Llamo a la puerta (I)
Llamo a la puerta a que llamar solía
antes de emparedarse a cal y canto;
puerta que insisto en golpear en llanto,
por no abrírseme ya como se abría.
Ausente, desleal o en apatía,
no me responde. Asoma el desencanto
su figura deforme bajo el manto,
y me alejo de allí. Quizá otro día.
¿Por qué me aferro a tan glacial costumbre,
adquirida evidencia y certidumbre
de que conduce al mismo resultado?
Ah, malogrado amor, que se afianza,
no obstante la experiencia, en la esperanza
del milagro jamás ejecutado.
Los Angeles, 7 de diciembre de 2011
Francisco Alvarez Hidalgo
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