SEGUNDA PARTE
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
PRIMERA SECCIÓN:
LA ECONOMÍA SACRAMENTAL
CAPÍTULO PRIMERO:
EL MISTERIO PASCUAL EN EL TIEMPO DE LA IGLESIA
ARTÍCULO 2
EL MISTERIO PASCUAL EN LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
1113 Toda la vida litúrgica de la Iglesia gira en torno al Sacrificio Eucarístico y los sacramentos (cf SC
6). Hay en la Iglesia siete sacramentos: Bautismo, Confirmación o
Crismación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden
sacerdotal y Matrimonio (cf DS 860; 1310; 1601). En este artículo se
trata de lo que es común a los siete sacramentos de la Iglesia desde el
punto de vista doctrinal. Lo que les es común bajo el aspecto de la
celebración se expondrá en el capítulo segundo, y lo que es propio de
cada uno de ellos será objeto de la segunda sección.
I. Sacramentos de Cristo
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"Adheridos a la doctrina de las Santas Escrituras, a las tradiciones
apostólicas [...] y al parecer unánime de los Padres", profesamos que
"los sacramentos de la nueva Ley [...] fueron todos instituidos por
nuestro Señor Jesucristo" (DS 1600-1601).
1115
Las palabras y las acciones de Jesús durante su vida oculta y su
ministerio público eran ya salvíficas. Anticipaban la fuerza de su
misterio pascual. Anunciaban y preparaban aquello que Él daría a la
Iglesia cuando todo tuviese su cumplimiento. Los misterios de la vida de
Cristo son los fundamentos de lo que en adelante, por los ministros de
su Iglesia, Cristo dispensa en los sacramentos, porque "lo [...] que era
visible en nuestro Salvador ha pasado a sus misterios" (San León Magno,
Sermo 74, 2).
1116 Los sacramentos, como "fuerzas que brotan" del Cuerpo de Cristo (cf Lc
5,17; 6,19; 8,46) siempre vivo y vivificante, y como acciones del
Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, son "las obras
maestras de Dios" en la nueva y eterna Alianza.
II. Sacramentos de la Iglesia
1117 Por el Espíritu que la conduce "a la verdad completa" (Jn
16,13), la Iglesia reconoció poco a poco este tesoro recibido de Cristo
y precisó su "dispensación", tal como lo hizo con el canon de las
Sagradas Escrituras y con la doctrina de la fe, como fiel dispensadora
de los misterios de Dios (cf Mt 13,52; 1 Co 4,1). Así, la
Iglesia ha precisado a lo largo de los siglos, que, entre sus
celebraciones litúrgicas, hay siete que son, en el sentido propio del
término, sacramentos instituidos por el Señor.
1118
Los sacramentos son "de la Iglesia" en el doble sentido de que existen
"por ella" y "para ella". Existen "por la Iglesia" porque ella es el
sacramento de la acción de Cristo que actúa en ella gracias a la misión
del Espíritu Santo. Y existen "para la Iglesia", porque ellos son
"sacramentos [...] que constituyen la Iglesia" (San Agustín, De civitate Dei 22, 17; Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae
3, q.64, a. 2 ad 3), ya que manifiestan y comunican a los hombres,
sobre todo en la Eucaristía, el misterio de la Cocmunión del Dios Amor,
uno en tres Personas.
1119 Formando con Cristo-Cabeza "como una única [...] persona mística" (Pío XII, enc. Mystici Corporis), la Iglesia actúa en los sacramentos como "comunidad sacerdotal" "orgánicamente estructurada" (LG
11): gracias al Bautismo y la Confirmación, el pueblo sacerdotal se
hace apto para celebrar la liturgia; por otra parte, algunos fieles "que
han recibido el sacramento del Orden están instituidos en nombre de
Cristo para ser los pastores de la Iglesia con la palabra y la gracia de
Dios" (LG 11).
