Carl Gustav Jung nació en el mes de julio de 1875 en
Kesswil, Suiza, en el seno de una familia muy religiosa. Fue un niño
retraído y solitario, que se atravesó gran parte de su infancia sin
poder relacionarse con hermanos o hermanas. En parte por este hecho,
acostumbraba a jugar con elementos de la naturaleza y se servía de su
imaginación para tejer extravagantes líneas narrativas acerca de todo lo
que experimentaba.
Sin embargo, las asociaciones mentales
insólitas y los simbolismos que poblaban la mente del joven Jung no
limitaban su reinado a las horas que este pasaba despierto. Jung empezó muy pronto a tener sueños muy vívidos y con una fuerte carga simbólica.
Y, como era de esperar de alguien que dedicó gran parte de su carrera a
estudiar lo onírico, al menos uno de estos sueños lo marcó de por vida.
Biografía de Carl Gustav Jung
Cuando apenas contaba tres o cuatro años, Jung soñó que descendía por un oscuro agujero rectangular que parecía estar cavado en una pradera.
Al
llegar al fondo del hoyo, encontró un arco del que pendía una cortina
verde que parecía cerrarle el paso. Jung, movido por la curiosidad,
apartó la cortina con un brazo para encontrar, al otro lado, algo
parecido a la cámara real de un palacio, con techo alto y una alfombra
roja que describía un camino hacia un lugar importante.
Todo empezó con un sueño
Al
final de la alfombra, presidiendo la estancia, un impresionante trono
real de gran tamaño, sobre el cual reposaba una criatura extraña: un
monstruo con forma de árbol, consistencia de piel humana y sin más
rostro que un solo ojo en la parte superior del tronco. La criatura
permanecía inmóvil y ni siquiera daba muestras de reaccionar ante su
presencia, y sin embargo Jung tenía la sensación de que en cualquier
momento podía ponerse a reptar por el suelo y alcanzarlo rápidamente. En
ese momento, oyó cómo su madre gritaba, desde la entrada de la fosa:
"¡Míralo! ¡Es el comedor de hombres!"
En ese momento, el puro terror hizo que el pequeño Carl se despertase.
Muchos años después, ofreció una interpretación de este sueño basado en
el simbolismo fálico del dios subterráneo y el del velo verde, que
cubre el misterio. Y, aunque pueda parecer que experimentar esta especie
de pesadilla suponga una experiencia muy desagradable, Jung llegó a
considerar que este sueño fue su inicio en el mundo de los misterios, el
estudio de la religión y los símbolos, y el funcionamiento de lo que
más adelante sería llamado lo inconsciente por los psicoanalistas.
La predisposición hacia la espiritualidad de Jung
Este
sueño, unido a la gran imaginación y curiosidad hacia temas abstractos
que Jung tenía desde una edad muy temprana, hizo que experimentase cada
vez más con las diferente maneras de acceder a lo divino y lo oculto,
normalmente a través de pensamientos auto-inducidos.
El hecho de que en su familia existiesen tantas personas fuertemente relacionadas con el luteranismo
y que su madre tuviese un comportamiento errático que parecía no
responder del todo a lo que ocurría en el mundo de lo observable (ya que
parecía pasar por episodios de disociación de la realidad), hizo que
naciera en Jung una doble espiritualidad: una que era luterana y otra que se basaba en ideas más relacionadas con el paganismo.
Jung
empezó a desarrollar una sensibilidad extraordinaria para relacionar
entre sí sensaciones e ideas que aparentemente poco tenían en común.
Este fue uno de los rasgos característicos que definieron la manera de
pensar de Carl Gustav Jung tal y como lo conocemos hoy, y que lo
llevaría a adoptar con facilidad los planteamientos del psicoanálisis.
El periodo universitario
Al llegar a su segunda década de vida, Jung se convirtió en un ávido lector.
Se interesaba por muchos temas y encontraba en la lectura un excelente
pasatiempo, de manera que cada vez que saciaba una serie de dudas sobre
un tema le asaltaban otras tantas originadas en su nueva base de
conocimiento. Además, le interesaba desarrollarse como persona en dos
sentidos distintos: en los aspectos cotidianos o sociales y en los temas
relacionados con los misterios de la vida. La lectura le permitió tener
materia prima con la que trabajar para hacer progresos en ambos
flancos, pero sus aspiraciones no llegaban a verse satisfechas nunca, lo
cual lo movía a seguir investigando.
Una vez hubo llegado a la edad de ir a la universidad, Jung se decantó por estudiar medicina en la Universidad de Basilea,
y así lo hizo desde el 1894 hasta el año 1900. Al terminar empezó a
trabajar como ayudante en un hospital, y poco después se decantó por la
especialidad de psiquiatría.
Ejerciendo en este ámbito, Carl
Gustav Jung vio cómo era capaz de abordar a través de su propio trabajo
los dos aspectos que le apasionaban: los procesos biológicos tratados en
medicina y los temas psíquicos e incluso espirituales. Así, desde el
año 1900 empezó a ejercer en una institución mental de Zúrich.
La relación entre Carl Gustav Jung y Sigmund Freud
Si
bien la psiquiatría de la que partía Jung para trabajar en la clínica
psiquiátrica proponía una visión materialista y reduccionista de la enfermedad mental,
nunca renunció a adoptar elementos y formulaciones provenientes del
ámbito temático del espiritismo, la antropología e incluso el estudio
del arte. Jung creía que no se podía entender la mente humana renunciando al estudio de los símbolos y su raigambre en la historia de la cultura humana, por lo que no compartía el enfoque de lo que hoy entendemos como psiquiatría.
