
última se transforma en ira. Acabas siendo portador de un sentimiento
muy negativo y eso termina paralizándote.
El rencor es otra de esas pasiones inútiles,
que le hace mucho daño a quien la siente. La vida tiene su propia
lógica. Por eso, ante una afrenta debes pensar que quien la causó
encontrará por sí solo justicia.
Más tarde o más temprano, cada uno recoge lo que siembra. Por eso, cada uno debe esforzarse en perdonar, olvidar y dejar ir.
Según los hindúes, todo aquello que se toma ilícitamente de otros, trae consecuencias graves.
Con el tiempo, quien cometió este acto será despojado de algo que tenga
mucho mayor valor. El no respetar los bienes de los demás también hace
que lo que consigas se esfume.
Esto
no se aplica solamente a los bienes materiales. También tiene que ver
con apropiarte de ideas, afectos o beneficios que no te correspondan.
Para los hindúes, en esa falta de respeto de lo ajeno está el comienzo de la ruina moral y material de una persona.
Ningún ser vivo debe ser maltratado. Esto incluye a las personas y, por supuesto, también a las plantas y los animales. Quien logra relacionarse de una manera amorosa con la vida logra ser feliz. Todos los seres vivos son fuente de alegría y bienestar, por eso deben ser valorados.
Esto,
como es obvio, implica una negativa radical a ser maltratado. Es bueno
que te muestres firme para rechazar toda situación o persona que te
maltrate. Ninguna forma de maltrato es “por tu bien” o por el bien de alguien. Para evolucionar, o corregir errores, no es necesario pasar por tratos destructivos.
Es muy sencillo y tiene un efecto muy poderoso en tus emociones.
Cada día tienes razones para agradecer, no lo dudes. Si adquieres el
hábito de que la palabra “gracias” sea la primera de tu día, verás cómo
tu vida se llena de color.
Este
sencillo ritual cambia vidas. Cuando se convierte en costumbre, te
ubica en una posición de bondad y de buena disposición hacia todo. Te hace sentir más feliz y te transforma en una persona más generosa. Además, te permite ver con mayor nitidez todo el valor que tiene tu vida.
Ya decíamos que los 7 pasos para ser feliz son como una escalera. Uno se consigue tras el otro.
Constituyen un proceso evolutivo que conduce a la paz interior. Esa paz
es la única condición imprescindible para que logres ser feliz. Y ser
feliz es alcanzar un estado en el que se aceptan, con nobleza e
inteligencia, todas las vicisitudes de la vida.