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De: Atlantida (Mensaje original) |
Enviado: 29/01/2022 16:06 |
CAPÍTULO I
DESCRIPCIÓN DE LA VERDADERA DEVOCIÓN
Tú aspiras a la devoción, queridísima Filotea, porque eres
cristiana y sabes que es una virtud sumamente agradable a la divina
Majestad; mas, como sea que las pequeñas faltas que se cometen al
comienzo de una empresa crecen infinitamente en el decurso de la misma y
son casi irreparables al fin, es menester, ante todo, que sepas en
qué consiste la virtud de la devoción, porque, no existiendo más que una
verdadera y siendo muchas las falsas y vanas, si no conocieses cuál es
aquélla, podrías engañarte y seguir alguna devoción impertinente y
supersticiosa.
Aurelio pintaba el rostro de todas las imágenes que hacía según
el aire y el aspecto de las mujeres que amaba, y cada uno pinta la
devoción según su pasión y fantasía. El que es aficionado al ayuno se
tendrá por muy devoto si puede ayunar, aunque su corazón esté lleno de
rencor, y -mientras no se atreverá, por sobriedad, a mojar su lengua
en el vino y ni siquiera en el agua-, no vacilará en sumergirla en la
sangre del prójimo por la maledicencia y la calumnia. Otro creerá que
es devoto porque reza una gran cantidad de oraciones todos los días,
aunque después se desate su lengua en palabras insolentes, arrogantes e
injuriosas contra sus familiares y vecinos. Otro sacará con gran
presteza la limosna de su bolsa para darla a los pobres, pero no sabrá
sacar dulzura de su corazón para perdonar a sus enemigos. Otro
perdonará a sus enemigos, pero no pagará sus deudas, si no le obliga a
ello, a viva fuerza, la justicia. Todos estos son tenidos vulgarmente
por devotos y, no obstante, no lo son en manera alguna. Las gentes de
Saúl buscaban a David en su casa; Micol metió una estatua en la cama,
cubrióla con las vestiduras de David y les hizo creer que era el mismo
David que yacía enfermo. Así muchas personas se cubren con ciertas
acciones exteriores propias de la devoción, y el mundo cree que son
devotas y espirituales de verdad, pero, en realidad, no son más que
estatuas y apariencias de devoción.
La viva y verdadera devoción, ¡oh Filotea!, presupone el amor de
Dios; mas no un amor cualquiera, porque, cuando el amor divino
embellece a nuestras almas, se llama gracia, la cual nos hace
agradables a su divina Majestad; cuando nos da fuerza para obrar bien,
se llama caridad; pero, cuando llega a un tal grado de perfección, que
no sólo nos hace obrar bien, sino además, con cuidado, frecuencia y
prontitud, entonces se llama devoción. Las avestruces nunca vuelan;
las gallinas vuelan, pero raras veces, despacio, muy bajo y con
pesadez; mas las águilas, las palomas y las golondrinas vuelan con
frecuencia veloces y muy altas. De la misma manera, los pecadores no
vuelan hacia Dios por las buenas acciones, pero son terrenos y
rastreros; las personas buenas, pero que todavía no han alcanzado la
devoción, vuelan hacia Dios por las buenas oraciones, pero poco, lenta y
pesadamente; las personas devotas vuelan hacia Dios, con frecuencia
con prontitud y por las alturas. En una palabra, la devoción no es más
que una agilidad y una viveza espiritual, por cuyo medio la caridad
hace sus obras en nosotros, o nosotros por ella, pronta y
afectuosamente, y, así como corresponde a la caridad el hacernos
cumplir general y universalmente todos los mandamientos de Dios,
corresponde también a la devoción hacer que los cumplamos con ánimo
pronto y resuelto. Por esta causa, el que no guarda todos los
mandamientos de Dios, no puede ser tenido por bueno ni devoto, porque,
para ser bueno es menester tener caridad y, para ser devoto, además de
la caridad se requiere una gran diligencia y presteza en los actos de
esta virtud.
Y, puesto que la devoción consiste en cierto grado de excelente
caridad, no sólo nos hace prontos, activos y diligentes, en la
observancia de todos los mandamientos de Dios, sino además, nos incita a
hacer con prontitud y afecto, el mayor número de obras buenas que
podemos, aun aquellas que no están en manera alguna mandadas, sino tan
sólo aconsejadas o inspiradas. Porque, así como un hombre que está
convaleciente anda tan sólo el camino que le es necesario, pero lenta y
pesadamente, de la misma manera, el pecador recién curado de sus
iniquidades, anda lo que Dios manda, pero despacio y con fatiga, hasta
que alcanza la devoción, ya que entonces, como un hombre lleno de
salud, no sólo anda sino que corre y salta «por los caminos de los
mandamientos de Dios», y, además, pasa y corre por las sendas de los
consejos y de las celestiales inspiraciones. Finalmente, la caridad y
la devoción sólo se diferencian entre sí como la llama y el fuego;
pues siendo la caridad un fuego espiritual, cuando está bien encendida
se llama devoción, de manera que la devoción nada añade al fuego de la
caridad, fuera de la llama que hace a la caridad pronta, activa y
diligente no sólo en la observancia de los mandamientos de Dios, sino
también en la práctica de los consejos y de las inspiraciones
celestiales.
