Había una vez una mula muy orgullosa de su anatomía, que se repetía a sí misma y siempre alardeaba:
-Soy hija de un gran caballo que es muy veloz en las carreras. Me parezco a él y con seguridad heredé todos sus atributos.
Algunos animales creían
esto a la mula, por lo que llegado el momento de una gran carrera la
animaron a que se presentase. Esta lo hizo y al final quedó muy lejos de
las primeras posiciones, por lo que no tuvo más remedio que aceptar que
su padre era un asno.
Comprendió que lo mejor
es siempre reconocer y estar orgulloso de la familia real de uno, con
independencia de sus características y atributos. En definitiva, todos
tenemos encantos y limitaciones.