Dos mares indómitos, soberbios,
se arrastran y arremeten
sobre cantiles de estrellas.
Dos corrientes sempiternas
sobre un crepitar de huellas,
cálidas aguas que regurgitan
de sus fuerzas inevitables
se saben, se rozan y entregan.
Dos mares desnudos
se oyen, se miran
se sienten, se tientan.
Dos mares que se injertan,
que se incrustan
y por amor tiemblan.
d/a