Creo que por fin he envejecido.
Hoy, cuando el pasado llama a mi puerta,
no me doy la vuelta,
no me detengo a responder
y sigo caminando.
He aprendido que
cuando todo se derrumba
y la vida me desafía,
es solo un recordatorio:
el tiempo que me queda es para vivirlo,
no para desperdiciarlo.
Llevo suficientes años
viviendo para saberlo:
el pasado no es un hogar,
es una lección.
No se vive de él, se crece con él.
No borro lo que fui
ni reniego de lo que he vivido.
Pero he comprendido que hay guerras
que solo se ganan cuando tenemos
el coraje de abandonarlas.
¿Y la verdadera victoria?
Seguir adelante.
Fernando García
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