Cuenta la historia que una zorra invitó a una cigüeña a comer en su casa, pero cuando esta llegó, se encontró con que la zorra había servido sopa en platos hondos. De ese modo, se aseguraba que la cigüeña no pudiera comer.
La cigüeña se entristeció, pero no dijo nada. A la primera oportunidad, convidó a la zorra a su casa. Esta vez, le sirvió jigote en un recipiente de cuello largo y estrecho, en el que la zorra no podía meter su hocico. La zorra no pudo más que resignarse, mientras la cigüeña decía:
—Amiga, me hiciste pasar hambre deliberadamente cuando me invitaste a tu casa, y hoy has sido tratada de la misma manera en que me trataste.