Ser Una Familia De Palabra
Emprender en familia un nuevo viaje espiritual donde se descubra, viva y anuncie la Palabra de Dios.
¿Por qué ser familias cristianas “de palabra”, cuando se puede vivir como auténticas familias de Palabra? El 26 de octubre de 2008, llegaron a su fin los días de reflexión del Sínodo de la Palabra presididos por el Santo Padre en Roma. En uno de los documentos conclusivos, presentado por Mons. Gianfranco Ravasi, se nos invita a emprender un nuevo viaje espiritual donde se descubra, viva y anuncie la Palabra de Dios. ¿Cómo hacerlo en familia? Siguiendo estas cuatro etapas:
La familia que descubre la voz de la Palabra
La Revelación se nos presenta como un mensaje vivo para el entorno familiar. La lectura atenta y sabrosa de la Palabra de Dios es el alimento exquisito para cada uno de sus miembros. La familia que reza unida, permanece unida. Quienes beben del manantial de la Biblia quedarán saciados, sin necesidad de saturarse con los riachuelos del mundo. La meditación de la Sagrada Escritura debe ser, para la familia, la experiencia de una lectura viva que nos interpela en las actividades del día a día. Aprender a recitar los salmos o a orar con el Evangelio es poner en nuestros labios, en muchas ocasiones, las mismísimas palabras usadas por Cristo.
La familia que contempla el Rostro de la Palabra
¿Cómo contemplar este Rostro? Aprendiendo de la escuela de la Virgen María. Ella supo degustar con la mirada la faz de Cristo en aquella casa humilde de Nazareth. Fue la convivencia de la Sagrada Familia con el Hijo de Dios, que habitó durante treinta años con sus padres, lo que permitió apreciar la Palabra en familia. De la misma manera, en nuestras familias tenemos que deleitarnos en la contemplación de nuestro Salvador que murió por nosotros para darnos la vida. Al mismo tiempo, podemos aprender a encontrar este Rostro en el rostro de cada una de las personas con las que nos topamos a diario. Porque, como dice el apóstol san Juan, quien dice que ama a Cristo, a quien no ve, pero no ama a su hermano a quien ve, es un mentiroso (Cf. 1 Jn 4, 20). Por ello, la familia se debe convertir en escuela de contemplación de la Palabra.
La familia que se reúne en la casa de la Palabra
El núcleo familiar está llamado a ser el motor que impulse la vida interna de las parroquias. Sus miembros se insertan en la Iglesia, que es el hogar de la Palabra. Por lo tanto, es imprescindible estimular la participación atenta en la Liturgia de la Palabra durante la misa dominical. La familia debe nutrirse, tanto del banquete de la Palabra, como del banquete de la Eucaristía. Esto únicamente se puede conseguir si en el seno familiar se enseña a valorar el don de la Lectio Divina y si se interiorizan las exigencias de la misma por medio del testimonio, para no dejar que esta proclamación se quede en palabras huecas que lleguen a unos oídos insensibles.
La familia que anuncia el camino de la Palabra
La trasmisión del Evangelio nos apremia. Muchas familias ya han experimentado el gozo de entregarse, en alguna ocasión, a una misión evangelizadora. Hoy, más que nunca, la Iglesia necesita de familias comprometidas que anuncien la Buena Nueva. Las carencias de nuestro mundo actual nos exigen, a gritos, el testimonio coherente de la familia. Nos reclaman el ejemplo constante de la autenticidad en la vivencia cristiana. Nos exhortan a que cada familia se convierta en un espejo de Cristo por su unidad, por su caridad, por su coherencia de vida. Nos obligan a que cada familia viva genuinamente el mensaje del amor para que arrastren a otras muchas a ser verdaderas familias de Palabra.
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