La pereza es la falta de estímulo, de deseo, de
voluntad para atender a lo necesario e incluso
para realizar actividades creativas o de cualquier
índole. Es una congelación de la voluntad, el
abandono de nuestra condición de seres activos
y emprendedores.
Todos tenemos pereza en algún momento de
nuestras vidas, especialmente si estamos
pasando por momentos de depresión o
ansiedad.
Es difícil definir la pereza y separarla de
nuestro estado mental.
Es diferente tener pereza por un rato a ser
perezoso. El tener ratos de pereza es normal.
El ser perezoso no es normal, los seres
humanos estamos diseñados para el
movimiento, nuestra mente y cuerpo están
diseñados para ser usados constantemente
o se atrofian.
Al no hacer nada por pereza obviamente no
se obtienen buenos resultados y la vida se
complica. La mayoría de las personas
perezosas o aprenden cuando la vida les
da golpes o terminan pobres y con
problemas a menos que se ganen la
lotería.
Para curar la pereza hay que romper este
circulo poniéndote en acción aun cuando
no se sienta el deseo. Al ponerte en acción
la pereza desaparece. Si hay tendencias
hacia la pereza pero la persona se
mantiene en movimiento la pereza crónica
no llega.
La pereza puede estar relacionada con
inseguridad y otras condiciones. Es difícil
motivar a alguien, pero puedes ayudar a
esta persona invitándola a ponerse en
acción y halagándola en sus acciones.
La pereza mental, que va siempre unida
al descuido y a la falta de atención, es
uno de los vicios más comunes e infantiles
entre los adultos. El esfuerzo que conlleva
hacer algo mal, o guardar las cosas fuera
de lugar, supone el mismo gasto de
energía que hacerlo correctamente.
Por tanto, a medio plazo incluso ahorra
energía porque no hay que desperdiciar
tiempo ni esfuerzos buscándolas muchas
veces nos encontramos haciendonos esta
pregunta...
¿dónde demonios lo puse?
La diferencia es que para guardar cada cosa
en su lugar debemos hacerlo en un sitio
que resulte razonable antes que dedicarnos
unos segundos a pensar cómo o donde
lo puse...
Una cierta dosis de disciplina mental es
la base del pensamiento lógico y por
tanto de ella depende todo lo que de
razonable pueda haber en el ser
humano.
Por eso, analizar el grado de pereza
mental de aquellos que nos rodean
puede constituir un buen criterio a la
hora de juzgar a las personas.