LA ENTREGA
Porque el cuerpo, todo el cuerpo albergándole a la vida su oscura aunque preclara omnipotencia, siempre está aquí, estará siempre. Y quien ama y quien desea, quiere poseer y entregarse poseyendo.
Tarde y noche, amanecer o mañana, al amor, el amar reclama al cuerpo en tenue caminar, o alborotado por de lavas repleto sendero: la sombría eternidad que da a la vida una muerte incrustada.
Un helado volcán; ¿son océanos lúcidos y vertigonosos con furia de morirme mientras amo? Porque así es la entrega del que ama: una despótica catástrofe.
¿Soy yo así, soy yo esto, se pregunta, creciendo de salvaje encrucijada, viviendo de mi muerte que rescato, con furia de morirme cuando amo? El cuerpo dócilmente escucha dentro y otro yo se le asfixia en la pregunta.
Cuán intacto el despertar. Ya despojándose la invasión de sí mismo, gime el cuerpo. Vuelve el mar reclamándolo absorbente y otra vez se desploma y recupera.
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