Era
hermana gemela de San Benito, el santo que fundó la primera comunidad
religiosa de occidente. Nació el año 480, en Nursia, Italia.
Desde muy joven se dedicó también ella a
la vida religiosa y fue superiora de un convento de monjas. Su hermano
dirigía un gran convento para hombres en el Monte Casino, y
Escolástica fundó un convento para mujeres a los pies de ese mismo
monte.
Aunque eran hermanos y se amaban mucho, sin
embargo San Benito no iba a visitar a Escolástica sino una vez cada
año, pues él era muy mortificado en hacer visitas. El día de la
visita lo pasaban los dos hablando de temas espirituales.
Pocos días antes de la muerte de la santa
fue su hermano a visitarla y después de haber pasado el día entero en
charlas religiosas, el santo se despidió y se dispuso a volver al
monasterio. Era el primer jueves de Cuaresma del año 547.
Escolástica le pidió a San Benito que se
quedara aquella noche charlando con ella acerca del cielo y de Dios.
Pero el santo le respondió: ¿Cómo se te ocurre hermana semejante
petición? ¿No sabes que nuestros reglamentos nos prohiben pasar la
noche fuera del convento? Entonces ella juntó sus manos y se quedó con
la cabeza inclinada, orando a Dios. Y en seguida se desató una tormenta
tan espantosa y un aguacero tan violento, que San Benito y los dos
monjes que lo acompañaban no pudieron ni siquiera intentar volver
aquella noche a su convento. Y la santa le dijo emocionada: "¿Ves
hermano? Te rogué a ti y no quisiste hacerme caso. Le rogué a Dios, y
El sí atendió mi petición".
Y pasaron toda aquella noche rezando y
hablando de Dios y de la Vida Eterna.
Benito volvió a su convento de Monte
Casino y a los tres días, al asomarse a la ventana de su celda vio una
blanquísima paloma que volaba hacia el cielo. Entonces por inspiración
divina supo que era el alma de su hermana que viajaba hacia la eternidad
feliz. Envió a unos de sus monjes a que trajeran su cadáver, y lo hizo
enterrar en la tumba que se había preparado para él mismo. Pocos días
después murió también el santo. Así estos dos hermanos que vivieron
toda la vida tan unidos espiritualmente, quedaron juntos en la tumba,
mientras sus almas cantan eternamente las alabanzas a Dios en el cielo.
El trabajo ofrecido por Dios es una gran
oración (San Benito).