El conejito en la luna
Ryokan es un monje japonés, famoso por su humor en las cosas del espíritu y por la sencillez de su pobreza. Narra este hermoso cuento, en el que nos recuerda que nuestros mayores sabían ver más allá de los simples fenómenos naturales y miraban el mundo y la realidad con ojos de fantasía. De "Ven y Ve" P. Robreto.
Hace muchísimo tiempo, había un mono, una zorra y un conejo que vivían juntos como buenos amigos. Durante el día se divertían en los campos y en los prados y por la noche regresaban al monte.
Así transcurrieron varios años. Pero un día el Señor del cielo oyó hablar de ellos y queriendo comprobarlo con sus propios ojos, se disfrazó de viejo vagabundo y se acercó por aquellas tierras.
“He viajado por valles y montañas, estoy cansado y me faltan fuerzas. ¿Me podrían dar algo de comer?"… dijo, dejando caer su bastón y sentándose a descansar.
El monito, aprovechando su agilidad, salió enseguida a buscar frutos de los árboles y se los trajo. La zorra aprovechando su astucia le trajo peces del río. El conejo corrió por los campos en todas direcciones pero no consiguió encontrar nada. Cuando los tres volvieron, el mono y la zorra se burlaban de él.
“ NO SIRVES PARA NADA “
El conejo se quedó triste y pensativo. Al cabo de un rato, pidió que el mono fuese a recoger leña y a la zorra que encendiese un gran fuego lo que hicieron sin tardanza.
Entonces el conejo le dijo al anciano: “Cómeme, por favor”, y arrojándose al fuego se ofreció en holocausto.
Al ver esto el “viejo vagabundo” experimentó un profundo dolor, y lloró copiosamente mirando al cielo. Luego, golpeando el suelo con su bastón exclamó:
“Todos merecéis mis alabanzas, pues habéis sido buenos y valientes. No hay ni vencedores ni vencidos, pero la prueba de AMOR del conejo ha sido excepcional”
Y volviendo el conejo a su forma original, llevó su cadaver consigo al cielo y lo enterró en el Palacio de la Luna.
Y en las noches de luna llena puede verse al conejito en su superficie.
La extrema pobreza del conejito y la tremenda grandeza de su corazón.
La zorra y el monito ofrecieron su habilidad y destreza pero el conejito se dio él.
Agradecemos este aporte a
Cesar Fernandez de Paredes
desde Perú