Cuenta una joven que, en una noche borrascosa, en medio de una travesía en el Pacífico, estaba ella en su camarote desvistiéndose para acostarse, cuando le sobrevino un terrible mareo. Temiendo lo peor, salió al pasillo y corrió a toda prisa en busca del sanitario cuando, de improviso, se tropezó con un señor de edad en el mismo estado lastimoso que ella. Horrorizada, dio un grito, pues sólo entonces comprendió que sin darse cuenta, se había salido del camarote tal como Dios la trajo al mundo.
"No se preocupe usted por mí, señorita. ¡De ésta no saldré con vida para contar lo que he visto!", le dijo el caballero, abriendo los ojos en demasía y llevándose las manos al corazón. |