1120 El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial (LG
10) está al servicio del sacerdocio bautismal. Garantiza que, en los
sacramentos, sea Cristo quien actúa por el Espíritu Santo en favor de la
Iglesia. La misión de salvación confiada por el Padre a su Hijo
encarnado es confiada a los Apóstoles y por ellos a sus sucesores:
reciben el Espíritu de Jesús para actuar en su nombre y en su persona
(cf Jn 20,21-23; Lc 24,47; Mt 28,18-20). Así, el
ministro ordenado es el vínculo sacramental que une la acción litúrgica a
lo que dijeron y realizaron los Apóstoles, y por ellos a lo que dijo y
realizó Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos.
1121 Los tres sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden sacerdotal confieren, además de la gracia, un carácter
sacramental o "sello" por el cual el cristiano participa del sacerdocio
de Cristo y forma parte de la Iglesia según estados y funciones
diversos. Esta configuración con Cristo y con la Iglesia, realizada por
el Espíritu, es indeleble (Concilio de Trento: DS 1609); permanece para
siempre en el cristiano como disposición positiva para la gracia, como
promesa y garantía de la protección divina y como vocación al culto
divino y al servicio de la Iglesia. Por tanto, estos sacramentos no
pueden ser reiterados.
III. Sacramentos de la fe
1122 Cristo
envió a sus Apóstoles para que, "en su Nombre, proclamasen a todas las
naciones la conversión para el perdón de los pecados" (Lc 24,47). "Haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt
28,19). La misión de bautizar, por tanto la misión sacramental, está
implicada en la misión de evangelizar, porque el sacramento es preparado
por la Palabra de Dios y por la fe que es consentimiento a esta Palabra:
«El pueblo de Dios se reúne, sobre todo, por la
palabra de Dios vivo [...] Necesita la predicación de la palabra para el
ministerio mismo de los sacramentos. En efecto, son sacramentos de la
fe que nace y se alimenta de la palabra» (PO 4).
1123 "Los sacramentos están
ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo
de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios, pero, como signos,
también tienen un fin instructivo. No sólo suponen la fe, también la
fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones; por se
llaman sacramentos de la fe" (SC 59).
1124
La fe de la Iglesia es anterior a la fe del fiel, el cual es invitado a
adherirse a ella. Cuando la Iglesia celebra los sacramentos confiesa la
fe recibida de los apóstoles, de ahí el antiguo adagio: Lex orandi, lex credendi (o: Legem credendi lex statuat supplicandi). "La ley de la oración determine la ley de la fe" (Indiculus,
c. 8: DS 246), según Próspero de Aquitania, (siglo V). La ley de la
oración es la ley de la fe. La Iglesia cree como ora. La liturgia es un
elemento constitutivo de la Tradición santa y viva (cf. DV 8).
1125 Por
eso ningún rito sacramental puede ser modificado o manipulado a
voluntad del ministro o de la comunidad. Incluso la suprema autoridad de
la Iglesia no puede cambiar la liturgia a su arbitrio, sino solamente
en virtud del servicio de la fe y en el respeto religioso al misterio de
la liturgia.
1126 Por otra parte, puesto que los sacramentos expresan y desarrollan la comunión de fe en la Iglesia, la lex orandi es uno de los criterios esenciales del diálogo que intenta restaurar la unidad de los cristianos (cf UR 2 y 15).
IV. Sacramentos de la salvación
1127
Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos confieren la gracia que
significan (cf Concilio de Trento: DS 1605 y 1606). Son eficaces
porque en ellos actúa Cristo mismo; Él es quien bautiza, Él quien actúa
en sus sacramentos con el fin de comunicar la gracia que el sacramento
significa. El Padre escucha siempre la oración de la Iglesia de su Hijo
que, en la epíclesis de cada sacramento, expresa su fe en el poder del
Espíritu. Como el fuego transforma en sí todo lo que toca, así el
Espíritu Santo transforma en vida divina lo que se somete a su poder.
