Sembrar Para Cosechar
Una mujer soñó que estaba en una tienda recién inaugurada y para su sorpresa, descubrió que Dios se encontraba tras el mostrador:
- ¿Qué vendes aquí? -le preguntó.
Dios le respondió:
- Todo lo que tu corazón desee.
Sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, se decidió a pedir lo mejor que un ser humano puede desear: paz, amor, felicidad, sabiduría... Tras un instante de vacilación, añadió, pero no sólo para mí, sino para el mundo entero.
Dios se sonrió y le dijo:
- Creo que no me has comprendido. Aquí no vendemos frutos, únicamente vendemos semillas. Para sembrar una planta hay necesidad de romper primero la capa endurecida de la tierra y abrir los surcos. Luego, desmenuzar y aflojar los trozos que aún permanecen
apelmazados para que la semilla pueda penetrar, y regar
abundantemente para conservar el suelo húmedo y entonces... ¡esperar con paciencia hasta que germinen y crezcan!
De las misma forma en que procedemos con la naturaleza hay que trabajar con el corazón humano: arando la costra de la indiferencia que la rutina ha formado, removiendo los trozos de un egoísmo mal
entendido, desmenuzándolos en pequeños trozos de gestos amables, palabras cálidas y generosas, hasta que con soltura, permitan acoger las semillas que diariamente podemos solicitar "gratis" en el almacén de Dios, porque ÉL mantiene su supermercado en promoción.
Son semillas que hay que cuidar con dedicación y esmero y regarlas con sudor, lágrimas y a veces hasta con sangre, como regó Dios nuestra redención y como tantos han dado su vida y su sangre por otros, en un trabajo de fe y esperanza, de perseverante esfuerzo, mientras los frágiles retoños, se van transformando en plantas
firmes capaces de dar los frutos anhelados.
"Un sembrador salió a sembrar. Al esparcir la semilla, una parte cayó junto al camino; fue pisoteada, y los pájaros se la comieron.
Otra parte cayó sobre las piedras y, cuando brotó, las plantas se secaron por falta de humedad. Otra parte cayó entre espinos que, al crecer junto con la semilla, la ahogaron. Pero otra parte cayó en buen terreno; así que brotó y produjo una cosecha del ciento por
uno... Éste es el significado de la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Los que están junto al camino son los que oyen, pero luego viene el diablo y les quita la palabra del corazón, no sea que crean y se salven. Los que están sobre las piedras son los que reciben la palabra con alegría cuando la oyen, pero no tienen
raíz. Éstos creen por algún tiempo, pero se apartan cuando llega la prueba. La parte que cayó entre espinos, son los que oyen, pero, con el correr del tiempo, los ahogan las preocupaciones, las riquezas y los placeres de esta vida, y no maduran. Pero la parte que cayó en buen terreno son los que oyen la palaba con corazón
noble y bueno, y la retienen; y como perseveran, producen una buena cosecha"
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