Trópico, para que me diste
las manos llenas de color. Todo lo que yo toque se llenará de sol. En las tardes sutiles de otras tierras pasaré con mis ruidos de vidrio tornasol. Déjame un solo instante dejar de ser grito y color. Déjame un solo instante cambiar de clima el corazón, beber la penumbra de una costa desierta, inclinarme en silencio sobre un recóndito balcón, ahondarme en el manto de pliegues finos, dispersarme en la orilla de una suave devoción, acariciar dulcemente las cabelleras lacias y escribir con un lápiz muy fino mi meditación. ¡Oh, deja de ser un solo instante el Ayudante de Campo del sol! ¡Trópico, para qué me diste las manos llenas de color!
Autor del poema: Carlos Pellicer
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