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CAPÍTULO II
PROPIEDAD Y EXCELENCIA DE LA DEVOCIÓN
Los que desalentaban a los israelitas, para que no fueran a la
tierra de promisión, les decían que era una tierra que «devoraba a sus
habitantes», es decir que su ambiente era tan dañino, que era imposible
vivir allí mucho tiempo y que sus moradores eran gentes tan
monstruosas, que se comían a los demás hombres como a las langostas.
Así el mundo, mi querida Filotea, difama tanto cuanto puede a la
devoción, pintando a las personas devotas con aire sombrío, triste y
melancólico, y diciendo que la devoción comunica humores displicentes e
insoportables. Mas, así como Josué y Caleb aseguraban que no sólo era
buena y bella la tierra prometida, sino también que su posesión había
de ser dulce y agradable, de la misma manera el Espíritu Santo, por
boca de todos los santos y Nuestro Señor por la suya propia, nos
aseguran que la vida devota es una vida dulce, feliz y amable.
El mundo ve que los devotos ayunan, oran, sufren las injurias,
cuidan a los enfermos, dominan su cólera, refrenan y ahogan sus
pasiones, se privan de los placeres sensuales y practican éstas y otras
clases de obras que de suyo y en su propia substancia y calidad, son
ásperas y rigurosas. Mas el mundo no ve la devoción interior y
cordial, que hace que todas estas acciones sean agradables, suaves y
fáciles. Contemplad las abejas sobre el tomillo: encuentran en él un
jugo muy amargo, pero, al chuparlo, lo convierten en miel, porque ésta
es su propiedad. ¡Oh mundanos!, las almas devotas encuentran, es
cierto, mucha amargura en sus ejercicios de mortificación, pero, con
sólo practicarlos, los convierten en dulzura y suavidad. El fuego, las
llamas, las ruedas y las espadas parecían flores y perfumes a los
mártires, porque eran devotos; y, si la devoción puede endulzar los más
crueles tormentos y la misma muerte ¿que no hará con los actos de
virtud?
El azúcar endulza los frutos verdes y hace que no sean
desagradables ni dañosos los excesivamente maduros. Ahora bien, la
devoción es el verdadero azúcar espiritual, que quita la aspereza a las
mortificaciones y el peligro de dañar a las consolaciones; quita la
tristeza a los pobres y el afán a los ricos, la desolación al oprimido y
la insolencia al afortunado, la melancolía a los solitarios y la
disipación a los que viven acompañados; sirve de fuego en invierno y
de rocío en verano; sabe vivir en la abundancia y sufrir en la pobreza;
hace igualmente útiles el honor y el desprecio, acepta el placer y el
dolor con igualdad de ánimo, y nos llena de una suavidad maravillosa.
Contempla la escala de Jacob, que es una viva imagen de la vida
devota: los dos largueros por entre los cuales se sube y que sostienen
los escalones, representan la oración, que nos obtiene el amor de Dios y
los sacramentos que lo confieren; los escalones no son otra cosa que
los diversos grados de caridad, por los cuales se va de virtud en
virtud, ya sea descendiendo, por la acción, a socorrer y a sostener al
pobre, ya sea subiendo, por la contemplación, a la unión amorosa con
Dios. Te ruego ahora que contemples quiénes están en la escala; son
hombres, con corazón de ángeles, o ángeles con cuerpo humano; no son
jóvenes, pero lo parecen, porque están llenos de vigor y de agilidad
espiritual; tienen alas, para volar, y se lanzan hacia Dios, por la
santa oración, mas también tienen pies, para andar entre los hombres,
en santa y amigable conversación. Sus rostros aparecen bellos y
alegres, porque todo lo reciben con dulzura y suavidad; sus piernas,
sus brazos y sus cabezas están enteramente al descubierto, porque sus
pensamientos, sus afectos y sus actos no tienden a otra cosa que a
complacer. Lo restante de su cuerpo está vestido, pero con elegante y
ligero ropaje, porque es cierto que usan del mundo y de sus cosas, pero
de una manera pura y sincera, tomando estrictamente lo que exige su
condición.
Créeme, amada Filotea, la devoción es la dulzura de las dulzuras y
la reina de las virtudes, porque es la perfección de la caridad. Si la
caridad es la leche, la devoción es la nata; si es una planta, la
devoción es la flor; si es una piedra preciosa, la devoción es el
brillo; si es un bálsamo precioso, la devoción es el aroma, el aroma
de suavidad que conforta a los hombres y regocija a los ángeles.
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