Por
lo tanto, Jung siempre se movió en la tensión entre lo material y lo
espiritual, algo que le ganó no pocos enemigos en el mundo académico.
Sin embargo, había un investigador de base filosófica materialista que
le interesaba sobremanera, y su nombre era Sigmund Freud.
La importancia del inconsciente y de los símbolos
No era de
extrañar, dado el papel central que el concepto de "lo inconsciente"
tiene en la teoría psicoanalítica de Freud. Jung coincidía con el
neurólogo en que en el fondo de la psique humana habita un
ámbito inaccesible por la consciencia que en última instancia dirige los
actos y los pensamientos de las personas y cuya fuerza se expresa a través de impulsos primarios.
Jung
y Freud empezaron a enviarse cartas en 1906, y un año después se
conocieron en Viena. En su primer encuentro, según el propio Jung,
estuvieron hablando unas 13 horas.
Más o menos a partir de su primer encuentro, en Viena, Sigmund Freud se convirtió en una especie de mentor para el joven psiquiatra,
que ya se había interesado por el psicoanálisis desde hacía unos años.
Sin embargo, y aunque los escritos sobre lo inconsciente y los impulsos
fascinaban a Jung, no estaba de acuerdo en abordar todo el espectro de
los procesos mentales y la psicopatología como si todo se fundamentase
en funciones biológicas.
La discrepancia de Jung con el pensamiento freudiano
Esto
le llevó también a rechazar la idea de que la causa de la patología
mental se encuentra en procesos bloqueados relacionados con la sexualidad humana (la llamada "Teoría Sexual" de Freud). Por eso, de un modo similar a como lo hizo el psicoanalista Erik Erikson, Jung tomó una gran parte de las propuestas del psicoanálisis de Sigmund Freud y le añadió el factor cultural en la ecuación, desplazando el protagonismo de los impulsos sexuales.
Jung,
sin embargo, fue mucho más allá de las explicaciones materialistas, ya
que sus escritos se adentran de lleno en explicaciones con un tono
oscurantista, orientadas a explicar fenómenos de naturaleza espiritual
que suelen abordarse desde la parapsicología y ciertos enfoques de la filosofía.
El inconsciente, según Jung
Jung
creía que el retrato de la naturaleza de lo inconsciente que había
realizado Freud estaba incompleto si no se le añadía un importante
factor cultural. Sostenía que en la psique de cada persona individual
habita, efectivamente, una parte muy importante que puede ser llamada
"lo inconsciente", pero para Jung una parte de este inconsciente es, de
hecho, u na especie de "inconsciente colectivo" o memoria colectiva, algo que no pertenece sólo al individuo.
El concepto de inconsciente colectivo
Esta memoria colectiva
está llena de todos aquellos símbolos y elementos de significación
recurrentes que la cultura en la que vivimos ha ido tejiendo a lo largo
de las generaciones. La memoria colectiva que describe Jung, por tanto,
es un elemento que explica las semejanzas entre los mitos y símbolos de todas las culturas que estudió, por muy diferentes entre sí que parecieran ser.
Estos
elementos recurrentes no existían sólo como un fenómeno a estudiar
desde la antropología, sino que debían ser abordados por la psicología
de la época, ya que las mentes individuales también operan basándose en
estos esquemas culturales.
De este modo, la cultura y el legado cultural que se va transmitiendo de generación en generación permanece más o menos igual con el paso de los siglos, creando una base en la que la psique humana puede arraigar
y añadir sobre ella aprendizajes basados en las experiencias
individuales de cada uno. Estos aprendizajes y la manera en la que se
realizan, sin embargo, estarán condicionados por el sustrato cultural de
esta parte inconsciente de la psique.
Jung y los arquetipos
Así pues, para Jung una parte de lo inconsciente está compuesta por recuerdos heredados, la materia prima de la cultura. Estos recuerdos se expresan a través de lo que Jung llamó "arquetipos".
Los
arquetipos son los elementos que componen la memoria colectiva, fruto
de la transmisión hereditaria de la cultura. Estos arquetipos existen
como plasmación en todos los productos culturales hechos por el ser
humano (teatro, pintura, historias, etc.) pero también pertenecen al
mundo invisible del inconsciente de cada persona, como si fuese algo
latente. Como son elementos que se caracterizan por ser de transmisión
hereditaria, son básicamente universales, y pueden ser encontrados bajo diferentes formas en prácticamente todas las culturas.
La producción cultural como elemento clave para entender la psique humana
Es
por eso que Jung llamó la atención sobre el hecho de que para entender
la mente humana también había que estudiar los productos de esta, es
decir, sus producciones culturales. De este modo, Jung
justificó la necesidad de poner en relación la psicología y la
antropología, además del estudio de los símbolos empleados en ámbitos
oscurantistas como el del tarot.
A través de los arquetipos,
cuya etimología viene de lo que en griego antiguo se traduce como
"modelo original", seríamos capaces de ver un atisbo de cómo nuestros
antepasados comunes, los padres y madres del resto de las culturas,
percibían la realidad. Pero, además, mediante su estudio podemos saber
los mecanismos inconscientes mediante los cuales comprendemos y
organizamos nuestra realidad hoy en día. Los arquetipos sirven, según
Jung, para describir la orografía de naturaleza cultural sobre la que se
fundamentan nuestras experiencias individuales.
Un legado muy variado
Jung
propuso una manera de entender la psicología que en su día no parecía
muy convencional, y que en la actualidad lo sería aún menos.
Era
una persona con múltiples inquietudes, y la naturaleza de estas fuentes
de interés no acostumbraba a ser fácil de describir con palabras. Su legado sigue especialmente vivo en el psicoanálisis, pero también en el análisis del arte e incluso en los estudios de tipo oscurantista.