Soneto
– Luis Rosales
Con dulce y grave majestad ferviente,
mientras arde cantando la retama,
llegan los Reyes cuando el sol derrama
su niña antigüedad de oro inocente.
Con boca y labio de abejar riente
donde vuela la miel de rama en rama
besaron al Señor, que les enrama
de alegre mirto el corazón creyente.
Con toque y mano de fluvial espuma,
le ofrecieron el oro desvalido
y el lento incienso de ascensión trigueña:
¡todo en el aire es pájaro y es pluma,
está el cielo en el ser restablecido
y en la indefensa carne el tiempo sueña!