1128 Tal es el sentido de la siguiente afirmación de la Iglesia (cf Concilio de Trento: DS 1608): los sacramentos obran ex opere operato
(según las palabras mismas del Concilio: "por el hecho mismo de que la
acción es realizada"), es decir, en virtud de la obra salvífica de
Cristo, realizada de una vez por todas. De ahí se sigue que "el
sacramento no actúa en virtud de la justicia del hombre que lo da o que
lo recibe, sino por el poder de Dios" (Santo Tomás de Aquino, S. Th.,
3, q. 68, a.8, c). En consecuencia, siempre que un sacramento es
celebrado conforme a la intención de la Iglesia, el poder de Cristo y de
su Espíritu actúa en él y por él, independientemente de la santidad
personal del ministro. Sin embargo, los frutos de los sacramentos
dependen también de las disposiciones del que los recibe.
1129 La Iglesia afirma que para los creyentes los sacramentos de la Nueva Alianza son necesarios para la salvación
(cf Concilio de Trento: DS 1604). La "gracia sacramental" es la gracia
del Espíritu Santo dada por Cristo y propia de cada sacramento. El
Espíritu cura y transforma a los que lo reciben conformándolos con el
Hijo de Dios. El fruto de la vida sacramental consiste en que el
Espíritu de adopción deifica (cf 2 P 1,4) a los fieles uniéndolos vitalmente al Hijo único, el Salvador.
V. Sacramentos de la vida eterna
1130 La Iglesia celebra el Misterio de su Señor "hasta que él venga" y "Dios sea todo en todos" (1 Co 11, 26; 15, 28). Desde la era apostólica, la liturgia es atraída hacia su término por el gemido del Espíritu en la Iglesia: ¡Marana tha! (1 Co
16,22). La liturgia participa así en el deseo de Jesús: "Con ansia he
deseado comer esta Pascua con vosotros [...] hasta que halle su
cumplimiento en el Reino de Dios" (Lc 22,15-16). En los
sacramentos de Cristo, la Iglesia recibe ya las arras de su herencia,
participa ya en la vida eterna, aunque "aguardando la feliz esperanza y
la manifestación de la gloria del Gran Dios y Salvador nuestro
Jesucristo" (Tt 2,13). "El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven! [...] ¡Ven, Señor Jesús!" (Ap 22,17.20).
Santo Tomás resume así las diferentes dimensiones del signo sacramental: «Unde
sacramentum est signum rememorativum eius quod praecessit, scilicet
passionis Christi; et desmonstrativum eius quod in nobis efficitur per
Christi passionem, scilicet gratiae; et prognosticum, id est,
praenuntiativum futurae gloriae» («Por eso el sacramento es un signo
que rememora lo que sucedió, es decir, la pasión de Cristo; es un signo
que demuestra lo que se realiza en nosotros en virtud de la pasión de
Cristo, es decir, la gracia; y es un signo que anticipa, es decir, que
preanuncia la gloria venidera») (Summa theologiae 3, q. 60, a. 3, c.)
Resumen
1131 Los
sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y
confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina.
Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados
significan y realizan las gracias propias de cada sacramento. Dan fruto
en quienes los reciben con las disposiciones requeridas.
1132 La
Iglesia celebra los sacramentos como comunidad sacerdotal estructurada
por el sacerdocio bautismal y el de los ministros ordenados.
1133 El
Espíritu Santo dispone a la recepción de los sacramentos por la Palabra
de Dios y por la fe que acoge la Palabra en los corazones bien
dispuestos. Así los sacramentos fortalecen y expresan la fe.
1134 El
fruto de la vida sacramental es a la vez personal y eclesial. Por una
parte, este fruto es para todo fiel la vida para Dios en Cristo Jesús:
por otra parte, es para la Iglesia crecimiento en la caridad y en su
misión de testimonio.